“…No hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”. Col. 3: 11.
A final de cuenta todos somos iguales. Todos estamos hechos de la misma materia; todos tenemos un cuerpo que nació y que tendrá fin; todos tenemos las mismas necesidades físicas. Las limitaciones naturales no surgieron para unos o para otros, son para todos o para cualquiera.
¿A caso no somos todos seres humanos? Dominicano, estadounidense, haitiano, colombiano, español, etíope, chino, puertorriqueño, zimbabuense o mexicano, todos tenemos cabeza, tronco y extremidades con sus respectivos órganos y funciones, y más importante, todos tenemos alma.
Igualmente todos tenemos la misma capacidad para vestirnos del vínculo perfecto, que es el amor. Cuando decimos “sí” a Jesús, el compromiso con ese vínculo debe quedar fortalecido en nuestro accionar.
Josefina Navarro