Considero que el Siglo XX y el Siglo XXI han sido eras doradas de la comunicación, pero lentamente nos acercamos al punto de tener que debatir qué tipo de medios y que tipo de comunicadores queremos en nuestro país.
Toda persona, sobre la faz de la tierra, tiene la necesidad perentoria de informarse, con el fin de no quedar aislado de la realidad colectiva. Un buen locutor o un buen presentador de noticias, a través de un uso prolijo del idioma, nos transportan a diversos escenarios (un juego de pelota, una guerra, un hermoso paisaje), donde nos adentramos en esa realidad, y nos enteramos del día a día.
Hoy día hay una miríada de canales informativos: radio, prensa, medios digitales, y ofrecen muchos puntos de vista de las problemáticas que aquejan a la sociedad, pero, lamentablemente, no todos los que actúan en estos medios se conducen de manera ética y con un lenguaje adecuado.
Entiendo que en estos tiempos la sociedad permite ciertas licencias, pero no se deben traspasar los límites de la decencia, ofendiendo a un lector o un oyente. Tampoco se debe falsear una información, o tergiversarla, con el fin de acomodarla un poco a tal o cual interés.
Todo ello está provocando un debate social, donde los expertos del ramo plantean que debemos renovar los medios y establecer un perfil de los comunicadores que tenemos. Todos nosotros estamos de acuerdo en desear una comunicación veraz, precisa y que el comunicador maneje de manera correcta el idioma y se conduzca decente y respetuosamente ante su audiencia.
Por ende, debemos, lentamente, ir exigiendo una comunicación más asertiva, más decente, más ética, para así recibir una información veraz, precisa y exacta, como demandan los usuarios de estos medios, que son el estímulo principal de todos los comunicadores. Si no hay lectores, no hay escritura. Si no hay oyentes, no hay locutores. Si no hay usuarios de medios digitales, dichas páginas carecen de interés.