La Biblia nos enseña que «el principio de la sabiduría es el temor al Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia» (Proverbios 9:10). Este temor no se trata de miedo paralizante, sino de reverencia, respeto profundo y una conciencia viva de Su majestad y santidad. Es un reconocimiento de que Dios es el Creador soberano y que nosotros, como Sus criaturas, dependemos de Él en todo.
El temor de Dios nos lleva a ponerlo en el centro de nuestras vidas, a someter nuestra voluntad a la suya y a vivir en obediencia. Este es el fundamento de una vida llena de propósito y significado. Sin esta actitud de reverencia, nuestras prioridades tienden a desordenarse, y podemos caer fácilmente en el engaño de perseguir cosas temporales en lugar de las eternas.
Para ser buenos mayordomos de nuestros días, debemos empezar cada jornada mirando al Señor, reconociendo Su grandeza y recordando nuestra dependencia de Él. Este enfoque nos permite caminar con diligencia en las tareas que se nos han encomendado, confiando en que Dios nos dará la fuerza y la sabiduría necesarias para llevarlas a cabo.
Cuando vivimos en el temor de Dios, nuestras vidas se alinean con Su propósito. Las decisiones se tornan más claras, el caos se transforma en orden, y experimentamos una paz que solo puede venir de estar en comunión con Él. El temor de Dios es, entonces, el ancla que estabiliza nuestra fe, guía nuestras acciones y nos lleva a disfrutar de la plenitud de la vida en Cristo.
Reflexión final:
¿Estás comenzando tus días con el temor de Dios como base? Permite que esta reverencia sea la brújula que guíe tus pasos, sabiendo que en Él encontrarás dirección, propósito y verdadera sabiduría.