¡Miles de universos, Señor! En lo infinito de tu ser hay mucho más que miles de universos.
¡Millones de galaxias, Señor! La palma de tu mano contiene mucho más que millones de galaxias.
Has creado trillones y trillones de mundos. Billones de trillones de seres alaban tu nombre al mismo tiempo. ¡Así de inmenso es tu corazón!
¡Y yo!, una minúscula partícula de polvo, un insignificante pedacito de tu creación flotando en la nada, tan pequeño como soy… aún así me amas.
¡Cuatrillones de pensamientos, Señor! En lo infinito de tu mente hay mucho más que cuatrillones de pensamientos al mismo tiempo.
Millares de septillones de imaginaciones nacen cada segundo en una sola de tus neuronas.
Es tu cerebro tan inmenso que puedes componer billones de trillones de canciones a la vez, hacer brillar a millares de cuatrillones de astros celestes al mismo tiempo y crear nuevos mundos en un segundo sin que tu mente pueda nunca estar ocupada.
¡Y yo! Que apenas salgo a la esquina de mi casa, olvido tantas veces que soy de ti; yo que te fallo cada día por los deslices de mi pequeña mente que yerra al confundir tus estatutos y al juzgar a los demás osando soñar que entiendo tus juicios.
Tan poco como mi cerebro puede calcular, tan cortos que son mis pensamientos, tan breves mis imaginaciones… aún así me amas, aún así me piensas.
¡Inmensurable es tu amor por mí Señor, ya lo he aceptado! No podría jamás igualar tu amor por mí.
Cuando algunas veces, Padre amado, te des cuenta de mis olvidos y notes mi falta de cariño… recuerda, por favor, que fui justificado por la sangre de tu hijo Jesús.
Que lo único infinitamente inmenso, infinitamente amoroso e infinitamente grandioso eres tú.
¡Cuán inmensurable es tu amor por mí!
