El mundo dice: conócete a ti mismo, ámate a ti mismo en primer lugar para que seas capaz de amar a los demás, toma el control de tu vida y no dejes que nada ni nadie gobierne tus emociones y tu voluntad y todo ello te conducirá al éxito. Dios dice:
conóceme a mí primero, pon tu confianza en mi amor, entrégame tu vida y yo pondré control sobre ella y eso te traerá gozo.
El gozo del Señor no es una experiencia temporal agradable fundada en lo que has obtenido con tus esfuerzos y tu afán, sino más bien un estado de ánimo incomprensible para la mente y el corazón basado en lo que ha hecho el Señor en ti. El gozo es el resultado visible del fruto del Espíritu en la vida de un cristiano, es la envoltura inmaterial, pero nítida, de una vida rendida a los pies de la Cruz. Es mirar hacia el futuro con esperanza y con la certeza que nos da la fe en los planes que el Señor tiene para sus hijos. En un mundo donde los propósitos del hombre natural se sustentan en lo que pueda alcanzar su ego y su “yoismo”, Dios sigue descorriendo las cortinas de su gracia para que entremos con amor al escenario de su gloria.
Dios tiene planes para sus hijos y nunca, absolutamente nunca, son malos. El hecho de que sucedan situaciones inesperadas que producen aflicción y pesar, no debiera hacernos perder la esperanza en Cristo de que nuestro futuro con Él siempre va a ser mejor. El hombre nos pone etiquetas según nuestra conducta en el pasado y nuestros errores cotidianos de hoy, pero Dios redimió (nos liberó pagando un precio –su vida-) nuestro ser, borró nuestro pasado para siempre y en la condición de nueva criatura nos regaló una nueva e incomparable identidad que nunca nos será quitada por nada ni por nadie. Aun así, los cristianos somos los seres más observados entre los incrédulos, los más señalados si fallamos, los más vituperados si desfallecemos. Esa es una pequeña porción de la cruz que debemos cargar si amamos a al Señor tal y como proclamamos con los labios. Cuando el Señor invitó a la multitud (entre ellos estaban los doce apóstoles) a seguirlo, dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34)
Esta impactante declaración de Jesús significa que seguirlo a Él presupone una sumisión total a su autoridad asesinando nuestro egoísmo y dejando que sea su voluntad y no la nuestra, la que marque el rumbo de nuestro futuro. Seguirlo a Él es vivirlo a Él. Los planes que Dios tiene para ti, son infinitamente mejores que los que te puedes hacer .Sólo necesitas vivir a Cristo desde la perspectiva de su gracia.
En la medida en que crecía en el conocimiento de Dios, buscaba en la Biblia información que me fuera útil para comprender su plan para la humanidad, incluyéndome a mí. No recuerdo haber escuchado la voz de Dios dándole respuesta a mis preguntas. Cuando comencé intencionalmente a buscar su rostro y tratar de entender su amor por el mundo, Dios se me fue revelando y la escritura me fue dando pautas para comprender su gran amor por este mundo perdido y su plan maravilloso para reconquistarlo. La búsqueda de información sobre Dios Padre y el verbo encarnado, Jesucristo, sólo te informa; la revelación te transforma.
Cuando Cristo está entronizado en nuestra vida, los escenarios y situaciones que acontecen en ella y las circunstancias a nuestro alrededor se experimentan a través del fruto del Espíritu. Nuestra relación con Dios va a reflejar el grado en que el fruto del Espíritu está en nosotros. Amados hermanos y hermanas, permitan que Cristo esté en el centro de sus planes. Es sólo una cuestión de fe. Esperar en Él es difícil (¿recuerdan la canción de Jesús Adrián Romero?), pero seguro. Si quieres caminar sobre las aguas alguna vez, o atravesar tu propio Jordán y llegar con los pies secos a la otra orilla, confía en Él. Su plan es perfecto para ti, no lo dudes.
Dios te bendiga
