¡Alerta, iglesia! ¡Alerta, intercesores! El enemigo no ha dejado de lanzar ataques sutiles pero poderosos contra el templo del Espíritu Santo: nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros corazones. La estrategia es clara: destruir la fe que sostiene nuestra comunión con Dios. No lo hace con estruendos visibles, sino con pensamientos que debilitan, distracciones que enfrían y heridas no sanadas que nos alejan del propósito.
Hoy más que nunca, Dios nos llama a convertirnos en socorristas espirituales. Así como los equipos de emergencia acuden al auxilio de los heridos en accidentes o desastres, nosotros somos llamados a correr en auxilio con la fe de aquellos cuya llama está por apagarse.
La fe no es solo un escudo para defendernos; también es un instrumento para rescatar. Es esa cuerda que lanzamos al que se ahoga en la desesperanza. Es ese abrazo que sostiene al caído, esa palabra viva que despierta al dormido.
¿Qué podemos hacer hoy?
Vigila tu templo. Examina tu corazón. ¿Hay grietas? ¿Hay fuego o cenizas? Pide al Espíritu que renueve tu altar interior.
Ora con urgencia. Esta no es una oración rutinaria. Es un clamor de emergencia. Intercede por tu casa, tu congregación, tu ciudad.
Activa tu fe en favor de otros. Declara vida donde hay muerte espiritual. Proclama verdad donde reina la confusión.
Camina en santidad. La pureza del templo es vital para que el Espíritu se mueva con poder. No vendas tu santidad por comodidad.
Señor, hoy despiertas nuestro espíritu con un llamado de alerta. No queremos vivir dormidos ni indiferentes al dolor espiritual de tantos. Danos ojos de discernimiento, corazones valientes y fe viva para salir en auxilio. Que seamos canales de tu poder, restauradores de brechas, protectores del templo. Fortalece nuestra fe para que podamos sostener a otros. Gracia y Paz.
