En Éxodo, Dios trabaja con un grupo de personas. En Génesis, trabajó con individuos; Adán, Abraham, Noé, Enoc, Isaac, Jacob. De ellos, sale el pueblo de Israel, descendientes de una misma familia; y Dios comienza a trabajar con la experiencia de su presencia de manera colectiva. Dios trabaja contigo personalmente; pero hay una experiencia colectiva que debes tener, diferente a la individual.
Uno echa a huir a mil, pero dos echan a huir a diez mil. Además, cuando vas a la casa del Señor, no es meramente por lo que Dios pueda hacer contigo, sino para ser parte de lo que Dios está haciendo por otros. Cuando tú sirves, preparas el camino para que otro tenga una experiencia como la que tú has tenido con Dios.
En Éxodo, Dios puso su presencia en el monte Sinaí; la gente no quería subir, y mandaban a Moisés; pero Dios quería relación con todo el pueblo, así que se metió en el arca del pacto, y todo giraba alrededor de Él; el pueblo se movía, si el arca se movía; se quedaban, si el arca se quedaba.
“ Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios.” Éxodo 29:42
Dios los sacó de Egipto para habitar en medio de ellos; por eso se mete en el arca del pacto. La manifestación de la presencia de Dios era visible, para que todo el pueblo la pudiera percibir, y aún así, no la podían apreciar.
“Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba. Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas.” Éxodo 40:34-38
Algunos cuestionan por qué Dios ya no se manifiesta de esa manera; y es que ahora la experiencia es otra. Estas experiencias gloriosas fueron mermando hasta que un día desaparecieron. Pero, aún hoy, Dios quiere hacer demostraciones visibles, para que no sea uno solo el que vea y crea. Uno de los problemas hoy es que muchos movimientos cristianos han sido fundados por un individuo que tuvo una experiencia con Dios. No es por menospreciar esa experiencia, pero si la gente vive la experiencia de Dios, a través de un hombre que tuvo la experiencia, cuando el hombre desaparece, el movimiento también. No se trata de que tú admires la relación que tiene el pastor con Dios, lo que él oye de Dios, sino de que tú aprendas cómo subir al monte y escuchar de Dios con el colectivo; que, como grupo, todos puedan tener esa misma experiencia. Dios se le mostraba a Moisés, pero Moisés tenía que decirle a la gente que habló con un árbol, y la gente no entendía eso. La transición de Dios fue pasar de hacer que un árbol ardiera para que un solo hombre lo viera, a hacer que el monte completo ardiera, para que todo el pueblo lo pudiera ver y tener una experiencia. ¿Por qué la nube, la columna de fuego? Para que todo el pueblo pudiera tener una experiencia visible con la presencia de Dios, y no tuviera que depender de la experiencia de un hombre para saber que Dios seguiría con ellos dondequiera que fueran.
Si tú le pides a Dios, Él puede hacer por tu país experiencias colectivas, lo que llamamos en tiempos modernos “derramamiento del Espíritu Santo”, para que todos puedan reconocer que allí se puede ver a Dios, y el pueblo completo sea dirigido por Él. Ha sido el deseo de Dios, a través de toda la historia, vivir en medio de nosotros y dirigir todas nuestras jornadas. Dios se mostraba al pueblo para enamorarlo; tenían frío, Él les daba calor; querían comida, les dio carne; necesitaban agua, se las daba. Y es triste que el pueblo dejara de creer y de amar a Dios en la manera que Él merece.
Aunque estamos en contra de la religiosidad, una experiencia colectiva con la presencia de Dios, requiere estructura, reglas, orden, líderes. Si quieres ver a tu país dirigido por Dios, hay que establecer orden; sacerdotes, líderes que atiendan el templo; hay que reunirse. No podemos pensar que Dios va a manifestarse a una nación, sin que haya estructuras gubernamentales, culturales. Hay quienes critican Éxodo y Levíticos por las reglas, pero para dirigir 2 millones de personas, hay que poner reglas. Hay quien se resiste a ser parte del colectivo por no querer seguir estructuras, pero es que Dios no se puede mostrar si no hay orden. No estamos de acuerdo con la religiosidad que pone cargas en la vida de la gente, pero tenemos una responsabilidad delante de Dios; tenemos que contribuir con la casa de Dios para que otros puedan tener una experiencia visible de aquello que para nosotros ya no necesariamente es visible sino interno. Tú no necesitas ver la nube, pero otros necesitan verla. Tú no necesitas ver el fuego, pero otros necesitan verlo. Entonces, tú contribuyes con tu parte cuando entras a la iglesia, abrazas a la gente, saludas, sonríes, cooperas siguiendo las instrucciones. Quizás tú no lo necesites, pero otro necesita ver en ti la estructura. A veces, hemos perdido la pasión por la casa de Dios; somos tan bendecidos que la menospreciamos; no nos damos cuenta que tú no vas a la casa del Señor por ti, sino por otros, a servir para que otros reciban también; porque hay una experiencia que solo van a tener allí, y no en su casa. Y tu sonrisa contribuye, tu abrazo, tu servicio, contribuyen. Porque hay una experiencia personal con Dios, pero hay una experiencia colectiva, con la que todos tenemos que contribuir.