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Tocados por el Poder. El Impacto Transformador del Toque de Jesús

Después que Jesús le ordena ¡Cállate, y sal de él! al espíritu inmundo que atormentaba al hombre que se encontraba en la sinagoga (Mr. 1:23-25). Pasó algo “muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea”. (Mr. 1:28).

Los acontecimientos de aquel sábado en la sinagoga fueron tan sorprendentes, que sin dilación alguna cada uno los contó a su vecino, y éste a otro, etc. Las noticias no se confinaban a Capernaum. “En cuestión de instantes”, por decirlo así, las nuevas se extendieron por toda Galilea, o según la expresión de Lucas: “los rumores…se divulgaban por todos los lugares de la región” (Lc. 4:37).

E inmediatamente, salió con sus discípulos Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés. “Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. (Mr. 1:30).

Un día me encontraba muy mal del pecho, con una tos incesante, dolor, una pelota en la garganta. Sabía que me encontraba enfermo posiblemente de cáncer del pulmón por no haber podido dejar el vicio del cigarrillo. Después de convertirme al cristianismo por cuatro años, había luchado en la carne y no lo había podido vencer. Pero una noche me postré y le dije a Dios: Señor, no puedo dejar el vicio y sé que estoy enfermo, se que yo solo no puedo dejarlo (me di por vencido) y necesito ser sanado, así que como hijo tuyo te lo pido en el nombre de Cristo, amén. Fue una oración simple.

Al día siguiente tuve deseos de fumar nuevamente, y le dije a Dios, Señor voy a ayudarte este día nada más. Al segundo día ya no sentí ningún deseo de fumar, y pasado 20 días me fijé que mi hermana menor que vivía en la misma casa ya no fumaba, y le pregunté: no te he visto fumar últimamente, ¿dime qe ha pasado?, y ella me respondió: vieras qué cosa más rara, desde la noche tal no he sentido ganas de fumar, así que ya no fumo. De eso ya pasaron 28 años, así que el Señor para quitarme el vicio y sanarme (porque fui sanado completamente de los pulmones y de la pelota que tenía en la garganta) también le quitó el vicio a mi hermana. Ese es el toque poderoso del Señor.

El Señor quiere sanarte, no lo dudes, simplemente díselo.

I. “Así que se le acercó, la tomó de la mano y la levantó”
Marcos 1:30-31 “30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y enseguida le hablaron de ella. 31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía”.

Y la suegra de Simón estaba acostada con calentura—Lucas (4:38), por ser “el médico amado” (Col 4:14), describe la enfermedad profesionalmente llamándola: “una grande fiebre,

distinguiéndose así de aquella clase más benigna que llamaban los médicos griegos: “fiebres pequeñas, naturalmente esperando que su compasión y su poder para con uno de sus propios discípulos, no se manifestaría en menor grado que para con el extraño endemoniado en la sinagoga.

V. 31. Entonces llegando él, la tomó de su mano—más bien, “acercándose él, la tomó”, etc. El médico amado otra vez da más detalles: “E inclinándose hacia ella” (Lc_ 4:39) —y la levantó—Este acto de condescendencia, más sentido por Pedro tal vez, es relatado sólo por Marcos. y luego la dejó la calentura, y les servía—preparando su comida sabática: como prueba tanto de lo perfecto e inmediato de la curación, como de la gratitud que sentía ella hacia su glorioso Médico.

Los discípulos, probablemente desde que iban en camino, ya le habían dicho al Señor sobre la enfermedad de la suegra de Pedro. Y Él al nomás entrar vio la situación de la fiebre y en su gran amor procedió de inmediato a restaurarla completamente, pues no solo le dejó la fiebre, sino que también el Señor le devolvió la energía para que se levantara y les sirviese. Ella ni siquiera dijo: “Se me fue la fiebre, pero me siento totalmente agotada”. ¡Nada de eso! En realidad, se levantó y comenzó a realizar labores de actividad anfitriona. Empezó a atender a todos los que se hallaban presentes: Jesús, Pedro, Andrés, Jacobo, Juan.

