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Si tenemos presente a Dios, recibiremos Su bendición

Dios le dijo a David que, lamentablemente, aunque su corazón era el correcto, todas las acciones que él había hecho, causaban que lo que David quería hacer se volviera en un símbolo que demostrara algo de Dios que Él no quería que se demostrara.  Porque en realidad Dios no hizo al pueblo de Israel para que fuera una potencia militar; su sello sobre el pueblo de Dios era Su presencia, que les acompañaría todos los días de la vida, y que a través de esa presencia el mundo podría experimentar el favor y la gracia de Dios.

¿Cuántas veces habremos nosotros ensangrentado nuestras manos, tratando de construir ciertas cosas en nuestras vidas, y todo lo que construimos es una marca no de Dios, pero sí de nuestro pasado?  ¿Cuántas veces, con tu esfuerzo, con tus luchas y batallas, con tus fuerzas, construyes ciertas cosas que vienen a ser símbolos, marcas en tu vida, puntos importantes que la gente puede ver, puntos de referencia maravillosos, pero no son puntos de referencia acerca del poder y de la gracia de Dios, sino que son puntos de referencia de lo que has logrado con tus fuerzas, con tus manos?  Tiene que haber un momento en que entiendas que la marca más importante que hay en la vida de un cristiano no es lo que ha logrado ni lo que tiene, sino la presencia de Dios, que llena todo en cada uno de nosotros.  Esa presencia es la que hace la diferencia.  El día que tú entiendes eso, tu vida cambia para siempre.

En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.”  Éxodo 19:1-6

Esta es una palabra poderosa que Dios le da a Su pueblo de Israel a través de Moisés, y que demuestra el verdadero Evangelio y el verdadero poder del Evangelio.  Dios dice: ustedes son mi especial tesoro; pero en realidad no es que son, sino que van a ser Su especial tesoro.  Él dice: si ustedes me obedecen, yo los voy a poner a ustedes en un lugar especial, van a ser una nación santa, escogida, nación de reyes y sacerdotes; me tienen que obedecer.  Pero antes de obedecerle, tenían que entender en dónde se encontraban en aquel momento, y por qué estaban allí.  Estaban allí porque Él los sacó de Egipto.

La fórmula correcta es esta: salvación por gracia, y porque eres salvo por gracia, obedeces y Dios te hace especial.  Obedeces y Dios te bendice.

El problema de la gente es que buscan obedecer para que Dios los bendiga.  Pero eso no es correcto porque si buscas obedecer para que Dios te bendiga, tu prioridad no es la obediencia, sino la bendición que vas a obtener por la obediencia.  La marca del pueblo de Dios no es la bendición; ese es el resultado de la obediencia a Dios.  La pregunta es entonces por qué obedeces.  Tú no obedeces para que Dios te bendiga, sino por lo que Él ya hizo.  Dios comienza diciendo: Yo los saqué de Egipto, ustedes no hicieron nada para salir de allí, no fue por sus fuerzas; yo los saqué en alas de águilas.  Eso demuestra el poder salvador de la gracia de Dios, que es la que nos saca, la que nos liberta, la que nos saca de la servidumbre y del pasado.

Nadie puede hacer nada para ser salvo.  Nadie puede hacer nada para hacer lo que solo Dios puede hacer en la vida de una persona.  Cuando una persona entonces experimenta y entiende el poder de la gracia de Dios, ahora, por esa gracia, obedece.

Tus hijos no deben obedecer porque tú los vas a bendecir, sino porque reconocen quien tú eres y lo que has hecho por ellos hasta ahora.  Si tú no haces más nada por ellos, lo que has hecho debería ser suficiente para que, comoquiera, te obedezcan.  Por eso es que la Biblia dice: honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen; porque sin ellos, no podrías estar aquí.  No es que van a hacer cosas por ti, sino por lo que ya hicieron, por lo que ya han hecho, por lo que ya ha pasado.  Ahora bien, Dios dice: si obedeces, te bendigo; si obedeces y vives esta vida entendiendo que fui yo quien te sacó, ahora, te voy a hacer un tesoro especial.

La marca del creyente no es la bendición, sino que le servimos a un Dios que sabemos que nos salvó, que nos liberó, y que nosotros obedecemos simplemente porque tenemos consciencia de que somos salvos por la gracia de Dios, y por nuestra obediencia al Dios que nos salvó, entonces, Él nos bendice.  ¿Y qué es lo importante de ese orden?  Que nunca más cuestionarás tu obediencia por tus circunstancias.

