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Se te Acabó el Maná

3“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.”  Isaías 55:1-3

Hay gente frustrada, amargada por trabajar en cosas que no les dan satisfacción; y, ¿de qué te sirve más dinero, si no hay satisfacción en tu vida?  Tienes carro nuevo, pero no lo disfrutas porque tienes que ir en él al trabajo que te amarga.  Cuando hablamos de prosperidad, tienes que entender que hay cosas que simplemente no están en ese momento para tu vida.  Al que vive así, insatisfecho, en amargura, nunca tiene, nunca alcanza; A estos, Dios les dice: Acércate.  Lo que Dios te va a dar, va a ser de gratis, porque Él está hablando de su gracia, pero analiza: ¿Por qué no compras pan, y compras porquerías?  ¿Por qué estás en lugares donde no tienes satisfacción?  Con todo y eso, Dios dice: Ven, acércate; compra.  Pero, ¿cómo compras sin dinero?  Sencillo: Con fe.  La única moneda de intercambio de Dios es la fe.  Cómprale con fe.  El problema es que hay quien le compra más al banco que a Dios.  Tú le compras al banco, que te puede dar una casa con mal crédito, en vez de creerle a Dios, que te puede dar una casa sin el banco.  Ese es el problema; piensas que dependes de la oferta del mundo, en vez de comprarle a Dios primero.  Dios puede o no usar al banco, pero si Él dijo que te la va a dar, en su momento, Él te la va a dar.  El problema es que no le has comprado a Él porque no te has acercado.

En Isaías, dice: Acércate, óyeme e inclina tu alma a mí.  En otras palabras: Escúchame, llénate de fe, de la palabra, e inclínate hacia mí.  Hay quien no está inclinado a Dios, sino a depender de un socio, de un descuento.  Trabaja para comprar sin descuento, y cuando llegues, si te lo dan, das gloria a Dios y das una ofrenda.  Pero no puedes vivir esperando un descuento.  ¿A cuánta gente le has estado pidiendo?  Eso lo que dice es que has comprado más la mentira del mundo, que la verdad de Dios.  Todo sueño cuesta, pero tú le crees a un Dios que provee, que trae bendición para tu vida.

Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.”  Génesis 45:4-5

Los patriarcas tenían algo en común: Creyeron, por encima de todo, al sueño de Dios, y creyeron que Dios podía proveer para ese sueño.  En Génesis 45, nos damos cuenta que la razón por la que Dios le dio un sueño a José, fue para un día darle, no tan solo a José, sino a toda su familia, todo lo que ellos necesitaban.  Mientras Jacob estaba preocupado, Dios estaba preparando todas las cosas para traer la provisión necesaria y salvar su familia.

Provisión es más que dinero.  Provisión son conexiones, oportunidades, finanzas que Dios te va a dar; pero lo más importante es que tú entiendas que cada vez que Dios te da un sueño, Él pretende que tú hagas algo: Que creas que Él te va a proveer, y que Él es la provisión que tú necesitas porque, si no, harás de las provisiones temporeras tu Dios.

Toda provisión natural es temporera, nada en esta tierra dura toda la vida.  Dios provoca que toda provisión natural sea temporera, porque el día que tú dependes de la provisión, haces de la provisión –o del lugar donde sale – tu Dios, y dejas de creer en Dios.  Siempre decimos que Egipto era un lugar de maldición, pero Dios usó a Egipto para salvar al pueblo de Israel del hambre.  Así que, Egipto pudo haber sido de maldición, pero en algún momento fue una provisión porque Dios usa hasta a tus enemigos para bendecirte.  ¿Cuál fue el problema?  Que el pueblo comenzó a depender de Egipto, y se quedaron allí por cuatrocientos años.  Cuando tú haces de una provisión temporera, algo permanente, va disminuyendo.  Tú piensas que el trabajo va a mantenerse proveyendo lo que tú necesitas, pero la vida crece más cara que el trabajo que tú tienes.  El mundo no entiende que todo lo natural siempre va a disminuir.  Toda provisión natural es temporera.  Ese trabajo, ese carro, no te van a durar toda la vida.  Si te durara toda la vida, se vuelve tu Dios.

Dios quiere que tú entiendas que Él te provee, aunque las provisiones sean temporeras en el mundo natural.  Dios quiere que tú te inclines a Él para que entiendas que cuando alguien o algo de lo que tú has dependido desaparese de tu vida, no va a pasar nada; Dios seguirá cumpliendo tu sueño.  Cuando alguien te diga: Me voy.  Tú, muéstrale la puerta y dale un mapa para que no regrese.  La gente es temporera, los negocios son temporeros, pero el Dios al que tú le sirves es Eterno.  Mientras tu provisión es temporera, Dios es eterno.

Tu sueño no depende de nadie más, de un negocio, de un trabajo; si Dios te dio el sueño, Él se encargará de proveer.  Tú no sabes todo lo que Él está haciendo o por qué, pero tú sabes que, al final, Dios te va a llevar a un lugar de abundancia y provisión para tu  vida.  Porque, aunque en esta tierra las provisiones son temporeras, el Dios al que tú le sirves es Eterno.  El problema es cuando te apegas a lo temporero.  Egipto fue bueno por un tiempo, pero Dios no quería que estuvieran toda la vida en Egipto; se acostumbraron a vivir en Egipto, y allí terminaron siendo esclavos.  Dios los saca, y les da maná por cuarenta días; pero el problema de alguien esclavo que ha sido mantenido toda su vida, es que tú le muestras la tierra y le dices que tiene que trabajar, y dice: No, vamos para atrás.  Tenían que sembrar y confiar que Dios enviaría su lluvia.  Ellos quisieron volver, pero Dios dijo: Para atrás no vas; vas para el desierto, y te voy a mantener con maná por cuarenta años.  Algo que era para cuarenta días, los mantuvo por cuarenta años; y aún eso, tan pronto entraron a la tierra prometida, lo primero que Dios hizo hacer cesar el maná.

Tú tienes que saber que se te acabó el maná.  O le crees a Dios, o le crees a Dios.  O le compras a Él su verdad y te inclinas a Él, o le compras al mundo.  La gente es temporera, los trabajos son temporeros, los negocios son temporeros, las cosas cambian, suben, bajan, pero el Dios al que tú le sirves es el Dios que provee, sin importar toda fluctuación.

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