II. ¡La sanidad del leproso!
Mateo 8:3 “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”.

Pasajes paralelos, Mr_1:40-45; Lc_ 5:12-16). El tiempo de este milagro parece estar fijado aquí con bastante precisión para permitir que lo coloquemos donde está en Marcos y Lucas, en cuyos Evangelios no se da una nota precisa del tiempo.

1. Y como descendió del monte, le seguían muchas gentes, 2. Y he aquí un leproso vino, Un leproso era considerado como (1) asqueroso, (2) difusivo (3) e incurable. Los numerosos casos de lepra con los cuales el Señor tuvo contacto, y las gloriosas curaciones que de ellos él obró, eran manifestación apropiada de la obra que él vino a hacer. Por esto, merece que se note que el primer milagro de curación de nuestro Señor relatado por Mateo, es esta curación de un leproso. Le adoraba—en qué forma, lo veremos luego: Marcos (2 R_1:40) dice: “vino a él, rogándole; e hincada la rodilla”, y Lucas (2 R_5:12), dice: “postrándose sobre el rostro”. Diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme—

Como ésta es la única curación de lepra relatada por los tres primeros evangelistas, éste fue probablemente el primer caso de esta naturaleza; y de ser así, la fe de este leproso en el poder de Cristo, se había formado en él por lo que había oído de otras curaciones de enfermedades hechas por Jesús. Y ¡qué fe más maravillosa fue ésta! No dice que creía que el Señor pudiera sanarlo, sino que, con una brevedad expresiva de una confianza que no conocía duda, dice simplemente: “puedes”; pero de la voluntad de Cristo de sanarlo no estaba seguro.

3. Y extendiendo Jesús su mano, le tocó—Marcos (2 R_1:41) dice: “teniendo misericordia de él”; un agregado precioso. Tal contacto daba origen a la contaminación según las leyes ceremoniales (Lev 5:3); asimismo, el acercamiento del leproso lo suficiente para tener contacto con personas sanas, era contrario a los reglamentos levíticos (Lev 13:46). Pero así como la fe de aquel hombre le decía que no habría ocasión para tales reglamentos, si se realizaba la curación que él esperaba, así el que tenía salud en sus alas, trascendía todos los reglamentos semejantes. Diciendo: Quiero; sé limpio— ¡Qué majestuosas son esas palabras! Al no asegurar al leproso de su poder para sanarlo, el Señor sella con gusto la confesión que había hecho el hombre de tal poder. Cuando dijo: “puedes limpiarme”. Y asegurándose de la única cosa de la cual el hombre tenía alguna duda, y que él esperaba, es decir, su voluntad para sanarlo, hace una proclamación tan divina de este deseo como la curación que siguió inmediatamente. Y luego su lepra fue limpiada—Marcos (Lev 1:42), más enfáticamente dice: “Y así que hubo él hablado, la lepra se fue luego de aquel, y fue limpio”, tan perfecta como instantáneamente. ¡Qué contraste con las curaciones modernas!

III. El toque a los dos ciegos
Mateo 9:26-29 “26 Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra. 27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho”.

Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho—No quiso decir: “Recibid una curación proporcionada a vuestra fe”: sino, “Recibid esta curación concedida a vuestra fe”. De este modo ellos llevarían consigo, en su visión restaurada, un sello precioso de la fe que trajo la curación de su Señor compasivo.

Como conclusión podemos decir que no hay nada en el mundo como “El Toque Más Tierno y Poderoso” de nuestro Señor Jesucristo. Dondequiera que haya una necesidad, simplemente debemos doblar las rodillas y rogar, implorar, suplicar porque nuestro bello Señor Jesús nos pueda tocar. No importa el problema, puede ser financiero, de enfermedad, de soledad, de vacío, prisiones, ya sea físicas, como espirituales. Dejémonos tocar por el Ser más tierno y poderoso de todo el universo.

 

Fuente:
Pastor José Alberto Vega

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