Muchos cuestionan porque viven ciertas cosas, cuestionan a Dios porque ellos entienden que están tratando de hacer las cosas correctas; y precisamente lo que están es tratando, pero nunca se ha tratado de cuán bien te portas, de lo que tú puedas hacer, sino de lo que Él ha hecho por ti, de cómo Él te sacó, y si no hiciera más nada por ti, el agradecimiento por lo que Dios ha hecho hasta ahora, debe ser suficiente para tú decir: a ti te voy a servir, te voy a adorar, te voy a obedecer.  Pero Dios te asegura algo: que si haces eso desde ese punto, la bendición se va a manifestar en tu vida.

El problema es que en nuestra mente en este tiempo que vivimos, estamos claros en que necesitamos una marca que nos haga diferentes.  Todos lo sabemos.  El empresario sabe que tiene que haber algo distintivo, algo especial, algo que llame la atención.  Todo el mundo busca distinguirse por algo, y en esa búsqueda podemos invertir nuestro tiempo en cosas que realmente se vuelven irrelevantes y hasta terminamos por convertirlas básicamente en nuestro Dios, podemos servir a esas cosas en vez de servir a Dios con todo lo que Él pone en nuestras vidas.  Pero la verdadera marca de un cristiano debe ser una sola cosa: la presencia de Dios que le acompañe dondequiera que vaya, dondequiera que esté.

Es la presencia de Dios lo que hace la diferencia en ti dondequiera que tú te encuentres.  Cuando la gente te mira, puede ver la diferencia que hace el poder del Espíritu Santo en tu vida.  Esa es la marca que tú debes buscar.

Lo que hace la diferencia contigo es la presencia de Dios.

Es cuando Dios va contigo dondequiera que tú vayas, cuando Dios te acompaña dondequiera que tú estás, es cuando tú estás consciente y claro en tu corazón de quién es Dios para tu vida y en tu vida, que entonces el mundo puede ver la diferencia.  Si tú no entiendes eso, puedes cometer el error de David.  Puedes luchar con tus fuerzas, pelear, batallar, hasta llegar al punto de que lo que le hagas a Dios se convierta en un símbolo de tu poder, y no en un símbolo de la presencia de Dios.

¿De qué te sirve una casa bonita, un carro, un gran triunfo, una gran victoria, si Dios no está ahí?  ¿De qué te sirven grandes cosas en tu vida, si cuando la gente las ve, lo que ven es tu esfuerzo, tu trabajo, y no pueden percibir que lo que ha hecho la diferencia en tu vida realmente es la presencia de Dios?  La razón por la cual Dios llamó al pueblo era una sola: Él quería que su distintivo especial sobre el pueblo de Israel y sobre nosotros hoy día, fuera su presencia.

Tú puedes aspirar a vivir con esa confianza de que hay un sello especial en ti, que solo Dios puede poner.

12 Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. 13 De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. 14 Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; 15 tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. 16 Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.”  Hechos 5:12-16

La gente comenzó a alabar a los apóstoles.  Llega un momento donde lo que había en el apóstol Pedro era algo tan espectacular, que la gente solo quería estar cerca.  La marca del Espíritu Santo en la vida de este hombre, hizo que la gente llegara de diferentes lugares y buscara la manera de entrar y estar cerca de él.  En ningún lugar dice que la gente se sanaba con la sombra de Pedro.  Estos versos lo que dicen es que la gente quería estar cerca de Pedro.  No hay por qué dudar que alguno se hubiera sanado, pero el problema es que si se toman estos versos de forma errónea, nos ponemos a inventar cosas que no son las que Dios quiere que veamos; estaríamos tomando cosas simbólicas de momentos específicos y haríamos ídolos de ellos.  Lo que se nos dice no es que la gente se sanara con la sombra de Pedro, sino que aquel hombre cargaba algo tan especial, que dondequiera que él iba, la gente tenía que llegar porque no iban a encontrar en ningún lugar lo que encontraban cerca de los apóstoles, de los discípulos.  Había un distintivo especial.  Ahí dice que la gente se sanaba, y sí; se sanaban porque llegaban al culto, a aquel lugar.  Allí se ponían las manos, se oraba; en aquel ambiente donde la gente estaba conectada, los apóstoles estaban allí, y sí ponían sus manos y no dudamos que alguno se sanara aún con la sombra de Pedro, pero lo que tú tienes que entender es que la sombra de Pedro no era lo importante, lo primordial, sino que la gente se atrevió a empezar a acercarse a los apóstoles porque la marca que había en ellos los acercaba a Dios.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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