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Somos amigos de Jesucristo

Aunque somos siervos de Dios, Dios no nos trata como esclavos. Yo creo que eso es lo que estaba también detrás de las palabras de Jesucristo cuando Él hizo la parábola del sievro inútil. Nos estaba diciendo: Dios les ama, Dios los ha bendecido, Dios les ha adoptado como hijos,pero recuerden que, en última instancia, ustedes son siervos inútiles.

Pero no podemos perder la vista de esa gran y luminosa verdad de que somos hijos de Dios, somos amigos de Jesucristo. El Señor no nos trata como esclavos. No tenemos que venir ante el Trono de la Gracia con miedo y mendigando una bendición de parte de Dios sino que la Biblia nos invita a entrar confiadamente y venir ante el Trono de la Gracia de Dios, y venir con denuedo, esperar grandes cosas de parte del Señor, recordar que somos hijos amados y preferidos, que el Señor quiere, como hizo con el hijo pródigo, darnos todo lo que está en Su Casa y sentarnos a Su mesa para que disfrutemos de todas las bendiciones del Reino de Dios.

Y no hay un pasaje que nos ilustre eso más que Juan capítulo 15 los versículos 14 y 15 donde vemos que el Señor nos dice: «Vosotros sois mis amigos.» En el versículo 15 dice: «Ya no os llamaré siervos, porque el siervo» en otras palabras: Ya Yo no los llamaré esclavos «porque el siervo no sabe lo que hace su señor.»

En otras palabras, miremos esto desde la perspectiva de la parábola del Señor Jesucristo. Ese esclavo que Él menciona en la parábola ciertamente no merece nada de su señor: no merece explicaciones ni necesita información de parte del patrón sino que se simplemente se le dice lo que tiene que hacer y él ejecuta la voluntad de su señor. «No os llamaré más esclavos porque el esclavo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.»

En otras palabras vemos aquí claramente que la postura preferencial del Señor al tratarnos es una postura de amistad, es una postura paternal, es una postura de ser hijos adoptados de parte del Señor. Y como siervos del Señor tenemos que mantener esa doble identidad. Por una parte vemos nuestra vida como una vida entregada, rendida al Señor, y por otra parte nos vemos a nosotros mismos como hijos, como amigos escogidos que tenemos todo el derecho de esperar grandes cosas de parte de nuestro Padre Celestial. Eso quiere decir que tenemos que vivir vidas confiadas, vidas agradables, vidas que esperen esa abundancia que Dios ha prometido para todos aquéllos que lo sirven con humildad y con sencillez de corazón.

Como cristianos, como hijos de Dios tenemos todo el derecho a esperar grandes bendiciones en nuestro caminar cristiano aunque siempre tendremos ahí en una parte de nuestra subconsciencia el recordatorio de que en última instancia, somos siervos del Señor, y que estamos a Su disposición para cualquier cosa que Él quiera hacer de nosotros.

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