Cuando tú conoces a Dios y sabes lo que Él quiere para tu vida, tu vida cambia; no automáticamente, pero cambia. A Jacob, en Génesis 28, Dios le dice: Te voy a prosperar, a bendecir, estoy contigo. Jacob no prosperó de inmediato; veinte años después vemos el resultado de esa revelación; pero todo comenzó con una revelación.
Jacob tenía que sentir como que estaba en problemas con Dios, tenía que sentirse miserable; había engañado a su padre, a su familia; estaba en el exilio, huyendo; su hermano quería matarlo; tenía que estar en depresión, no sabía qué hacer; pero se encontró con Dios. Y Dios le dice: Yo soy el Dios de tu padre, de Abraham, de Isaac; Yo te prometí y le prometí a él que te iba a prosperar. Cuando cambia su consciencia acerca de Dios, y se da cuenta que Dios no está enojado con él, este hombre recibe confianza, seguridad en su corazón. Jacob se levanta y dice: No puedo creer que, después de todo lo malo que yo he hecho, me he encontrado con Dios. Ese momento cambió su vida. Cuando salió de ahí, seguía siendo el mismo Jacob, naturalmente pobre, pero con la revelación de que Dios lo quería prosperar. Aquella revelación sería vital para lo que Jacob viviría por los próximos veinte años. Iba a ser engañado en múltiples ocasiones, iba a trabajar en exceso, le iban a cambiar el acuerdo muchas veces; y Dios sabía que, si Él iba a prosperar a Jacob, tenía que revelársele a él. Pero la prosperidad de Jacob se manifestó veinte años después.
Una de las razones por las que la gente no prospera y por lo que el mensaje de prosperidad es criticado, es porque hay mucha gente que viene con la falsa ilusión de que hoy escuchan el deseo de Dios, y mañana su cuenta va a estar llena. Dios puede hacer milagros grandes económicos, Él puede bendecirte de un día para otro; pero, cuando miramos la palabra del Señor, lo que vemos es que la prosperidad de los hombres y mujeres de Dios, vino a través de procesos en su vida, que comenzaron a través de una revelación.
El éxito en la vida de un creyente no comienza con dinero, sino con una revelación de quién es Dios. Cuando tú recibes esa revelación, y comienzas a caminar en ella, comienzas a ver entonces los resultados y, al final de la historia, podrás decir: Dios prosperó mi camino.
Otro factor determinante en tus finanzas es la revelación de quien tú eres para Dios. Si tú no entiendes el valor que tiene tu vida, no te va a caber en la mente el pensamiento de que tú vas a prosperar.
“26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Mateo 6:26
Tu afán es que tú no te das cuenta cómo Dios cuida de todo a tu alrededor, y si Él cuida de eso, tú eres más importante, más valioso para Él. Cuando vemos el sacrificio de Cristo y lo que debe representar para tu vida el conocer que Dios no escatimó ni a su propio Hijo para darte libertad, para darte vida, para librarte del infierno, de la muerte, del pecado; que, cuando nadie daba un centavo por ti, Él dio su vida por ti en la cruz del Calvario, eso nada más te debe decir cuán importante tú eres para Él, el valor que tú tienes para Él. Dios ya ha expresado lo valioso que tú eres entregando a su Hijo por ti; si Él ha hecho ya algo tan grande, lo más grande; tu libertad económica es algo mucho más simple que la vida del Hijo de Dios. Lo que Él tenga que hacer por tu situación económica es como nada.
El bajo concepto que, a veces, tenemos de nosotros, nos lleva a pensar que no somos dignos de prosperar. La religión, por ejemplo, nos ha hecho sentir como poca cosa, como viles pecadores, como malas personas, gente indigna. La religión nos condena; pero, cuando vemos la palabra del Señor, es todo lo contrario. Una de las cosas que Dios quiere trabajar contigo es en relación al valor que tú percibes de ti mismo, porque esto es algo que cambia tu vida; cambia tu proyección, la manera en que te ves, la manera en que el mundo te ve. Por eso, hoy, debes recibir en tu corazón que el resultado económico que tengas en tu vida estará íntimamente ligado al valor que tú te pongas.
El mundo es rápido en juzgarte, en condenarte. Cuando el Señor hizo milagros de sanidad, de restauración, en muchos de ellos, estaba el aspecto de la dignidad de la persona envuelto. El Señor se detiene a hablar con la mujer del flujo de sangre. Se supone que ella no lo tocara a él; esa mujer estaba excluida de la sociedad. Jesús se atrevió a detenerse a hablar con ella, y devolverle la dignidad. A la mujer adúltera, le dijo: Que nadie te condene más. Zaqueo, que era un hombre que nadie quería saber de él, cuando Jesús entra a su casa, le devuelve la dignidad, el honor, lo honra ante la sociedad. Cuando tú entiendes el valor que tienes para Dios, tu vida cambia para siempre.
Tus emociones están muy ligadas a tu autoestima. Toda persona que piensa que teniendo más dinero mejora su autoestima, está mal. Si tienes buena autoestima, tendrás las emociones correctas que provocarán que en tu vida haya más abundancia; no es al revés.
Tú tienes valor para Dios. Tu vida vale para Él. Cuando tú comienzas a cambiar tu concepto de vida y de quien tú eres para Dios, tu vida cambia para siempre.