Parece que el mundo entero anda convulso con el tema del homosexualismo, algunos en contra y otros a favor. Algunos hermanos me han escrito horrorizados y muy preocupados con el tema, pero hay una gran diferencia entre preocuparse y ocuparse.
Creo que dese hace mucho tiempo Dios nos ha mostrado que estas cosas ocurren mientras estamos sentados en los bancos del templo y si algo tenemos más claro que nunca es que Dios no habita en templos creados por manos de hombre y que realmente, nosotros somos el templo de Dios.
Entonces cabe preguntarnos: ¿Qué hacemos nosotros para cambiar el mundo? Nos horrorizamos ante el homosexualismo como si esa fuera la única desviación sexual que existe y no solo eso, sino como si fuera la única cosa que desviara al hombre del camino de Dios. Hay mucha necesidad de Dios en la vida del ser humano y ¿Realmente estamos dando el 100%? ¿Le estamos entregando nuestra vida y nuestras fuerzas a Dios a pesar del cansancio y el sueño, la comodidad y la autogratificación?
Cuando logremos tener una respuesta acertada a esta interrogante, nos vamos a dar cuenta de que solo estamos diezmando nuestra entrega y Dios reclama el 90% restante. Despojémonos del fantasma del temor, rompamos las barreras psicológicas que nos hemos impuesto nosotros mismos; por miedo Pedro negó 3 veces al Señor. Cada vez que Dios pone una vida para salvar en nuestro camino y la dejamos pasar, es como si volviéramos a poner a Cristo en el Calvario.
Indiscutiblemente el homosexualismo no es nuestro mayor azote, nuestro mayor azote es la tibieza espiritual que estamos padeciendo los cristianos. Salgamos a buscar, Dios nos pondrá en el camino a aquellos que Él desea que escuchen su palabra, pero los encargados de transmitirla somos nosotros. Nadie enclaustrado en las paredes de un templo le arrebata vidas a Satanás.