No es correcto hacer juramentos y promesas en vano, porque no sabemos si podrán ser cumplidas. El único que tiene el poder de hacer cumplir realmente todos los pactos es Dios.
Para honrar adecuadamente a Dios hay que tener cuidado de nuestras palabras, nuestras palabras se convierten en juramentos que debemos respetar y esto se convierte en un pacto con Dios.
La palabra pacto se deja únicamente a Dios porque es el único que dio su vida por nosotros, no nos corresponde hacer pactos con Dios ni con otra persona. Ahora, con otras personas realizamos un juramento, es un compromiso formal bajo los ojos de Dios.
No podemos jurar por cualquier motivo o razón, no hagamos juramentos de la manera en la que lo hacen los fariseos, no es que no podemos jurar, no es que no podemos llegar a ese grado de compromiso con otra persona, sino que cuando lo hagamos debemos saber lo que eso implica.
Sin embargo trabaja para que tu sí, sea sí, que tu no, sea no. Que tu palabra sea íntegra y que no necesite de juramentos.