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Sirviendo a Dios desde la Debilidad. El Poder de Cristo en Nuestra Incapacidad

Los creyentes amamos servir a Dios! No hay duda de que servir a nuestro Dios hace evidente que amamos a Cristo, seguimos Su ejemplo y nos esforzamos por serle fieles cumpliendo el propósito para el cual hemos sido llamados (Ef 2:10).

Como pastor he tenido la oportunidad de escuchar a muchos cristianos que desean servir a Dios con un corazón sincero dentro o fuera de la iglesia, quienes me cuentan sus sueños y deseos de una vida de servicio a Cristo. La historia de todos ellos tiene un mismo comienzo y, si permanecen fieles a Cristo, tendrá un mismo final: será manifiesto el poder de Dios en medio de su debilidad.

Dios teje las historias de Sus siervos para que atraviesen el valle donde su debilidad se hace evidente y entonces ingresen a la plataforma de la gracia de Dios para una verdadera vida de servicio a Él. La manifestación del poder de Dios para ser perfeccionados comienza con nuestra incapacidad para servirle.

El poder de Dios en nuestra debilidad
El apóstol Pablo es uno de mis ejemplos favoritos de sufrimiento y debilidad. Él dijo: «Y Él [Jesús] me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Co 12:9). Este suele ser el verso clásico para abordar el tema de nuestra debilidad al servir al Señor, pero ¿qué quiso decir Pablo en esta cita?

La palabra debilidad nos habla de «incapacidad». Así que, cuando el apóstol Pablo dice que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad, entiendo que nuestra incapacidad es una oportunidad que Dios usa para perfeccionarnos a la imagen de Cristo y formar Su carácter en nosotros para servirle.

¿Quién desea tratar con personas incapaces? O, ¿quién tendría un anuncio que dijera: «Se requieren servidores incapaces»? Este mundo está lleno de exigencias de alta capacidad para llevar a cabo los planes y objetivos de este siglo. Pero los cristianos servimos a Dios desde nuestra debilidad, porque nuestra incapacidad es el campo fértil donde Dios siembra en nosotros, con Su poder, aquello para lo cual nos creó, y que usará para Su gloria y el bien de la iglesia local.

Sirvamos “gustosamente” desde nuestra debilidad
Hace algunos años, atravesé un tiempo de espera bastante largo, donde veía pasar los días y las horas de mi vida, las cuales parecían diluirse en mi desesperación. En medio de esta situación, entendí una verdad que cambió mi manera de pensar: Dios quiere que le sirvamos como Él lo desea y no como nosotros lo hemos soñado.

Aprender esto ha sido un motor en mi vida de servicio a Dios para aceptar Sus condiciones para servirle. Además, siempre regreso a esta otra verdad: en medio de mi debilidad, Él hará todo lo que ya planeó soberanamente.

De hecho, Pablo hace una afirmación impresionante: «Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Co 12:9b, énfasis añadido). Para todos los que servimos al Señor, y para quienes vendrán a hacerlo, este verso nos da una condición y un resultado.

La condición es que de buena gana —es decir, gustosamente— aceptamos nuestras debilidades. Así, en el terreno de nuestra incapacidad, Dios mostrará toda Su capacidad en nosotros. De esa forma el poder de Cristo estará sobre nosotros; y ese es el resultado.

Con esto en mente, quisiera terminar esta reflexión con tres consejos:
1. Acepta tus limitaciones.
Cuando trato de señalar alguna limitación dentro del equipo de servidores o de un miembro de mi iglesia local, me he encontrado con respuestas como: «Pero sí puedo, pastor, esto no es como lo piensas» o «Pero yo creo que debemos mantener esto así, no veo que sea bueno cambiarlo». Noto que nos cuesta aceptar nuestras limitaciones.

En nuestro gran deseo de servir a Dios, solemos olvidar que Dios se glorifica en medio de la debilidad. Él hace miles de cosas que nosotros desconocemos y aceptar nuestras limitaciones permite que nuestro servicio sea hecho mediante Su poder. Podemos aceptar ser débiles porque Cristo es fuerte y porque sabemos que Su gloria luce más grande en quiénes somos incapaces.

Cuando aceptamos nuestros límites, crecemos en unidad con nuestros hermanos y podemos aceptar su ayuda, pues no la vemos como una amenaza, sino como una bendición. Aceptar la debilidad nos libera de la ansiedad por hacer y hacer. Además, nos recuerda que Dios nos ama no por nuestras obras, sino por Su gracia.

2. Esfuérzate en tu debilidad.
Esto es fundamental, pero a la vez suena extraño. ¿Cómo me esfuerzo en no esforzarme en mis propias fuerzas? Pablo dijo que Dios «nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad» (2 Ti 1:9, énfasis añadido).

Nos esforzamos en servir a Dios sabiendo que nos salvó, nos llamó según Su propósito y que hemos recibido Su gracia antes de que siquiera deseamos servirle. Eso nos impulsa a servirle confiando en Su gracia y no en nuestra autodeterminación.

3. Recuerda Su elección en medio de tu debilidad.
Muchas veces servimos a Dios en medio del desánimo, en tiempos de tristeza y durante largos periodos de luto, mientras Él transforma nuestra vida.

Sin embargo, nuestra alegría al servir a Dios no reside en nuestra habilidad, sino en Su propia aprobación, según la cual nos eligió en Cristo. ¡Qué alegría! La elección de Dios es más gloriosa al saber que Él ha elegido a hombres y a mujeres débiles, en quienes no hay mérito propio. En esto veo cómo la elección divina actúa junto con nuestra debilidad para desactivar nuestra autosuficiencia (2 Ti 1:9).

Algunas veces no vemos cómo Dios usa su poder en nuestra debilidad. Estamos tan abrumados o distraídos por las pruebas que el Señor está permitiendo que atravesemos en Su soberanía que rápidamente creemos que no es posible seguir el camino de servicio al que Él nos llama. Pero ese es el mejor momento para recordarnos que Él nos eligió débiles y que el poder de la fuerza de nuestro amado Jesús actúa a nuestro favor y para Su gloria.

 

Fuente:
ALEX DÍAZ

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