
Hay momentos en la vida en que todo parece confuso, ruidoso, urgente. Pero cuando entramos en la Presencia de Dios, todo cambia. El tiempo se detiene, las voces se apagan, y Él fija Su mirada solo en ti. En ese instante, eres el centro de Su atención. No porque tú lo merezcas, sino porque Su amor es tan personal, tan íntimo, que te hace sentir como si fueras su único hijo.
Estar con Dios no es perder el tiempo, es aprovecharlo al máximo. No hay mayor productividad que la que nace de un corazón alineado con el Creador. Por eso, mantener la armonía interior y espiritual es clave. No se trata solo de hacer cosas para Él, sino de estar con Él. Y en ese estar, todo lo demás encuentra su lugar.
Hoy, detente. Entra en Su presencia sin prisa. Allí, no hay comparación, no hay competencia, solo hay amor. Porque cuando estás con Él, solo tú le importas.
Señor, llévame a ese lugar donde solo tú y yo existimos. Que tu presencia lo llene todo y que mi alma descanse en la seguridad de saber que me miras con amor. Ayúdame a no perder el tiempo fuera de tu voluntad y a vivir en armonía contigo cada día. Amén