Romanos 12:6-8 “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”.
En los versos anteriores Pablo dice dos cosas que son importantes: uno, que seamos humildes, que nadie tenga más alto concepto de sí del que debe de tener; y el segundo, que todos somos parte de un cuerpo, miembros que tienen distintas funciones. Cada uno tiene su justo lugar y su justa razón de ser, y ninguno es mejor que otro aunque sea más o menos visible; y todas estas partes encajan para formar a un ser humano. Lo maravilloso de todo, es que además de ser hombre o ser mujer, somos morada del Dios invisible que vino a transformar nuestras vidas.
Así que Pablo dice que en esta realidad de quienes somos, el Espíritu Santo reparte dones a cada miembro del cuerpo, y esos dones no son de nuestra propiedad, sino que son ministerios o dones que Dios nos permite ejercitar para servir a los demás. La palabra ministro no es un título, es una palabra que viene del significado de diácono, es decir, servidor. Por tanto, tenemos que el Espíritu Santo repartió dones a todos, y aunque quizás alguno no lo haya concientizado, el mismo Espíritu Santo en su tiempo le revelará como en qué manera va a usarlo, y esto no necesariamente dentro del templo, pues generalmente nuestro servicio sucede fuera de la iglesia, en nuestra vida cotidiana.
Ahora, luego de que Pablo nos da esta introducción, viene a hablarnos acerca de una frase referida al amor, y es que el amor debe ser sin fingimiento. Esto es importantísimo, porque no tenemos que aparentar nada, sino más bien día a día demostrar que se está formando en nosotros el carácter de Cristo. Esto se tiene que formar, porque de lo contrario todo lo que hagamos para el Señor viene a ser como un címbalo que retiñe, es decir, mucha ruido y pocos resultados, porque la gente copia lo que ve en vez de lo que oye, así como eso los niños copian a sus padres en cada cosa que hacen.
Por eso lo primero en la vida cristiana es eso, el carácter, eso es lo que debe fundamentar nuestra vida como cristianos. Un carácter moldeado por el Espíritu y por la palabra, permitirá que poco a poco recuperemos la imagen y la semejanza de Dios en nuestras vidas. Esto es de lo que Pablo en Filipenses, cuando se refiere al perfeccionamiento de los santos, entendiendo que los santos somos nosotros, personas que hemos sido separadas del mundo terrenal, para ser parte del mundo de Dios. Así que quizás las acciones de alguien no sean del todo santas, pero hemos sido llamados Santos por la gracia de Dios.
Él nos ha llamado y ha empezado la obra de la transformación y el perfeccionamiento en nuestras vidas; y es entonces cuando podemos servir con humildad a Dios. En el servicio a Dios todos somos iguales, pero desarrollamos distintas funciones.