En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta a vivir conforme a la gracia transformadora de nuestro Señor Jesucristo. En Efesios 4:31, nos llama a despojarnos de toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia. Estas actitudes no son simples faltas de carácter, sino verdaderas prisiones espirituales que encadenan nuestra alma, nublan nuestra mente y endurecer nuestro corazón, alejándonos de la luz gloriosa del amor redentor de Cristo.
El rencor, la envidia, los celos y la contienda son sombras que apagan el testimonio del creyente y apagan la obra del Espíritu en nuestras vidas. Por eso, como hijos de la luz, somos llamados a romper esas cadenas y caminar en libertad, revestidos del perdón, la compasión y la gracia que hemos recibido del Señor.
En vez de competir o murmurar, celebremos con gozo los logros y las bendiciones de nuestros hermanos en la fe. Alegrémonos con los que se gozan, y compartamos con generosidad el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones. Que nuestras palabras edificen, que nuestras acciones reflejen la gracia, y que nuestras vidas testifiquen del poder transformador de Cristo.
