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¡Se aceptan pecadores!

Desde que recibí la invitación a compartir en aquel pueblito de mar lo que Cristo ha hecho en mi vida, intuí que algo bueno iba a aprender. La noticia de la visita de un grupo de cristianos a aquel pequeño pueblo movilizó a la iglesia local. Basta con la acción de unos pocos que se hayan comprometido verdaderamente por la causa de Cristo para que el Señor se deleite en obrar en un lugar donde habitan unos cuantos miles de ateos e inconversos a los que Dios también ama. Una humilde iglesia nos esperaba con alegría y gozo. En la pequeña sala de reunión, una cruz indicaba la identidad de los fieles y debajo de ella, escrita cuidadosamente, una sentencia evangélica que estremeció mi corazón: ¡Se aceptan pecadores!

Como el pueblo en cuestión está pegadito al mar, no son pocos los que, según el pastor local, se acercan a la lectura y le sugieren: –Pastor, el letrero tiene una falta de ortografía, le falta una s a la palabra pecadores; se dice pes-ca-do-res -. Cuenta el pastor que esta “estrategia” evangelística le ha dado buen resultado. Su congregación está formada en su mayoría por pescadores y sus familias, a quienes él ha enseñado que no sólo eran pescadores, sino pecadores.

Y añade el pastor: -Todavía está palabra suele ser mal entendida y explicada. Esta es una oportunidad para decirles a las personas, con amor, la condición en que se encuentran sin la presencia de Dios en sus vidas y para invitarles, después de aclarar lo que es el pecado y lo que significa, que hay esperanzas para sus vidas si se arrepienten y dan un paso de fe recibiendo al Señor-.

Bella lección. Para pescar hombres el Señor diseña las redes y las coloca en nuestras manos. Asume que no hay carnada más efectiva para pescar que un testimonio que impacte al mundo porque viene de la llenura del Espíritu. Jesús dijo: “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos…hasta los confines de la tierra” (Hechos 1.8). Él no dijo: serán mis pastores, mis maestros, diáconos o evangelistas, sino testigos, simplemente mis testigos. Proviene de una raíz que quiere decir “repetir, hacerlo de nuevo” (Nuevo Diccionario de la Biblia).

La iglesia debe evolucionar y revolucionarse para lograr metas de tamaño Dios. Según G. Barna,* los analistas estiman que nuestra cultura se reinventa a sí misma cada 3 a 5 años. Esto significa que la iglesia debe renovarse constantemente para ponerse a tono con su entorno porque es la única manera en que podremos influenciar en la cultura secular y ser testigos efectivos. Claro está, sin comprometer el mensaje de salvación que es lo único que nunca, nada ni nadie, podrá cambiar.

Comencemos por poner un cartel en nuestro corazón: ¡SE ACEPTAN PECADORES! ¿Más evangélico? ¡SE BUSCAN PECADORES! ¡Ah!, si alguien se acerca interesado en el anuncio explíquele que Ud. ya no es esclavo del pecado y que sabe confesarlos y arrepentirse delante de Dios, que lo único que lo ha hecho especial es el amor de Cristo, que ya no tiene condenación (Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Ro 8.1) y que la sangre de Cristo fue suficiente para limpiarnos y andar en la luz (Pero si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 Jn 1.7).

Pescamos hombres, de cualquier condición y en cualquier circunstancia. Las redes del Señor están tejidas con hilos del cielo y soportan el peso de toda condición pecaminosa en pescadores, ingenieros, artistas, comadronas, poetas y políticos. La estrategia puede cambiar, la meta no. Cristo vino a llamar a pecadores al arrepentimiento, el testigo a repetir lo que ha aprendido del Señor y a hacer exactamente lo que Él hizo: llamar, invitar, persuadir – motivados exclusivamente por el amor a Dios y a los demás- para que otros crean. ¡Prepara tu cartel y clama al Señor por una buena red!

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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