Seria hermoso no enfrentar ninguna tormenta y tener una vida de paz y prosperidad interminable. Solo que eso pertenece al mundo de los redimidos, no al mundo de los salvados.
Jesús no nos ha prometido que no tendríamos problemas, en cambio nos ha dicho que en el mundo tendríamos aflicción. La vida está compuesta también de momentos difíciles y tendremos que entender que en muchas ocasiones, tendremos que aprender a lidiar con esas situaciones que nos parecen desafortunadas.
En el camino con Dios, habrán muchas ocasiones en las cuales Dios probara nuestra vida, y en muchos casos en ese momento de prueba puede que hasta el hombre o mujer más robustos en la fe, puedan incluso dudar. Pero una cosa es la duda y otra cosa es abandonar, se puede llegar a dudar y seguir caminando, lo que no se puede hacer es abandonar la fe. Lo que no se puede hacer es abandonar a aquel que nos salvo, lo que no se puede es renunciar a quien hemos creído, lo que no se puede es dar la espalda a quien a través de toda la vida nos ha dado de su gracia y de su amor, y solo abandonarlo porque nos ha llegado la prueba. En los momentos difíciles, en los momentos de prueba es donde hay que pararse firma ante las circunstancias y mirar fijamente a Jesús hacer una obra en nosotros.
Los discípulos son una prueba muy significativa de que aun cuando caminas con Dios, las pruebas del camino aparecerán para formar nuestro corazón. Y si somos capaces de seguir caminando, la prueba nos refinara como al oro. Nadie quiere pasar la prueba, pero todos queremos ver a Dios actuar a nuestro favor, solo que para eso, hay que estar en la prueba.
Aun cuando sigamos a Jesucristo, enfrentaremos problemas. Mateo 8:23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.
Notemos que Jesús estaba con ellos, pero aun así llego la tormenta. Eso nos debe de enseñar a nosotros que no siempre que alguien esté en problemas, es porque esta fuera o lejos de Dios. Puede que Dios quiera hacerlo pasar por ahí.
Pero nunca hay que olvidar que Jesús todavía sigue en nuestra barca, el no nos ha abandonado, más bien su presencia nos debe de dar tranquilidad.
Hay ocasiones en las que nos tocara pasar grandes tormentas. Tomando en cuenta que algunos de los discípulos eran hombres de mar, de pesca, es fácil suponer que no hubiera sido la primera tormenta que pasaran en el mar, sin embargo esta tormenta a la cual se refiere la Biblia, la describe como una gran tormenta.
Hay que estar consciente de que: cuando una gran tormenta llega: supera nuestra experiencia supera nuestros recursos para enfrentarla supera nuestra fuerzas supera nuestra paciencia y en muchos casos supera nuestra voluntad.
Es en este tipo de tormentas donde nuestra persona completa es puesta a prueba, es donde tenemos que emplearnos al máximo para poder pasarla satisfactoriamente, habrá que estar muy pendientes de no soltarnos de la voluntad de Dios, para pasarla lo mejor posible.
Pero nunca hay que olvidar que Jesús todavía sigue en nuestra barca.
Hay que recordar que la respuesta está en Jesucristo y no en nosotros. 25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !!Señor, sálvanos, que perecemos! Mientras no llega la tormenta, puede que nosotros hagamos alarde de nuestras fuerzas, puede que presumamos de nuestros recursos, puede que hagamos alarde de lo que somos, puede que hagamos alarde de lo que podemos, en pocas palabras, puede que tengamos puesta nuestra confianza en lo que somos y lo que hacemos, en lugar de tener puesta la confianza en Jesucristo.
Pero como todo está en paz, podemos confiar en nosotros y depender de nosotros mismos.
Pero todo cambia cuando llega la tormenta, aquello que poseemos está en peligro de perderse, aquello que somos es insignificante, aquello que creemos no es suficiente, en ese momento intentaremos encontrar algo más grande que nosotros mismos, ahora buscaremos al recurso infalible, a Jesucristo y rogaremos a El más que nunca, con más fervor y con más prontitud.
En otras palabras la tormenta nos hace voltear los ojos a Jesús para verle como no lo habíamos hecho hacía mucho tiempo, ahora lo comenzaremos a ver como nuestro verdadero salvador.
Y no hay que olvidar que Jesús todavía sigue en nuestra barca.