
En medio de un mundo donde las tinieblas parecen avanzar con fuerza, Jesús nos recuerda nuestra verdadera identidad: somos la sal del nuevo pacto. La sal preserva, guarda y conserva aquello que tiene valor. Del mismo modo, los hijos de Dios somos llamados a mantenernos limpios y puros delante de Él, cuidando lo que Él nos ha depositado.MATEO 5-8-9-
La luz que contemplamos en Dios,porque Él es la Luz y la fuente de toda luz se convierte en nuestra confianza diaria. Donde otros ven oscuridad, nosotros vemos oportunidad para brillar. Donde otros se rinden, nosotros afirmamos la verdad eterna.
Las verdades de la Palabra no son adornos espirituales; son principios vivos que debemos aplicar a cada situación. Así como la sal actúa aun en pequeñas cantidades, así también nuestra obediencia, nuestro testimonio y nuestra pureza pueden transformar ambientes completos.
Hoy, el Señor nos invita a considerar cómo estamos conservando aquello que Él nos ha otorgado. ¿Estamos guardando Su verdad? ¿Estamos preservando nuestro corazón? ¿Estamos siendo luz donde se nos ha colocado?
Que nuestra vida refleje esa sal que no pierde su sabor, esa luz que no se puede esconder, y ese carácter que permanece firme en un mundo cambiante.



