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Siete Maneras en las que Pablo Nos Anima a Abrazar la Debilidad en la Vida Cristiana

Aparte de Jesús, ningún otro se enfrentó contra y desmanteló el ansia de gloria terrenal de la iglesia de forma más completa y capaz que el apóstol Pablo en sus cartas a la iglesia en Corinto.

En ambas cartas, Pablo demuestra el diseño de Dios para la debilidad en la vida cristiana, volviendo sin cesar al poder de Dios presente en la debilidad de la cruz. Para Pablo, la vida cristiana exige seguir a Jesús por la fe, rechazar los valores del mundo y abrazar al Cristo crucificado desde la debilidad.

Considera estas siete maneras en las que Pablo nos anima a abrazar la debilidad.

1. Cree que la debilidad de Cristo crucificado es el poder de Dios para salvar.
El mensaje de Cristo crucificado es «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1:23-24). Por eso, para Pablo, toda la vida cristiana se vive «por la fe en el Hijo de Dios, el cual [nos]amó y se entregó a sí mismo por [nosotros]» (Gá 2:20).

Puesto que el evangelio es «el poder de Dios para la salvación de todo el que cree», toda la justicia salvadora de Dios se revela y se recibe enteramente a través de la fe en Jesús (Ro 1:16-17). Poner nuestra esperanza en cualquier otra cosa es abandonar el poder salvador de Dios.

¿Predicará esto la iglesia hoy?

2. Imita la debilidad de Cristo.
Ser apóstol era conformarse a la imagen de Cristo crucificado: «Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles en último lugar, como a sentenciados a muerte» (1 Co 4:9). Pero el camino de la debilidad no se limitó a los apóstoles de Jesús.

El ministerio del evangelio que ejerció Pablo dio origen a la iglesia de Corinto. Como su «padre en Cristo Jesús por medio del evangelio», esperaba que sus «hijos amados» crecieran pareciéndose a él: «los exhorto: sean imitadores míos» (1 Co 4:14-16). Pablo envió a Timoteo a los corintios con ese propósito: «Él les recordará mis caminos, los caminos en Cristo, tal como yo enseño en todas partes, en cada iglesia» (1 Co 4:17).

¿Qué ejemplo ofrece hoy la iglesia y a qué personas llama a imitar?

3. Considera la debilidad que tenías cuando Dios te llamó.
Comprender que «la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres» requiere que recuerdes tu propia debilidad cuando Dios te salvó (1 Co 1:25). Pablo escribe: «consideren, hermanos, su llamamiento. No hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles» (1 Co 1:26).

¿Dónde está nuestra sabiduría? En Cristo. ¿Dónde está nuestra justicia? En Cristo. ¿Dónde está nuestra santidad? En Cristo. ¿Dónde está nuestra redención? En Cristo. Cristo Jesús —y solo Él— es la totalidad de nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención.

4. Rechaza cualquier metodología que vacíe de poder la debilidad de Dios.

Pablo le recuerda a los corintios cómo llegó a ellos con el evangelio: «Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado» (1 Co 2:2). Pablo está describiendo el «cómo» de su ministerio.

El «cómo» es tan crucial como el «qué» del mensaje, porque cuando se recurre a los medios y maneras del mundo, la cruz de Cristo es vaciada de su poder.

¿Está dispuesta la iglesia de hoy a seguir su ejemplo?

5. Vive de una manera que demuestra el poder del Espíritu.
Pablo eligió vivir de tal manera que el poder de Dios estuviera presente y activo (1 Co 2:4). En otro lugar, Pablo dice a los corintios que Cristo «fue crucificado por debilidad, pero vive por el poder de Dios» (2 Co 13:4).

A lo largo de 1 y 2 Corintios, Pablo combate los sistemas de pensamiento que valoran la sabiduría y la fuerza terrenales. ¿Cómo lo hace? Siempre predica y aplica el evangelio. El arma poderosa de nuestra guerra es el mensaje de la cruz proclamado con el poder del Espíritu a través de un mensajero formado por el evangelio.

¿Qué arma utiliza la iglesia hoy?

6. No temas parecer débil.
En el centro de las críticas de los superapóstoles a Pablo (y de la vacilante fidelidad de los corintios a él y a su evangelio) estaba la acusación de que Pablo era débil. No estaba a la altura de «los que se jactan en las apariencias y no en el corazón» (2 Co 5:12).

Pablo no era un espécimen de fuerza y belleza humanas. Pero tampoco lo era Jesús, de quien se dijo: «No tiene aspecto hermoso ni majestad / Para que lo miremos, / Ni apariencia para que lo deseemos» (Is 53:2).

Jesús se veía débil. Pablo no temía lucir débil.

¿Está dispuesta la iglesia de hoy a lucir débil para mantener el evangelio en el centro?

7. Gloríate de tus debilidades para que el poder de Cristo resida en ti.
Pablo rechazó la idea de alabarse a sí mismo: «Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba» (2 Co 10:18).

En cambio, se jacta de las debilidades vergonzosas evidentes en su historial ministerial:

Cinco veces he recibido de los judíos treinta y nueve azotes. Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y he pasado una noche y un día en lo profundo.

Con frecuencia en viajes, en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajos y fatigas, en muchas noches de desvelo, en hambre y sed, con frecuencia sin comida, en frío y desnudez (2 Co 11:24–27).

La lista de Pablo podría verse como una jactancia triunfal. De este modo, estas experiencias serían testimonios de la fuerza de Pablo en la carne. Pero él no quiere tener nada que ver con tal conclusión. Así que añade un remate de humillante debilidad: «Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad» (2 Co 11:30).

¿Estamos dispuestos en la iglesia a gloriarnos de nuestras vergonzosas debilidades para mostrar el poder glorioso de Cristo?

¿Se complace la iglesia en la humillación por causa de Cristo?

¿Estamos dispuestos a creerlo (y a vivir como tal) cuando Jesús promete: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad»? (2 Co 12:9).

 

Fuente:
Eric Schumacher

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