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Renovando la Fe. Lecciones de la Aparición en Emaús

Hoy es un día, ciertamente, muy especial, quizás el día más importante del calendario cristiano. Toda la historia cristiana depende del día de resurrección. Si Cristo no hubiese resucitado, todo lo que Cristo dijo no hubiese tenido valor; pero como sí ocurrió, él venció y todas Sus promesas eran ciertas. Meditemos estas cosas juntos.

En Lucas 24:13-35 vemos a Jesús, luego de Su resurrección, abordar y conversar con sus seguidores por varias horas acerca de las verdades que tienen que ver con Él en la Biblia. Es un pasaje que comienza con una nota deprimente, triste, típica de la desilusión y el fracaso y termina en una alta nota de gozo y entusiasmo.

En Lucas 24:13-17 primero vemos la muerte de la esperanza.
El versículo 13 hace referencia a Lucas 24:1 que dice “el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro”; esto era el domingo luego de Jesús haber sido crucificado. Lucas 24:8-9 dice que las mujeres le contaron lo que vieron y lo que no vieron en el sepulcro a “los once y a todos los demás” lo cual nos deja saber que estos “dos” mencionados aquí no eran de los once, sino que eran discípulos de Jesús que habían escuchado el testimonio de las mujeres que fueron al sepulcro pero que “no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.” (Lucas 24:3)

Es evidente que estos dos no iban caminando con gran ánimo ni entusiasmo; estaban saliendo desde Jerusalén, posiblemente porque no había “nada que hacer” luego de la pascua. Ellos “conversaban entre sí acerca de todas estas cosas” que, según Lucas 24:19, eran “las referentes a Jesús el nazareno”. Mientras caminaban, Jesús mismo se acercó y caminó con ellos. Pero sus ojos estaban velados para que no le reconocieran.” (v.15) El Nuevo Testamento menciona al menos 11 apariciones de Jesús luego de su resurrección y, extrañamente, en todos los casos, nunca fue reconocido de inmediato. No era que pareciera un ser celestial; sólo cuando se apareció a Pablo se podría decir que fue evidente Su divinidad. Incluso, Jesús se veía tan humano que cuando se le apareció a María Magdalena cerca del sepulcro (Juan 20:15), ella lo confundió con el jardinero.

En Lucas 24:17 comienza el intercambio con el “extraño” quién les pregunta sobre las discusiones que ellos están teniendo. “Ellos se detuvieron, con semblante triste.” (v.17) y “respondiendo, uno llamado Cleofás le dijo: ¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (v.18).Sin duda, los seguidores de Cristo estaban irritados, decepcionados, confundidos, y en un estado de profunda incredulidad. ¿Cómo es posible que haya pasado lo que pasó? Ellos no lo podían entender. Tenían claro que Jesús era “un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el todo el pueblo” (v.19) y todo indicaba que era el Mesías al punto tal que decían, “nosotros esperábamos [pasado] que era Él era el que iba a redimir a Israel.” (v.21) El problema que ellos veían era que todo parecía indicar que todo se había acabado ahí porque “ya es el tercer día desde que estas cosas acontecieron” (v.21) y nada había pasado, acorde a ellos. Algunas mujeres dijeron que vieron ángeles (Lucas 24:23) que decían que Él vivía, “pero a Él no le vieron.” (Lucas 24:24) La reacción de estos discípulos demostraba que ellos sabían lo que había ocurrido sin saber por qué habían ocurrido. Tenían una lectura humana de eventos de trascendencia divina; con razón su esperanza había muerto.

En Lucas 24:25-35, Jesús hace que la esperanza vuelva a la vida.
Jesús comienza a hablar, haciéndolos reflexionar sobre lo que ellos sentían y pensaban. Teniéndolos ahí, Jesús empieza a hablarles a estos discípulos, aún sin revelar su identidad (Lucas 24:25-27). Las primeras palabras de Jesús son de reprensión—los llama “insensatos y tardos de corazón” o despistados y torpes, no porque son estúpidos sino porque están espiritualmente indispuestos a entender “todo lo que los profetas han dicho” (Lucas 24:25). En otras palabras, estos discípulos se encontraban en esta condición porque no concebían ciertas verdades sobre el Mesías que habían sido reveladas por los profetas. Y Jesús, con una paciencia típica de Él y muy diferente a la nuestra, usando lo que Moisés y “todos los profetas” habían escrito, procedió a explicarles por qué “era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria” (v.26). La verdad es que todo el Antiguo Testamento apunta hacia Jesús como Salvador; Jesús es el Mesías y el cumplimiento de la profecía.

Es sorprendente el camino que Jesús toma para encender en estos discípulos el fuego de la esperanza. Aunque la evidencia es importante, El decide irse por el camino de la instrucción más que de la evidencia. Este camino sería más provechoso para su fe; Jesús quería no sólo emocionarlos, sino fortalecerlos.

Finalmente, en Lucas 24:28-35, vemos el resultado de la esperanza. A lo largo de estos versos hay una clara indicación que el estado emocional de estos discípulos era totalmente diferente a como era al inicio del relato (Lucas 24:13). Ellos “le instaron…quédate con nosotros…” Lucas 24:29), evidencia de su disposición de compartir. Aún antes de que sus ojos “fueran abiertos” (Lucas 24:31), ellos reportan que sentían como “ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras.” (v.32) Este “fuego” venía de ver al Mesías en los pasajes expuestos por Jesús. Surgía un nuevo vigor, un ánimo, un entusiasmo, una esperanza que vino por la fe más que por la evidencia. Y entonces, “levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén…” Lucas 24:34) para encontrarse con los once “que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban sus experiencias en el camino, y cómo le habían reconocido en el partir del pan.”(vv.34-35)

Jesús resucitó
Esta historia nos muestra que Dios tiene gloriosos propósitos en las más extrañas circunstancias de nuestras vidas. Ciertamente, Dios se glorifica aún cuándo en nosotros exista una sensación de, ¿“y cómo puede ser esto posible”? No ver a Dios en un momento dado, no significa que Él no está presente, a nuestro lado. Aún aquellos momentos donde sentimos a Dios “ausente”, Él trabaja en aumentar nuestra confianza y fe. La Palabra de Dios es la más segura fuente de fe, confianza, plenitud y cercanía con Dios.

El corazón del cristiano ha de “arder” al ver su glorioso Dios revelarse en Su Palabra. Si así no ocurre, busquemos el problema no en el fuego, sino en la “leña” de nuestro corazón. ¿Qué es más característico en tu caminar cristiano? ¿Un sentido de desilusión y derrota, típico del que viene de “un entierro”, o uno de victoria y gozo, propio del que está lleno de esperanza y gloriosa anticipación?

 

Fuente:
Pastor Héctor Salcedo

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