“8 Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” 2 Pedro 3:8-9
Tú tienes que saber que Dios retiene su juicio sobre tu familia, dando oportunidad para el arrepentimiento. Por tu servicio al Señor, porque tú crees en el Señor, porque un día le confesaste como tu Salvador, solo por eso, tu familia tiene oportunidad delante del Señor para el arrepentimiento. Algunos ya no estuvieran en esta tierra, si no fuera por ti; algunos de tus familiares tienen puertas abiertas en lugares específicos, solo por ti; porque Dios les da oportunidad a tu familia, a tus hijos, a tu cónyuge. Así mismo como Dios abre puertas, Él también las cierra, esperando que haya arrepentimiento. Hay muchas cosas negativas que tu familia no va a expermientar solo porque Dios te ha dado una promesa. Ellos son cuidados por Dios y Él tiene paciencia con ellos, esperando por su arrepentimiento. Cuando tú le sirves a Dios hay un poder, una unción sobre ti; y no se hacen únicos y exclusivos para ti, sino que se extienden a tu familia. Gloria a Dios por esa bendición, pero tiene que ser complementada con tu fe de creer que esa bendición que está sobre ti, va también a alcanzar la salvación de tu familia.
“7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” Juan 16:7-8
Tú tienes que estar consciente que el poder del Espíritu Santo es mayor que cualquier otra influencia que pueda tratar de tomar poderío sobre tu familia. El Espíritu Santo es más poderoso que el adulterio, más poderoso que el alcoholismo, que la fornicación, que la mentira, que los malos hábitos. No importa la atadura que pueda tener tu familiar, el Espíritu Santo que convence de pecado, de justicia y de juicio, y que fue enviado como nuestro servidor, tú puedes enviarlo donde esté tu familiar, a donde estén tus hijos para que los guarde, para que los cuide, para que la muerte no toque su morada, para que el arrepentimiento llegue a tiempo a su vida, y pueda recibir al Señor Jesucristo como su Salvador. Pero pensamos: Tal familiar, este sí que es duro, este sí que está atado. Y cuando pensamos de esa manera, entonces no pensamos que Cristo murió por todos y que su sacrificio fue suficiente; no creemos en el verdadero poder del Espíritu Santo.
Cree en el poder del Espíritu Santo. Cree en el poder que nos ha dado el Señor. Cree en el poder de la Palabra. Cree que el Espíritu Santo convencerá de pecado, de justicia y de juicio a todos los tuyos. Tú y los tuyos serán testimonio del poder de Dios.
Tu fe tiene que reflejar ese crecimiento que Dios ha traído a tu vida, debe reflejar le bendición que ha sido en tu vida. A veces, en la vida nos pasan ciertas cosas que nos hacen cuestionarnos por qué nos pasan, si nosotros le servimos al Señor. Quizás no sea tu caso, pero sí el de algún familiar; una enfermedad en la familia, una muerte repentina, una pérdida de repente. Piden al Señor por la sanidad de un familiar envejeciente, pero el familiar muere, y se apartan porque sienten que el Señor les falló. La realidad es que en la vida hay ciertos procesos naturales, cosas que están fuera de nuestro control; pero en nuestras familias pasa que hay quien piensa que va a casarse con alguien, por ejemplo, y el día que ve que se compromete con otra persona, su fe se desvanece. O quizás estás creyendo por la salvación o por la sanidad de alguien, y al no recibirla, tu fe se va. Hay ciertas cosas por las cuales tenemos que tener una madurez de entender que están fuera de nuestras manos, y nuestra fe no puede estar amarrada a que tal o cual cosa se dé.
Pero todos sabemos de personas que por alguna decepción o frustración, se detienen de servirle al Señor. En fin, hay personas en tu familia que no sirven al Señor, pero no es que sean malas personas; no son fornicarios, adúlteros; y en esos casos, como que no sentimos la misma urgencia de orar por ellos. Pero tú tienes que entender que, si no han confesado a Cristo como su Salvador, si no han sido bautizados, no serán salvos, sin importar si están en la cárcel, o si son buenas personas trabajadoras que van del trabajo a la casa todos los días. Lo que nos hace salvos es la confesión de Jesucristo como nuestro Salvador, y cómo conducimos nuestra vida.
Quítate ese estigma de no orar por aquellos que tú ves como que están bien. No esperes a que tu familiar esté enfermo para predicarle, hazlo cuando está sano; no esperes a que se divorcien, ora cuando están casados. Aunque sean buenas personas, si no han confesado a Jesucristo como su Salvador, te corresponde predicarles el Evangelio.