Dios quiere que tú seas libre económicamente, específicamente, Él desea que seas libre del sistema económico del mundo. Dios tiene su propio sistema, uno que sí funciona y que Él mismo institucionalizó. En Génesis, vemos la institución del sacrificio de sangre para expiación; sacrificio que hoy no tenemos que hacer, gracias al sacrificio del Cordero de Dios que derramó su sangre en la cruz del Calvario, y que todavía hoy sigue vigente. Dios estableció, además, el reposo como parte de su sistema para prosperar. En el día de reposo, meditas en la bondad de Dios, e identificas lo que hace falta para encargarte de eso. En el reposo, además, descansas en tu confianza que está puesta en Dios, tu proveedor; has hecho tu parte, y Dios va a cumplir su pacto contigo. Por último, vemos la dádiva, específicamente el diezmo. En todo lugar que vemos las acciones de diezmar y ofrendar en la Biblia, el resultado es bendición. Cuando tú honras a Dios con tus finanzas, Dios mueve su mano a favor tuyo.
“16 Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17 Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. 18 Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. 19 Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el,[a] aunque Luz[b] era el nombre de la ciudad primero. 20 E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21 y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22 Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.” Génesis 28:16-22
En este momento de la vida de Jacob, vemos un principio que no vemos directamente en el momento en que Abraham diezma. Jacob pone por señal una piedra, diciendo que será casa de Dios. Así que, lo primero que viene es una pasión por la casa de Dios, y después diezma. Porque no sirve el diezmo si, en el corazón, no están las prioridades correctas. El diezmo no es una manera de tú manipular a Dios, pensando que, por que diezmas, estás bien con Dios; esa es la forma en que diezmaban los fariseos, los religiosos. A través de la Biblia, en múltiples ocasiones, Dios tiene un problema con el pueblo que no diezma y pretende ciertos beneficios; pero también tiene problema con el que diezma y ofrenda y el corazón no es el correcto. En una ocasión, Dios reprende al pueblo diciendo: Me traes sacrificio, pero tu corazón está lejos de mí. El reclamo no era para que dejaran de diezmar, sino que Él reclamaba que diezmaban, pero habían dejado algo que era primero; lo primero es amor. Diezmar no te exime de tu obligación de amar.
Pablo dice, en 1 Corintios 13, que de nada te sirve el hablar lenguas, la profecía, si no tienes amor. Lo mismo con los diezmos y las ofrendas. ¿De qué le sirve a Dios que tú adores, si tu corazón no está en lo que estás haciendo? Lo que vemos en Génesis 28 es el orden correcto de las cosas: Te encuentras con Dios, amas la casa de Dios, lo pones primero en tu vida; entonces, haces lo demás, cumples con el resto. Para muchos es fácil diezmar y ofrendar en vez de amar; piensan que todo se resuelve con dinero, en vez de hacer lo que debe ser prioridad: Amar.
En Jacob, observamos el balance correcto. Él dice: Esto es casa de Dios. Se encontró con Dios, Dios le habló, se conectó con Él; y, cuando hace ese orden correcto, entonces, Dios lo prospera de forma sobrenatural. En Génesis 32, vemos cómo Dios prospera y bendice a Jacob durante ese tiempo, y se nos habla de cuánta abundancia tuvo Jacob; esto, luego de poner a Dios primero, y hacer lo que tenía que hacer, que era diezmar.
No pienses que diezmando y ofrendando manipulas a Dios, que le controlas; quizás impresionas a los hombres, pero no a Dios. No puedes dejar de hacer una por la otra; primero es tu amor por la casa de Dios, tu amor a Dios, y entonces haces todo lo demás; entonces sirves, amas, diezmas, ofrendas, cantas; todo lo demás que tú tienes que hacer dentro de la casa de Dios, para que lo que hagas, tenga valor y sentido.