
Anoche, recibí una llamada que estremeció mi espíritu. Era la madre de mis dos nietos que vive en Miami,Florida, Me contó un sueño que tuvo, uno que siento en mi corazón como una clara confirmación del llamado que Dios ha estado haciendo a Su Iglesia. En el sueño, ella se encontraba en una iglesia, pero una parte del pueblo dormía, mientras otra estaba despierta. Comenzó a predicar, diciendo con voz fuerte: “¡Cristo se acerca!” Y aunque ella misma dormía en el sueño, vii muchas lámparas apagadas a su alrededor. Entonces, algo sobrenatural sucedió: empezó a llevar lámparas de aceite a todos los que dormían, tratando de despertarlos y prepararlos. Despertó con una convicción tan fuerte que me llamó para pedirme oración. Dijo: “Esto no fue un sueño común… fue un mensaje de parte de Dios”.
Ese testimonio vino como confirmación de algo que ya el Espíritu Santo había puesto en mi corazón desde finales del 2024: un llamado urgente a la Iglesia a despertar y prepararse, a encender nuestras lámparas con el aceite del Espíritu, como las vírgenes prudentes de la parábola que nos enseñó Jesús en Mateo 25.
Vivimos tiempos en que la Iglesia Cristiana está siendo confrontada con desafíos históricos. Más que nunca, debemos tener una visión sensata, y posicionarnos en el lugar que Dios ha designado para Su pueblo. Dios está visitando con poder, y somos nosotros, la Iglesia, quienes debemos rendir cuentas. Conocemos la verdad. Tenemos Su Palabra. Y con esa verdad hemos sido enviados a predicar el evangelio a toda criatura.
El Señor nos está hablando. Está profetizando que hay una gran luz encendida, y que pronto arderá con más fuerza. Nos ha bendecido y seguirá haciéndolo. Pero también nos recuerda que nuestra responsabilidad es llevar esa luz, esa llama viva del Espíritu, a toda la Nación, cumpliendo con la Gran Comisión.
La parábola de las diez vírgenes (Mateo 25-1–13) nos muestra que el Reino de los cielos es como diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco eran prudentes, llevaron aceite de reserva; cinco eran insensatas, y solo llevaban lo que contenía su lámpara. Ante la tardanza del novio, todas se durmieron. Pero a la medianoche, cuando se oyó el clamor de su venida, las insensatas no pudieron encender sus lámparas. Se quedaron afuera. El esposo les dijo: “No os conozco”.
Este mensaje es claro. Hoy tenemos la oportunidad de llenar nuestras lámparas. Mañana puede ser tarde. En Su palabra encontramos toda la sabiduría que necesitamos para estar listos. No habrá tiempo de correr a comprar aceite cuando escuchemos el llamado final. El tiempo de actuar es ahora.
La Iglesia ha sido redimida con la sangre preciosa de Cristo. Esa sangre que nos dio vida, que nos sentó en lugares celestiales con Él (Efesios 2:6), que nos otorgó autoridad espiritual. Muchos han entregado sus vidas para que la Iglesia crezca. No podemos vivir dormidos, con las lámparas apagadas.
Dios está levantando una Nación Santa. Está alineando su pueblo con Su justicia. Está levantando hombres y mujeres que escriban lo que Él quiere revelar, para sembrar Su verdad en los corazones y provocar un cambio que lleve a Su pueblo de la insensatez a la prudencia.
Hoy más que nunca, la Iglesia debe levantarse con visión sensata, como una respuesta renovadora de Dios a Su pueblo. Estamos llamados a predicar por todos los medios posibles: desde los altares hasta las redes sociales, desde nuestros hogares hasta nuestras comunidades. Que el perfume del Señor se perciba en nuestras vidas. Que nuestras lámparas están encendidas con la unción fresca del Espíritu Santo.
Este testimonio y esta palabra no son una coincidencia. Son una confirmación. Dios está hablando. Cristo viene. Seamos como las vírgenes prudentes, que no sólo esperan, sino que se preparan activamente. Llenemos nuestras vasijas. Despertemos a los dormidos. Porque cuando el Esposo venga, queremos ser de aquellos a quienes Él reconozca, y nos diga: “Entrad conmigo a las bodas”.