Hace unos días un amado hermano recibió un elogio por boca de un pastor, el cual llamó mucho mi atención, él le dijo: Hermano amado, Dios te bendiga porque tu trabajas como un caballo en el servicio para Dios.
Esto me causó gracia, el pastor prosiguió a explicar: En el caso de la fuerza del caballo, ha sido tan importante porque sin ella, no habríamos podido llegar como humanidad al desarrollo que hemos alcanzado, tanto así que los inventores del motor tomaron como referencia de potencia la fuerza de un caballo.
A esto se refería en cuanto al hermano, pasaron los días y en una visita médica, aquel pastor recibió del médico unas palabras similares, ya que, al ver su condición, el doctor le dijo: En el estado en el que usted se encuentra, cualquiera ya hubiera desfallecido, pero usted es como un caballo de batalla, esto causó entre nosotros una sonrisa de complicidad, pues como bien dice la Escritura, lo que se siembra se cosecha pensamos con el hermano.
Esto me llevó a reflexionar en cuanto a la manera en que servimos al Señor, ya que damos por sentado que lo estamos entregando todo, pero ¿Será que en verdad lo estamos dando todo? La Biblia dice: Habéis oído que se dijo: …Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda (Mateo 5:38-42).
Hay muchas situaciones externas e internas, que se oponen a que nosotros hagamos la voluntad del Señor, este pastor que menciono, estaba al borde del colapso, pero su ser interior estaba tan lleno de la presencia y gracia del Señor, que él confesaba con su boca, que no sentía ni dolor ni angustia, cosa que al doctor le pareció extraordinaria; una enfermedad, por mínima que parezca, puede detenernos de hacer o llevar a cabo la voluntad del Señor, por ejemplo, este pastor estaba predicando y compartiendo la Palabra en la iglesia por varios días sin darse cuenta de su condición; sin embargo, muchos del pueblo de Dios, por un nubarrón oscuro, por el mucho viento, porque los visitó la familia, porque se sentían cansados, entre muchas otras historias los detiene para no buscar a Dios y estar en su presencia.
El caballo de batalla, tiene una característica extraordinaria, cuando se usaban en los campos de guerra estos avanzaban hacia adelante en medio de disparos, bombas, etc. Sin detenerse, tomando esto en cuenta, puedo ver una preciosa figura, la Biblia dice: Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.
Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11).
Jesús nuestro Señor y Salvador, como el caballo que es metido en la batalla, fue introducido en el campo de guerra terrenal por causa nuestra, arriesgando su propia vida y avanzando sin temor, Jesucristo venció a la muerte y nos libertó de su poder, dándonos la oportunidad de tener una vida eterna y liberándonos de la condenación por el pecado (Juan 3:16-21).
Al Señor no le importó la adversidad, para poner esto en contexto, quiero que pienses qué harías si no tuvieras automóvil para movilizarte, teléfono para comunicarle, la ciencia médica de este tiempo, las medicinas que hoy tenemos, etc.
Jesús se expuso a todo lo que nosotros pasamos y creo que aún más, como dice el autor de la carta a los hebreos: Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soport la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón. Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre… (Hebreos 12:2-4).
Nosotros también, tenemos que seguir adelante sin ver nuestras limitaciones, problemas personales, problemas relacionales, económicos, etc.
Lo único que nosotros debemos ver, es la gloria que vendrá en el futuro para nuestras vidas, el Señor habló a sus discípulos sobre este punto y les dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios (Lucas 9:62), que Dios nos ayude a cumplir con nuestro propósito, teniendo que sacar fuerzas de flaqueza como un caballo de batalla.
ABBA PADRE
Dios te continúe bendiciendo.