“ Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.” Juan 20:11-14
Si miras la tumba a través de tus lágrimas, a través de la culpabilidad, del dolor de tu pasado, lo que vas a ver es lo que no pudiste hacer, lo que no pudiste alcanzar, lo que no pudiste lograr; sin darte cuenta que, cuando tú vas a la tumba, lo que tienes que mirar es el poder de la resurrección de tu Señor Jesucristo, que es él quien completa la obra.
La obra de la nueva creación no la haces tú en tu vida; él es el que la comienza, y él es el que la termina. Lo que tú haces en el camino es muestra de tu agradecimiento, de tu amor; pero es él quien comienza y termina. Hay estudiosos de la Palabra que dicen que María Magdalena fue la mujer que, por amor por haber sido perdonada, derramó el pote de alabastro a los pies del Maestro. Él fue el que empezó la obra en María, y él la iba a terminar.
Tú tienes que acercarte al Señor, no mirándolo más a través de tus lágrimas, de tu dolor, de tu llanto; porque tu llanto lo que va a hacer es distorsionar lo que él está haciendo en tu vida, la grande obra que él está haciendo dentro de ti; estarías buscando entre los muertos a Aquel que está vivo.
Seca tus lágrimas, y comienza a ver que es Él quien va a completar la obra en ti. Él es el que va a llevarte a completar todo lo que Él ha comenzado en tu vida. Y no importa lo que tú trates de hacer, Él entiende que tú lo haces por amor, pero tú tienes que entender que es Él quien está haciendo la más grande obra de amor en ti.
Es triste que, en nuestras vidas, a través de los tiempos, nuestros pensamientos nos lleven a vivir en tristeza, amargura y dolor. Nuestras lágrimas no nos permiten ver la grande obra de Dios en nosotros. Tu dolor distorsiona lo que Dios está haciendo en tu vida. Cuando miras a tu alrededor lo que ves es lo que no has podido alcanzar y la gente que te juzga. Cuando miras la obra de Jesús a través de tu llanto, no puedes ver lo divino que él está haciendo en tu vida.
Dios quiere hacer una nueva creación en ti; y la nueva creación no se puede ver a través de las lágrimas, sino solo a través del Espíritu Santo, cuando tú te seques las lágrimas y permitas que él te muestre quien es él para tu vida, y lo que él quiere hacer contigo.
Es imposible ver lo de Dios, mientras tus ojos están llenos de lágrimas. Tu mirada y tus pensamientos se distorsionan. Cada vez que tú te acerques a Dios, hazlo esperando ver la nueva creación. Acércate esperando ver su nueva gloria en tu vida. No quiere decir que no vayas a llorar; pero los momentos de llorar no son los momentos de tratar de entender lo que Dios está haciendo, sino momentos de desahogo, pero no trates de ver lo que Dios está haciendo en esos momentos, porque no lo vas a ver, tus lágrimas lo van a distorsionar. Sécate las lágrimas y mira la experiencia, mira a Cristo resucitado en tu vida, mira cómo él está obrando en ti, cómo él está separando una cosa de la otra para luego llenarla, mira cómo él está poniendo orden en tu vida, de manera tal que un día vas a ver su gloria, la nueva creación en ti de forma sobrenatural. Sécate las lágrimas y acércate al Dios Todopoderoso para que puedas ver cómo Él completa su obra en tu vida.
Nunca más trates de tener una experiencia con el Señor a través de tus lágrimas. No trates de ver revelación a través del llanto, porque tu mirada se va a distorsionar. Atrévete a mirar a través de la fe, y tendrás una gloriosa experiencia con el Señor como nunca antes.
