“7 Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.” Josué 1:7
Tú vas a prosperar en todo lo que emprendas. Si no emprendes, no prosperas. Y emprender no es tener un negocio físico con una llave. Emprender es que en el trabajo donde estás, cuando el jefe tiene un problema, tú le dices: deme ese departamento a mí, que Dios me va a dar la solución, yo voy a hacer lo que tengo que hacer y esto va a cambiar. Eso es emprender. Emprender es que no te tengan que dar nada de gratis, sino que lo luches. Emprender es tener un espíritu como el de Caleb, que después de cuarenta años esperando por la promesa, cuando llegó al monte, no dijo: ay, llevo cuarenta años esperando, por favor, alguien que me ayude a conquistar el monte. No; él se paró allí y dijo: quiero lo que hace cuarenta años me prometieron. Díganme a quién tengo que picarle la cabeza porque lo voy a conquistar. Eso es un espíritu de emprendimiento, que después de cuarenta años de pasar el desierto, todavía desee lo que tenía prometido y esté dispuesto a pelear por ello. Pero no todo el mundo hace esa transición de llegar a entender que Dios te va a prosperar en lo que tú emprendas.
Hay gente triste porque diezman y ofrendan, pero Dios no les prospera, pero cómo Dios puede bendecir, si tú no haces nada. Ahora bien, no es lo mismo levantar un trabajo o empresa sin la bendición de Dios, que con ella. Cuando diezmas, ofrendas, le crees a Dios y pones manos a trabajar, ahora Dios puede bendecir la obra de tus manos y puedes ver la diferencia, pero tienes que emprender. Tiene que haber un cambio, no puedes seguir pensando de la misma manera. Tienes que pensar diferente. Haz la transición.
En Egipto, en Números 11, los mismos judíos describen lo que había de comer. Ellos dicen: queremos volver a Egipto porque allí había pescado de balde, puertos, pepinos, melones, ajos y cebollas. Eso es lo que ellos querían comer porque fue lo que se acostumbraron a comer toda la vida. En la tierra prometida, en Números 13, cuando los espías van a la tierra prometida, salieron de allí con racimos de uvas, higos y granadas. La diferencia es que los frutos de Egipto se daban todos en el suelo, mientras que los de la tierra prometida se dan arriba. Dios siempre ha querido que el hombre camine derecho, erguido. Lo que perdió Adán fue que la prosperidad estaba al alcance de su mano, y cuando peca, ahora tiene que escarbar la tierra para comer. Ahora tiene que caminar doblado para comer, y para ver qué la tierra produce. No es lo mismo cosechar uvas que ajos. Los ajos se dan en una pequeña hortaliza que crece en unas semanas. Las granadas, los higos, esos toman tiempo; tienes que arar la tierra, sembrar, y no hay tal cosa como regarlas a diario. Tú las siembras y tienes que mirar al cielo para que Dios haga que la lluvia llegue para que ese árbol comience a crecer, y tienes que podarlo y cuidarlo para que algún día tenga un fruto que puedas comer. Es una mentalidad de futuro, de mañana, de que sacrificas hoy, trabajas hoy para comer el fruto mañana. Pero no tan solo vas a comer tú; si dejas ese árbol ahí, tus hijos podrán comer, porque después que tu trabajes por ese árbol, tu casa va a comer, tu familia va a comer, tus hijos van a comer, tus nietos.
Dios quiere levantarte de estar doblado. Pero ¿cuál es el deseo de algunos? Volver atrás. ¿Por qué? Porque cuando comieron maná y vieron los frutos no hicieron lo que tenían que hacer.
En Éxodo, vemos que Moisés comienza a explicarles lo que es el maná. Les dice: esto es lo que van a comer ahora, Dios los va a prosperar, y mañana van a comer maná, va a llegar a tu puerta; esto es pan del cielo. Versos más abajo, cuando ellos ven el maná, preguntan: y ¿qué es esto? Él ya les había explicado, les había dicho que aquello era lo que Dios iba a hacer, pero ellos todavía se estaban preguntando qué era aquello.
