Dios obra por senderos misteriosos que de momento no entendemos hasta que nos ha sido revelado su significado. En la vida de este comunicador, periodista y Director del Listín Diario, pesan sobre las alas de su corazón un mensaje con la visión de fe en Dios, que produce en nuestras vidas alabanzas de adoración al Todo Poderoso.
La voz del Espíritu que llamó a Moisés al Monte Horé, mostró dominio, poder y autoridad como el Dios al pueblo de Israel. Ante su presencia, Moisés, «dejándolo todo, tuvo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía la mirada puesta en el galardón», Hebreos 11:26.
Moisés conoció de parte de Dios, el ministerio de su éxodo en ese momento, desde Egipto hacia el desierto de Marean. Habían transcurrido cuarenta años, ahora Moisés tiene una misión, con un plan divino, de librar al pueblo hebrero de manos del cautiverio egipcio de entonces.
Mas allá de la cosmovisión de la cultura Egipcia, donde se había criado Moisés, en torno a sus posesiones y posición social, económica y política, sería el próximo sucesor del Faraón al trono de Egipto, pero transcendió a la luz de la libertad desde el Monte Horé, donde conoció a su verdadero y único Dios de Israel, su pueblo hebreo y luego de transcurrido tres meses y largo camino, fue el instrumento, usado por el Creador, para la liberación del pueblo de Israel por la mano poderosa de Jehová.
A través de Moisés llegaron al desierto del Monte Sinaí, y acamparon frente al monte desde donde Jehová llamó a Moisés, para otorgarle las ordenanzas con que el pueblo de Israel tenia que obedecer para agradar al Dios de su salvación.
Dios pesa los espíritus en balanza, y pone en el nuestro el deseo de hacer su buena voluntad, tal y como lo ha hecho con Miguel Franjul que escribió el tema: “En el desierto del Sinai” sobre la historia de Israel en torno a ese acontecimiento, y también se refirió a la profundidad de la estratégica guerra de los seis días en su libro titulado “A la vera de la noticia”.
Estar cerca del Monte Sinai en esta era del Siglo XXl, y poder recordar la historia del pueblo de Dios en relación a los tiempos de hoy, duros y peligrosos, es poder confiar que si creemos en el poder milagroso y salvador de las promesas de Dios, podemos vivir confiados en la seguridad que nos brinda el gobierno teocrático de la gracia de Cristo Jesús, el único y verdadero todo poderoso Dios.
República Dominicana, en su nacimiento y desarrollo de fe, consagró en el escudo de su bandera Nacional las palabras sagradas, Dios Patria y Libertad, que también inciden en la conciencia y en el corazón de los verdaderos dominicanos, que habitan en esta Nación.
Nuestra norma de vida, como comunicadores y adoradores, hijos del verdadero Dios por la fe en Cristo, está basada en la Biblia, para que como pueblo disfrutemos de su gracia y seamos verdaderamente libres, como dice en Juan 8:32: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
La paz y seguridad que tuvo Israel en el desierto de Sinai, durante los quince años después de la guerra de los seis días, nos deja un extraordinario mensaje con un gran contenido, de una nación, que confía y ha puesto su soberanía en las manos poderosas de Dios.
Nunca hubiesen podido salir libres después de 400 años de esclavitud cautivos en Egipto, de no haber sido por las manos de Dios. Tampoco hubiesen librado y ganado la guerra del 1967, sino hubieran aplicado una profundidad estratégica en contra de tantos enemigos árabes alrededor de Israel en los seis días, demostrado por el tratado de Paz en Randevi del 26 de marzo del 1969.
Porque solo de Dios es el poder, la gloria, por los siglos de los siglos. Cito la princesa de Inglaterra, quien dijo: “Yo le temo aun más aun hombre de rodillas ante Dios, que aun ejército armado para la guerra”.
La profundidad estratégica que deberíamos tener como Nación, para la defensa en contra de los enemigos del desarrollo social, político, religioso, esta en 2da. De Crónicas 7:14: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
Por: Margarita Garcia