La persona que no entiende la importancia de lo que Dios le ha dado, quien no tiene la seguridad de que Dios lo va a cumplir, corre el peligro de convertirse en una persona orgullosa.
Una persona orgullosa, ante los ojos de Dios, es aquella que, como no cree que Él vaya a cumplir su palabra, no está seguro, busca cumplirla por sus propias fuerzas; en vez de esperar, ajustar su vida al plan, al proceso de Dios, a lo que Dios quiere hacer, comienza a buscar cómo hacerlo, por no estar tan seguro de que Dios lo va a cumplir.
Abraham cometió ese error. En vez de depositar su confianza en Dios, la puso en sí mismo; por eso se adelanta y se acuesta con la sirvienta y tiene a Ismael. Y ahora tuvo que pasar un momento donde, naturalmente ya él no puede. Interesantemente, cuando Abraham podía tener hijos, no creía que podía, y lo buscó por su propia fuerza; ahora Dios tiene que esperar que él no pueda, para que él tenga que creer. Muchas veces, porque podemos hacer algo por nuestras fuerzas, nos volvemos orgullosos, e intentamos hacerlo a nuestra manera, sin darnos cuenta que teníamos que esperar el momento de Dios, estar seguros de que Él lo iba a cumplir, que no era por tus fuerzas que se iba a completar; te vuelves orgulloso al tratar de hacerlo a tu manera, y ahora el tiempo que te atrasas es el tiempo que te lleva a ti realizar que no eras tú, sino Dios, quien lo iba a hacer. Por eso, hoy hay cosas que tienes y se convierten en tus mayores problemas; porque no son producto de la fe, sino de tu orgullo. Abraham, cuando podía embarazar, no creyó que Dios lo podía hacer, así que recurre a su manera, y termina con un hijo que no era el que Dios le había prometido, el cual le causa grandes problemas. Porque, cuando él podía, dependió de sus fuerzas. Dios le fue claro a Abraham; era con Sarah. Pero como él podía y ella no, entonces, lo hizo por sus fuerzas, a su manera. Pero, si él podía, entonces no era Dios. Y la mayor bendición que tú puedes disfrutar no es la que tú obtienes por tu fuerza, sino aquella que tú obtienes porque Dios te la dio, tú creyendo que, aunque podías, fue Él quien te la dio. Espera, y confía que va a ser de la manera que Dios dijo que se haría.
Ante la oferta de Sarah para que Abraham se acostara con la sirvienta, Abraham acepta. Era culturalmente aceptable, y él lo acepta, porque no había entendido la importancia y no tenía la certeza de que aquella visión se tenía que cumplir exactamente como Dios había dicho. El hijo de Abraham no podía venir de Agar; ella era la esclava, la sirvienta. La promesa que Dios le había dado era de los libres, era de la libertad; Dios le había prometido las estrellas del cielo, una herencia espiritual, algo más grande que simplemente algo natural. Él todavía no había comprendido la importancia de eso que Dios estaba diciendo. Como él podía, y Sarah ya no, no quería que a Dios se le atrasara el tiempo porque entonces no iba a poder. Pero él nunca debió confiar en lo que él podía hacer; tenía que confiar en que, lo que Dios había dicho, en la forma que lo había dicho, era como se tenía que hacer, porque así era importante para que los demás corrieran en esa visión.
Por eso, muchas veces, nos encontramos tratando de echar para atrás decisiones que tomamos orgullosamente. Para Dios, orgulloso es aquel que, cuando Él dijo que se va a hacer algo de una manera –a su manera–, porque tú puedes hacerlo de otra manera, buscas hacerlo, porque no has creído en la importancia y en la certeza de que se tiene que cumplir como Dios ha dicho. Y, aunque el tiempo natural parezca estar en contra tuya, el Dios al que tú le sirves está por encima de toda probabilidad. Si nadie ha tenido un hijo a los 100, para Dios las probabilidades no importan; a Él le importa la fe de aquel que cree a los 100, a los 150, la fe de aquel que cree por encima de lo que el mundo ha dicho.
El problema es que, cuando no conoces la importancia de que se haga como Dios ha dicho, y no tienes la seguridad, entonces, te desesperas porque piensas: Mientras puedo yo hacerlo, tengo que hacerlo, porque después será más difícil. Y ahí es donde te encuentras con que se tiene que volver totalmente imposible, para que entonces tú puedas creer. Porque, al fin y al cabo, el justo por la fe vivirá. Por eso es que en Hebreos dice que, cuando ya el cuerpo de Abraham estaba casi muerto, entonces tuvo que creer en esperanza contra esperanza. Y es triste que a veces apliquemos nuestra fe cuando ya estamos casi muertos, porque no entendimos de un principio la importancia y la seguridad de la visión.
El reconocer la importancia de lo que Dios quiere, y cómo Él quiere que se haga, te ayuda a establecer los parámetros para los que te rodean. De lo contrario, cada cual corre como le parece, porque hay que alcanzar una meta y no hemos establecido claramente cómo se va a hacer. Hay cosas que, haciéndolas a la manera de Dios, te van a tomar más tiempo, naturalmente hablando, pero no vas a perder noches de sueño, no vas a perder la seguridad; porque, en los lugares más altos, aunque tú no lo creas, es donde más están buscando gente en quien puedan confiar. Potifar confiaba en José al punto que lo dejaba solo en casa con su esposa, porque él sabía que él no se iba a acostar con ella. Cuando un hombre sabe que puede confiarte hasta eso, es porque cree en ti.
Potifar nunca creyó en la acusación que le hicieron a José; lo mandó a la cárcel por salvar su nombre. Puede ser que tu honestidad, aparentemente, te atrase en un momento, pero ahí es que viene tu fe. Tú vives por fe, y todo el que esté al lado tuyo tiene que saberlo, y va a correr a la visión, y tu seguridad está en que se cumpla a la manera de Dios. Porque estés en la capacidad de tomar un préstamo, no significa que esa sea la manera de Dios; si no es la manera de Dios, si no tienes la certeza, confundes a aquellos a tu alrededor, te llegan tentaciones, y los que te rodean corren basado en las inseguridades que tú demuestras; pero si te mantienes seguro y vives por fe, Dios te da la victoria, te pone en un lugar de honra.
Parece que, a la manera de Dios, se tarda, que es más complicado; pero tú puedes estar seguro de que se va a cumplir. Y esa es la seguridad que tú tienes que exhibir; que esa visión viene y se cumple, en el tiempo asignado de Dios; y pronto, cuando abras tus ojos, verás la manifestación completa de lo que Dios te había prometido. Aprende a vivir por fe, y dile a aquellos a tu alrededor que así es que tú vives; que tú haces las cosas a la manera de Dios porque estás seguro que lo que Él prometió se va a cumplir en tu vida.