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Transformados para Reformar

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12-2

Dios no solo llamó a Martín Lutero a reformar una iglesia, también nos llama hoy a reformar nuestro corazón. Antes de que haya un cambio en la sociedad o en la iglesia, debe haber una transformación interna en cada hijo e hija de Dios.

Muchos desean ver una nueva Reforma, pero pocos están dispuestos a ser transformados primero. Dios no comienza Su obra desde afuera hacia adentro, sino desde adentro hacia afuera. Él toca el corazón, limpia la mente, renueva la fe y encamina los pasos para que el cambio sea duradero y genuino.

La verdadera Reforma no empieza en las calles ni en los templos, sino en el altar secreto del alma, donde el Espíritu Santo confronta nuestro orgullo, nuestra tibieza o nuestro temor, y nos conduce al arrepentimiento.

Así como Lutero encontró la libertad al comprender la gracia, nosotros también debemos recordar que sin transformación no hay reforma, y sin rendición no hay verdadera libertad.

El llamado sigue siendo el mismo.
Volver a la Palabra, vivir por fe y caminar en la gracia.
Cuando el fuego de Dios enciende de nuevo el corazón, todo lo que está a nuestro alrededor comienza a cambiar.

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