“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. Hebreos 12:15
Amargura se define como sentimiento duradero de frustración, resentimiento o tristeza, especialmente por haber sufrido una desilusión o una injusticia. La Biblia lo traduce como ajenjo, la cual alude a una planta que tiene sabor amargo; así podemos relacionar bajo este contexto la cita bíblica, la amargura es como un veneno que contamina y se expande hacia otros, por lo tanto, mantener un sentimiento de dolor por un tiempo prolongado, rabia o frustración, esto contamina nuestro interior. Y el único antídoto a este tema es el perdón, el cual debe ser inmediato.
Es comprensible que no podamos inmediatamente asimilar una situación y tener una reacción airada no muy adecuada, pero lo que no debemos hacer es mantenerla en el tiempo, tomando demora, frente a algo que inmediatamente debemos llevar en oración. La actitud frente a una ofensa, humillación o situación caótica debe ser la de orar y perdonar. Así evitamos que, al dejarla sin el trato en la presencia del Sanador, nos conlleve a vivir con un dolor profundo, contaminante y amargo. “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Mt. 6:12
Amor y gracia descienden sobre ti en este día lleno de bendiciones, Amén.