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Tu Tiempo y el Propósito de Dios

“15 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Efesios 5:15-16

Cuando somos maduros, espiritualmente hablando, sabemos aprovechar el tiempo. ¿Aprovechas tú bien tu tiempo? ¿Estás consciente de lo que representa el tiempo? El ser maduro espiritualmente te hace estar consciente del tiempo y de aprovecharlo bien. Esa consciencia de aprovechar bien el tiempo provoca que no te desvíes. Cuando tú no aprovechas bien el tiempo, cuando venga el día malo, tu tendencia será desviarte.

Para mostrar madurez con el tiempo, se requiere de ti planificación. Cuando no planificas, vives a la espera de un buen momento. Muchos viven así, esperando a que surja un buen momento. Hay quien va a la iglesia a pasar un buen momento, buscan un buen momento con el Espíritu Santo, cuando la realidad es que ese buen momento, bajo nuestro criterio, quizás nunca llegue. El no planificarte es vivir en la búsqueda de un buen momento. Por eso hay gente teniendo satisfacciones en lugares donde no debería porque su enfoque es un buen momento porque no están conscientes del tiempo, así que no se planifican.

Cuando alcanzas este nivel de madurez, todo lo que haces, lo haces con sentido. Tu vida obtiene un propósito, un sentido. Es cuando dejas de prepararte para hacer algo, y te preparas para el porqué de lo que haces. En vez de prepararte en qué hacer, te preparas en el para qué lo haces. Tú sabes qué hacer. ¿Cuánto tiempo llevas haciendo lo que haces? Ya tú sabes qué hacer. El propósito es cuando sabes para qué lo haces. No es navegar por navegar. Tú navegas con un propósito, con un sentido. No es prosperar por prosperar, sino para bendecir, para ser generoso; quieres ser empresario para generar empleos. Tú navegas con un para qué. Sabes qué hacer, y ahora también sabes para qué. Le pides larga vida al Señor, y sabes cómo orar, pero ¿sabes para qué?

Muestras ser espiritualmente maduro, además, cuando conoces el pensamiento de Dios para contigo. Ese debe ser tu enfoque: el pensamiento de Dios.

“11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Jeremías 29:11

Versos anteriores a este nos narran un escenario que te diría que no siguieras todas las instrucciones que Dios dio a través del profeta: Cásate, ten hijos, construye. Estaban en esclavitud. Cualquiera que se dejara llevar por eso, sin conocer los pensamientos de Dios, no habría hecho nada de las instrucciones que se les dio. Dios dijo más; les dijo que no le hicieran caso a los profetas. Porque había unos que estaban hablando cosas contrarias a los pensamientos de Dios. Si no conoces los pensamientos de Dios en tu vida, vas a vivir desenfocado en tus pensamientos.

“10 Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar.” Jeremías 29:10

Hay una palabra de parte de Dios que llega a tu vida cuando eres maduro. Y cuando despiertas a esa palabra, Dios te lleva a un lugar. ¿Cuál es ese lugar al que tú quieres que Dios te lleve? Escuchas una palabra que habías escuchado antes, pero ahora recibes algo diferente porque tienes que llegar a un lugar. Despertaste a la buena palabra porque alcanzaste un nivel adicional de madurez espiritual en tu vida.

Cuando tienes ese nivel espiritual en el área emocional, te haces cargo de ti mismo. Eres capaz de controlar tus emociones; no te controlan ellas a ti. No es el coraje controlándote a ti, sino que ahora eres tú controlando el coraje.

“25 La congoja en el corazón del hombre lo abate; Mas la buena palabra lo alegra.” Proverbios 12:25

La dirección de la Palabra, que te hace ser maduro, alegra tu corazón. Va más allá de lo externo. Ya no es lo que aparenta brillar lo que te llama la atención, sino la realidad de lo que tú estás experimentando y el control que puedes tener a través de esa madurez espiritual. No es lo que otro hizo, sino lo que tú vas a hacer. Ya no vives frustrado porque no lo estés logrando; no son elementos externos los que provocan tu reacción, sino que tomas control de tu interior para lo que vas a experimentar en lo exterior.

Para desarrollar los hábitos que se requiere para que alcances la madurez espiritual, tú tienes que ansiar ese crecimiento en tu vida espiritual. El esperar cada mañana para leer estos mensajes es ansiar tu crecimiento espiritual. Cuando estableces una rutina, se crea un hábito y obtienes un resultado. Si no has establecido los hábitos debidos para tu crecimiento, es porque estás centrado en otros resultados, y porque estás viendo la señal incorrecta. La Palabra dice, por ejemplo, que ores todo el tiempo, pero tú no oras a menos que veas una señal; y para muchos, la señal es una mala noticia. Entonces, llega la mala noticia y establecen una rutina que debería ser para todo el tiempo y no solo para noticias; pero entonces se frustran y dejan la rutina porque no tienen los resultados que esperaban. Eso le pasa a muchos creyentes; pero así es que actúan los niños. Si no obtienen lo que quieren, no lo hacen. Pero el cristiano maduro, se mantiene firme, sabiendo que hay unos resultados que son mayores, que son lo que Dios quiere para su vida. Cuando confías en que obtendrás resultados, buscas la Palabra, oras, estudias, diezmas, ofrendas. No puedes estar pendiente a los resultados de otros ni a los que tú llegas buscando, sino que tienes que perseguir los que Dios quiere para ti. Alcanzas madurez espiritual en los hábitos, cuando aplicas los que sabes que tienes que aplicar para obtener lo que Dios quiere para ti.

¿De qué sirve que despierte la buena palabra en ti, y que tú no creas en los pensamientos que Dios tiene para tu vida? Deja de buscar un buen momento. Lo que tienes es que clarificar, ser consciente, tener un propósito en la vida, que más allá de beneficiarte a ti mismo, puedas beneficiar a otros, que en lugar de tus pensamientos, puedas tener los de Dios. Entonces, tendrás estabilidad emocional y te fortalecerás en la fe para establecer los hábitos necesarios para alcanzar la madurez espiritual.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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