Hay gente que no tiene la metamorfosis que tienen que tener. Cuando ves una oruga y una mariposa, ves cosas totalmente opuestas. Sabemos que una oruga se puede convertir en mariposa porque ya tenemos ese conocimiento, pero si vieras una oruga sin saber el potencial, tú nunca pensarías que se puede convertir en una mariposa. De la misma manera, si vieras una mariposa, nunca pensarías lo que fue antes porque son polos opuestos. Pues la tierra prometida es polo opuesto a Egipto, y lo que tú eres en Egipto no cabe en la tierra prometida porque son polos opuestos. El problema es que nunca te has podido ver como tienes que ser para entrar a donde Dios te prometió.
El problema es que la gente no sabe qué hacer con el maná porque no saben qué es eso, cuestionan a Dios y no están dispuestos a pagar el sacrificio que hay que pagar.
Si tú quieres entrar a la tierra prometida y tener metamorfosis -no transformarte ni cambiar – ser algo totalmente nuevo, tú tienes que depender de dos cosas:
- Revelación – saber que Dios se te va a revelar y que debes dejar de estar cada mañana preguntando: ¿qué es esto? Si tú te levantas todas las mañanas y en vez de dar gracias por el maná lo que haces es preguntar qué es esto, ser malagradecido y no das gracias por su cuidado en medio de todo, tienes que tener tu metamorfosis. Dale gracias a Dios que comiste. Los desiertos se viven un día a la vez, cada mañana. Te levantas y crees que Dios va a proveer, y cada vez que te traiga provisión, das gracias. Cuando no das gracias, tomas las cosas por poco; no ves que Dios se está revelando a tu vida, y lo peor es cuando no estás dispuesto a hacer el sacrificio necesario.
- Sacrificio – el sacrificio no es esfuerzo. El sacrificio más grande eres tú. Es dejar de ser lo que tú eres hoy. Es entender que el mundo no es el que está mal, sino tú. Es entender que quien tiene que cambiar no es tu cónyuge, sino tú; que el que tiene que tomar la decisión eres tú; que tu energía no se debe invertir en cosas que sean tan vanas que la inversión de energía que tú utilices no te lleve a nada, sino al mismo lugar que tú estás. Eso es entretenimiento. Entretenimiento es ir a divertirte un rato para volver a la misma casa, al mismo sitio, pero la gente prefiere invertir energía en entretenimiento para volver a ser oruga. Trabajan de lunes a viernes como orugas, para pararse el viernes en el colmado de la esquina a beber, para el lunes volver a comenzar a ser oruga. Toda la energía que gastaste el fin de semana, si el lunes te llevó al mismo sitio, la invertiste en el lugar incorrecto. Pero no todos estamos dispuestos a hacer ese sacrificio.
El sacrificio más grande es dejar de ser oruga, es decidir morir a ti, a tu “yo”, a lo que conoces, al sistema, a tu vieja manera de pensar, a tus malos hábitos; porque donde Dios te quiere llevar, tú no puedes entrar. Porque hasta que tú no mueras a tu “yo”, no podrás ser lo que necesitas ser para entrar. Allí, en el otro lado, tú no puedes seguir viviendo como esclavo.
Esta sociedad no te debe nada. Nadie te debe nada. Nadie te tiene que ayudar. Nadie está obligado. Nadie te tiene que entender, que aplaudir, que aceptar, que querer. Estudia, trabaja, echa hacia delante, prospera. Créele a Dios, conviértete en lo que tienes que convertirte. No importa tu pasado. Aunque nadie nunca te haya ayudado, tú puedes levantarte. Hazlo, sé el primero en tu familia. Levántate.
Tú no puedes entrar. No puede entrar una oruga a la tierra prometida. Entra una mariposa. Y la única manera que entra es si acepta la revelación de Dios y estás dispuesto a morir a lo que tú eres hoy para ser todo lo que Dios quiere que tú seas.
Lo grande es que el espacio, Él lo tiene esperando por ti. La silla de presidente de alguna compañía, la está ocupando alguien, pero está esperando por ti. El terreno vacío está esperando que tú decidas ser lo que Dios quiere que tú seas. Haz el sacrificio más grande. Dile al Señor: muero a mi “yo”.
Pídele a Dios que te revele a qué tienes que morir, a qué manera de pensar tienes que morir, qué cosa tienes que dejar atrás para alcanzar lo que Él tiene para ti, y renuncia verdaderamente a tu vieja vida.