
Este es un tiempo de celebrar, dice el Señor. Celebra mi fidelidad, porque yo he sido fiel contigo desde el principio. Celebra que te he sostenido, que te he cuidado, que te he provisto en medio de los días difíciles. Celebra que, aun cuando no entendías mis caminos, yo seguía obrando a tu favor. Mi fidelidad no depende de tus fuerzas, de tu conducta ni de tus emociones, sino de mi naturaleza eterna. Por eso, te digo: celebra, porque mi fidelidad nunca falla.
Celebra que estás seguro en mis manos, que no estás solo, que no has sido abandonado. Yo me encargo de tu vida. He guardado tu entrada y tu salida, he sostenido tu casa, he puesto alimento sobre tu mesa, y he sido tu defensa cuando el enemigo se levantó. Todo lo que eres, todo lo que tienes y todo lo que has logrado lleva la marca de mi fidelidad.
“Porque grande es tu amor, más alto que los cielos; tu fidelidad alcanza hasta las nubes.” (Salmo 108:4, NVI). Así como los cielos no tienen fin, tampoco tiene límite mi fidelidad. Por eso, te invito a levantar tus manos, abrir tu boca y celebrar. Deja que tus labios me adoren, que tus manos me aplaudan, que tus pies danzan en gratitud. Es tiempo de gritar de alegría, de cantar por mi bondad y de recordar que mi fidelidad es tu seguridad.
Saca de tu corazón toda tristeza, dolor y angustia. No vivas mirando lo que falta, sino celebra lo que ya he hecho y lo que estoy por hacer. Como llamé a mi pueblo a salir al desierto para celebrar mi fiesta, también hoy te llamo a ti. Celebra mi fidelidad en tu liberación, en tu provisión, en tu sanidad y en mi dirección constante. Porque yo soy tu Dios, fiel y verdadero, y seguiré cuidando de ti en cada paso del camino, declara el Señor. (Una palabra de Luis y Mercedes Aquino – Ministerios Elías)
Lamentaciones 3:22-24 NTV ¡El fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana. Me digo: «El Señor es mi herencia; por lo tanto, ¡esperaré en él!».
Con amor y oraciones,
 
					 
				


