¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores.
Salmos 1:1
Pero debes saber (comprender) esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles.
2 Timoteo 3:1
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores, (Salmos 1:1)
Pero debes saber (comprender) esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. (2 Timoteo 3:1
En la sociedad contemporánea, el valor de la realización personal ha adquirido una prominencia excesiva, lo cual ha llevado a un preocupante aumento del egoísmo entre las personas. Esta tendencia individualista ha generado consecuencias perjudiciales para el bienestar colectivo y ha hecho que el mundo se vuelva un lugar peligroso.
En un mundo donde los intereses personales se magnifican, resulta cada vez más común encontrarse con individuos soberanamente egoístas, a menudo sin siquiera ser conscientes de ello. La búsqueda desmedida de la autorrealización ha llevado a que las personas descuiden su responsabilidad hacia aquellos que los rodean, generando situaciones difíciles y frustrantes.
Un ejemplo elocuente de esta problemática se evidencia en una historia personal. Una mujer que enfrentaba serios problemas matrimoniales buscó consejo en busca de ayuda. Durante la conversación, su hijo de tres años jugaba despreocupado a pocos metros de ellos. Sin embargo, cuando se le sugirió que intentara salvar su matrimonio, la mujer respondió con lágrimas en los ojos: «¿Usted no se da cuenta que tengo derecho a rehacer mi vida?».
Esta contundente afirmación refleja la mentalidad egoísta que prevalece en la sociedad actual, donde la autorrealización individual se antepone al bienestar de los demás. La mujer, centrada en sus propias necesidades, parecía ignorar por completo el impacto que sus decisiones tendrían en la vida de su hijo.
Las palabras del apóstol Pablo en el libro de Filipenses adquieren relevancia en este contexto: «no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4). Lamentablemente, esta actitud de preocupación por los demás parece estar en desuso en nuestros tiempos.
La descripción que la Biblia hace de los últimos tiempos, plasmada en la segunda carta de Pablo a Timoteo, resulta alarmantemente precisa en relación con el carácter de las personas en la actualidad. El pasaje menciona a aquellos «amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural» (2 Timoteo 3:1-3).
La correspondencia entre esta descripción y la realidad actual de la humanidad es sorprendente y advierte sobre las consecuencias peligrosas que estas actitudes egoístas acarrean. Vivir en un mundo donde el egoísmo y los intereses personales dominan la conducta de las personas se ha vuelto verdaderamente peligroso.
Sin embargo, existe una alternativa. Los creyentes, conscientes de la importancia de ayudar al bienestar de quienes les rodean, pueden desempeñar un papel crucial en contrarrestar estos tiempos peligrosos. Al comportarse de manera que promueva la empatía, el amor y la valoración hacia los demás, es posible reducir la peligrosidad del mundo y brindar seguridad a aquellos que nos rodean.
En última instancia, seguir el plan de Dios, que nos insta a mirar por el bienestar colectivo y a practicar la bondad hacia nuestros semejantes, se convierte en una necesidad imperante en estos tiempos peligrosos. Es mediante la transformación de nuestras actitudes y acciones que podemos marcar la diferencia y contribuir a la construcción de una sociedad más solidaria y compasiva.
¡Que la bendición de Dios esté con todos nosotros-