Hermanos y hermanas, al reunirnos en este día, nuestro corazón se llena de “acción de gracias”. Es un tiempo para recordar las bendiciones que Dios nos ha dado. “Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). En cada sonrisa, en cada abrazo, en cada palabra de aliento, hay una razón para agradecer.
La vida está llena de pequeños regalos de Dios, y cada uno merece ser reconocido con un corazón agradecido. La “acción de gracias” es más que palabras, es una forma de vivir que nos cambia y nos acerca a Dios.
Cada día nos trae nuevas oportunidades para dar gracias, ya sea por la comida en nuestra mesa, por la salud en nuestro cuerpo o por la paz en nuestro espíritu. Agradezcamos también por las pruebas, pues ellas fortalecen nuestra fe.
Que la gratitud sea la melodía de nuestras vidas, una canción que nunca deja de sonar. Al compartir con otros, multiplicamos las razones para estar agradecidos. La acción de gracias es un eco de la bondad de Dios que resuena en cada acto de generosidad.
Hoy, decidimos vivir con una actitud de gratitud, haciendo de cada día un tributo a la gloria de Dios. Que este encuentro sea un recordatorio de vivir agradecidos, no solo hoy, sino todos los días de nuestra vida.
ACCIÓN DE GRACIAS EN NUESTRO DIARIO VIVIR
La acción de gracias debe ser nuestra compañera constante, no solo en momentos de abundancia, sino también en la cotidianidad. “Porque todo lo creado por Dios es bueno, y nada se debe rechazar, si se recibe con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4). Cada tarea que realizamos, cada palabra que decimos, cada pensamiento que albergamos, puede ser un acto de gratitud.
En la simplicidad de la vida diaria, encontramos innumerables razones para dar gracias. La comida en nuestra mesa, el techo sobre nuestras cabezas, la risa de los niños, son regalos preciosos. Agradezcamos por el trabajo que nos permite proveer, por la comunidad que nos apoya, por la creación que nos rodea.
La gratitud nos abre los ojos a la belleza que a menudo pasamos por alto. Que cada amanecer nos recuerde empezar el día con un corazón agradecido. Que cada dificultad nos enseñe a buscar la presencia de Dios y a dar gracias por Su fidelidad.
Agradezcamos por la sabiduría que adquirimos, por la paciencia que desarrollamos, por el amor que compartimos. La acción de gracias es el eco de un corazón que reconoce la grandeza de Dios en todo. Que nuestras vidas sean un reflejo de esa gratitud, una ofrenda viva que honra al Creador. Al final del día, que podamos decir con sinceridad que hemos vivido un día más en verdadera acción de gracias.
SUPERANDO DESAFÍOS CON ACCIÓN DE GRACIAS
En medio de las dificultades, la acción de gracias es un faro de esperanza. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Cuando los problemas llegan, es fácil olvidar las bendiciones, pero es justamente en esos momentos cuando la gratitud es más necesaria.
Agradezcamos por la resiliencia que Dios nos da, por la fortaleza que encontramos en Él. Cada obstáculo superado es una victoria que merece ser celebrada con un corazón agradecido. La gratitud nos permite ver más allá del problema, reconociendo la mano de Dios que obra en todo.
Agradezcamos por aquellos que nos apoyan, por los amigos que nos escuchan y por la familia que nos acompaña. En la acción de gracias, encontramos la paz para aceptar lo que no podemos cambiar y la valentía para cambiar lo que sí está en nuestras manos. Que cada experiencia difícil sea una lección de vida que nos acerque más a Dios.
La gratitud nos libera del rencor y nos llena de esperanza. Agradezcamos por la sabiduría que adquirimos en los momentos de prueba. Que la acción de gracias sea nuestra respuesta ante la adversidad, mostrando al mundo la confianza que tenemos en nuestro Señor. Y cuando la tormenta pase, que nuestro testimonio de gratitud sea un reflejo del amor y la fidelidad de Dios.
COMPARTIENDO LA ACCIÓN DE GRACIAS
La acción de gracias se multiplica cuando se comparte. “Así que, recibiendo nosotros un reino inmovible, tengamos gratitud” (Hebreos 12:28). Al compartir nuestra gratitud, estamos extendiendo la bondad de Dios. Invitemos a otros a dar gracias, creando una cadena de bendiciones.
Cada vez que ayudamos a alguien, estamos practicando la “acción de gracias” en acción. Que nuestra vida sea un testimonio de gratitud que inspire a otros. Agradezcamos por la oportunidad de servir, de ser las manos y los pies de Jesús en la tierra.
En la acción de gracias, encontramos la verdadera alegría de vivir. Que cada acto de bondad refleje nuestro agradecimiento a Dios. Al compartir lo que tenemos, reconocemos que todo proviene de Él.
La acción de gracias nos enseña a vivir con generosidad y amor. Que nuestra comunidad sea conocida por su espíritu de gratitud. Y al final, que nuestra vida sea una ofrenda de acción de gracias a Dios, un canto de alabanza que nunca cese.
Hermanos y hermanas, al cerrar este encuentro, llevemos con nosotros el espíritu de la “acción de gracias”. Que no sea solo una palabra que decimos, sino una práctica que vivimos. “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).
Cada victoria, grande o pequeña, es motivo para elevar nuestra acción de gracias a Dios. Que nuestro caminar diario esté marcado por la gratitud, que sea la luz que ilumina nuestro sendero. Agradezcamos por la vida, por la salvación, por la esperanza eterna que tenemos en Cristo. Que cada acto de amor y cada servicio que brindamos sean frutos de un corazón agradecido.
Invito a cada uno de ustedes a hacer de la acción de gracias una costumbre, a buscar motivos para agradecer en cada situación. Que nuestras palabras y acciones sean un reflejo de la gratitud que sentimos por las incontables bendiciones que recibimos.
Al salir de aquí, compartan esa gratitud con el mundo, sean embajadores de la bondad de Dios. Que la “acción de gracias” sea el eco de nuestras vidas, resonando en cada rincón donde la presencia de Dios se manifieste a través de nosotros.
Y ahora, hermanos y hermanas, les animo a llevar esta acción de gracias a sus hogares, a sus trabajos, a sus comunidades. Que cada día sea una oportunidad para decir gracias a Dios y a los que nos rodean. Que la acción de gracias transforme nuestras vidas y nos una más como familia en Cristo.
Salgan con la alegría de saber que, al vivir en acción de gracias, estamos cumpliendo la voluntad de Dios. Y recuerden, en cada momento, en cada respiración, hay una bendición esperando ser agradecida.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. Y que la acción de gracias sea siempre la melodía de su alma. Amén.