Articulos

Su voz

Dios continúa paseándose por el huerto de cada corazón. Y sigue llamando. No siempre que llama obtiene respuesta. Un corazón sin oídos no puede escuchar. No por gusto el Señor decía a los religiosos de su época: «El que tenga oídos para oír, oiga». De manera que Él daba por sentado que se puede tener oídos y aun así, padecer de sordera espiritual. Los oídos del corazón son de tamaño sobrenatural porque saben cuándo es el Señor el que llama. Pero el corazón debe estar conectado con el Señor, junto con el alma y la mente.

Es triste pensar que alguna vez Él nos llamó y no supimos reconocer su voz. La mayoría de las veces los oídos del creyente están más curtidos para escuchan mejor cualquier otra voz que la de Él. La buena noticia es que no necesitamos pasar un seminario teológico, ni agenciarnos una biblia Thomson para aprender a escucharle. Coleccionamos muchas biblias, pero guardamos escasamente poco de lo que Dios nos dice, retenemos un mínimo de sus enseñanzas y obedecemos a regañadientes. Sin embargo, dice el Señor que sus ovejas conocen su voz y le siguen (Juan 10.27). No más zarza ardiente, ni fuego, ni nube luminosa para saber que Él nos habla. Son otros los tiempos para ver su gloria y majestad y absorber el lenguaje de su gracia. Jesús es esa gloria porque es el verbo y el verbo es la voz de Dios en acción. El día que la voz se hizo verbo nació la esperanza del mundo.

Me permito parafrasear al teólogo cubano Dr. G. Junco al comentarnos el pasaje sobre el llamamiento de Samuel (1 S 3:1-21). El joven Samuel creció en el templo en un ambiente religioso. Su madre lo había consagrado al Señor desde antes de nacer, sin embargo, el Señor lo llamó tres veces y no supo reconocer su voz. Esto quiere decir que los escenarios religiosos en los que trabajamos y servimos al Señor no son suficientes para reconocer el llamado. Podemos recordar las veces que hemos intentado comunicarnos con Dios en oración, pero no somos capaces de identificar las veces que Él ha tratado de comunicarse con nosotros. Confundimos su voz con otra voz. Samuel confundió la voz de Dios con la del sacerdote Elí. Elí estaba en pecado ante Dios y aun así supo discernir que quien llamaba a Samuel no podía ser otro que el propio Dios. ¿Por qué fue incapaz Samuel de identificar claramente la voz del Señor? El versículo 7 de este pasaje nos da la respuesta: “Samuel todavía no conocía al Señor, ni su palabra se le había revelado” (1S 3:7).

Ahí está el meollo del asunto: para reconocer la voz del Señor tenemos que conocerlo personalmente, ser uno con Él, fundirnos en Él, vivir en Él, caminar con Él. Sólo una relación íntima e inalterable con Jesús, permitirá renovarnos la audición (los oídos espirituales) y andaremos atentos y despiertos, con los ojos abiertos a la luz y la mera lectura de su Palabra se tornará revelación para nuestras vidas.

Jesús no va a cejar en su empeño de pasearse por el huerto de tu corazón y llamarte. Conócele bien, desde adentro. Él tiene la palabra, tú el corazón. Estarás listo para responder a su voz. – ¡Heme aquí, Señor!- Verás que cuando le pidas una estrella, Él te va a ofrecer el cielo entero.

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba