Dios cultivó un olivo especial escogiendo a una nación para bendecir al mundo y a todas las familias de la tierra. Los cristianos somos las ramas que Dios injertó de manera sobrenatural en el tronco de su olivo natural.
Cristo es el injertador, porque la fe tiene más crédito en el cielo que los esfuerzos que hacen los hombres en la tierra para ganar la salvación. Aun en tiempos tan difíciles como los de hoy, donde la manipulación de la verdad corrompe los hechos verdaderos, los gentiles (no judíos) redimidos por la sangre del Mesías, nos alimentamos de la savia que fluye de las raíces del olivo de Dios que es el pueblo de Israel.
El Shemá (Dt. 6. 4-5) que Moisés enseñó a los israelitas, fue la respuesta de Jesús a los religiosos que le provocaron tendenciosamente para que Él les diera su parecer sobre el mandamiento más importante. Al Shemá dicho de labios de Moisés, Jesús añadió un segundo proyecto en forma de mandamiento para que el amar a Dios de tal manera, tuviera repercusiones en el corazón humano en favor de los que están a nuestro alrededor. ‘Jesús respondió: “El más importante es: ‘Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza.’ “El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Mr 12.29-31).
Es urgente que el pueblo de Dios en Cristo comience a interceder por la paz en Israel y Jerusalén, sin prejuicios y con objetividad. Balac (Números 22), Rey de Moab, buscó desesperadamente a Balaam para poner tropiezos a Israel y maldecirlo. Balac le dijo a Balaam: ‘Mira, el pueblo que salió de Egipto cubre la superficie de la tierra; ven ahora, maldícemelos; quizá yo pueda pelear contra ellos y expulsarlos.’ ” (Nm 22.11). La advertencia de Dios no se hizo esperar: ‘Y Dios dijo a Balaam: “No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito.” (Nm 22. 12).
Y ya en plena cordura el propio Balaam se lamentaba delante del Rey enemigo de Israel: “¿Cómo maldeciré a quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo condenaré a quien el Señor no ha condenado? (Nm 23.8). Esta es una advertencia para los Balac de estos días que nunca tomaron notas en la clase de historia. ¡Cuidado, pueblo de Dios, rama injertada al olivo del Señor! Las cosas no siempre serán así. El pueblo de Israel será re-injertado nuevamente y será salvo “…«El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos cuando perdone sus pecados.» (Ro 11.26-27).
Hay cierta tendencia entre el pueblo de Dios a pensar que Israel ha perdido toda bendición por su incredulidad al no reconocer a Jesucristo, el Mesías; y que la iglesia es sustituta y merecedora de las promesas que Dios ha preparado para Israel. Es un error de púlpito porque todo se consumará en el tiempo de Dios y a la iglesia lo que corresponde orar por la paz entre israelitas e ismaelitas. Dios tiene el poder de cambiar la incredulidad de Su pueblo en fe salvadora en su Ungido.
Aunque allí haya oposición al evangelio y hasta se muestre arrogancia e indiferencia por la salvación de los gentiles, el plan de Dios es irrevocable y las promesas del Reino se cumplirán por la obra del Espíritu Santo. Dios nunca ha dejado de amar a Israel, le pertenece por pacto perpetuo, así como la iglesia será siempre oveja de su prado hasta el arrebatamiento. El Shemá (escucha…oh Israel…) trae hoy nuevos vientos de la misericordia de Dios para su pueblo, judíos y gentiles del nuevo Israel que reposa sobre la cruz de Cristo. Es un grito de esperanza para toda la humanidad. Recuerda la promesa del Altísimo al patriarca: “Bendeciré a los que te bendigan, Y al que te maldiga, maldeciré. En ti serán benditas todas las familias de la tierra.” (Gn 12.3).
¡Dios te bendiga!