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Tú puedes frustrar los buenos propósitos de Dios para tu vida

Es importante que entendamos que muchas veces Dios tiene propósitos benévolos, tiene grandes bendiciones y planes para nuestra vida. Lo terrible y peligroso del asunto es que nosotros tenemos el poder para frustrar – y esto puede sonar un poco escandaloso y controversial – tenemos poder para frustrar e impedir las grandes bendiciones que Dios tiene para nosotros. La Biblia establece esta verdad una y otra vez, insistentemente.

Dios ha permitido que los seres humanos, en su libre albedrío, en su libertad con que Él los ha creado, tengan derecho a cerrarle las puertas a la bendición que ya Él tiene preparada para ellos, por desobediencia o simplemente por obstinación, o porque amen más los atractivos del mundo, o lo que sea. Podemos perder u obstaculizar las bendiciones que Dios tiene destinada para nosotros. Esaú, Sansón, el rey Joás, así como otros personajes bíblicos, pueden dar testimonio de esta misteriosa verdad.

Yo diría, una de las ilustraciones más claras de esto es la salvación. Dios mandó a su hijo Jesucristo para redimir y salvar a la humanidad. Cristo murió en la cruz, vivió aquí en la tierra, tuvo tres años de ministerio, dejó su Iglesia establecida, dejó un caudal de instrucción espiritual para todos nosotros. En el propósito de Dios, Él quiere que todo el mundo sea salvo, nos dice la Palabra. Dios quiere “que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Dios no tiene una cuota para que la gente que ha de ser salva. Dios no dice, “Solamente se van a salvar 144 mil, o diez millones”. ¡No! Dios quiere que todo el mundo entre a la salvación. Ese es su verdadero deseo paternal.

¿Pero qué pasa? Mucha gente no sigue las prescripciones que Dios ha establecido para la salvación, y terminan perdiendo y arruinando sus almas porque no obedecen a lo que Dios manda, tan sencillo como aceptar a Cristo como su Señor y Salvador; recibir a Jesús, caminar en los caminos que él ha establecido. Entonces, vemos que en los que se pierden, el propósito benévolo de Dios es frustrado. Aunque Dios conoce todas las cosas, su deseo paternal sería que todas sus criaturas se refugiaran bajo el nombre de Jesús como salvador de sus almas.

Recordarán la ocasión cuando el Señor miró hacia Jerusalén y dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise yo cubrirte como la gallina cubre a sus polluelos, y no quisiste!” (Mateo 23:37). Y luego añade, “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. La dureza de corazón del pueblo hebreo impidió que Dios los cubriera y protegiera como anhelaba. En vez de bendición, hubo maldición y pérdida.

Vemos, entonces, un primer principio muy importante: Tu actitud, ya sea de obediencia o de incredulidad, puede permitir o impedir que la buena voluntad y los propósitos benévolos de Dios sean realizados en tu vida. En ti está el poder para facilitar u obstaculizar las buenas cosas que Dios tiene destinadas para ti. Es importante que tu corazón sea buena tierra, para que la semilla de bendición de Dios pueda dar fruto dentro de ti.

Fuente:
Apóstol Roberto Miranda

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