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Renovación de votos y decisiones correctas. Un llamado a la fidelidad en la vida Cristiana

Llegamos al final de nuestra serie de mensajes de este libro de Nehemías. Hemos escogido este capítulo a manera de conclusión por la importancia que tuvo para Israel y también para nosotros. Ciertamente el capítulo nueve pudo ser mejor para este cierre, pero esta parte es, en efecto, el resultado de lo anterior. Porque ¿qué hacemos con quebrantarnos, humillarnos, hacer resoluciones en nuestro corazón, si al final no asumimos ningún compromiso?

Este pasaje se ha conocido como la “Renovación de los Votos del Pueblo de Dios”. La profecía respecto a los exiliados decía que después de 70 años ellos regresaron a Jerusalén (Jeremías 25:11). Al llegar reconstruyeron el templo, y restablecieron la adoración; posterior a esto, Nehemías reconstruyó los muros, del cual se ha encargado la historia de este libro.

En los Capítulos 8 y 9 el pueblo escuchó la lectura del libro de la ley; y una vez confrontados por esa Palabra, se humillaron confesando sus pecados, e hicieron una serie de votos para obedecerlos y no volver a ser castigados por Dios. Las decisiones encontradas en este pasaje son un tipo de promesas que todo cristiano necesita tomar en serio, de acuerdo con el vers. 29.

El pueblo reunido allí, que incluía a hombres, mujeres y hasta los jóvenes, se comprometieron bajo maldición y juramento, a seguir la Ley de Dios dada por medio de Moisés, y a obedecer cuidadosamente todos los mandamientos, preceptos y decretos de nuestro Señor. No sabemos si el pueblo que regresó del exilio firmó ese pacto, pero de algo estamos seguros, ellos se comprometieron a tomar decisiones correctas y a cumplirlas fielmente. He aquí el mensaje para nosotros. Entonces ¿cuáles serían estas decisiones correctas a la luz de esta experiencia?

ANDAR CORRECTAMENTE EN SU PALABRA
Andar Bajo El Estándar De Su Palabra (Vers. 29ª)
Ya hablamos de la preeminencia de la palabra de Dios en nuestras vidas. Esdras se encargó de ayudar al pueblo reunido en la plaza para que la entendieran y regresaran a esa Palabra debidamente explicada. Ahora todos ellos hacen este solemne compromiso de vivir y andar bajo el estándar de la palabra de Dios.

¿Por qué ellos hicieron esto? Porque habían abandonado el pacto que contemplaba una bendición o una maldición si obedecían o no esa Palabra (Deuteronomio 28:15-29). Israel vivió las consecuencias de este abandono. Tal fue el alejamiento de este mandado que, frente a ese fracaso, ellos “protestaron y juraron” regresar al contenido de aquella bendición previamente presentada por Dios en su Palabra.

Y aquel compromiso quedó registrado para nosotros también con el propósito de andar correctamente delante de Dios. Nuestros continuos fracasos son el resultado de una vida alejada de las demandas y de las promesas de la palabra de Dios para nosotros.

El creyente vive bajo una continua presión de adoptar los estándares del mundo, sus modas, sus costumbres, sus palabras, sus diversiones, y todo eso choca con los deseos de Dios y su voluntad dejada en su Palabra. He aquí uno de los votos que deben ser renovados. Andar bajo este estándar es una decisión correcta.

El Compromiso De Guardarla En Su Totalidad (Vers. 29b)
Andar, guardar y cumplir es la demanda de la palabra de Dios para poder hacer las cosas correctamente delante de Dios. Para estos efectos, Israel como una comunidad guiada por la ley de Dios tenía mandamientos, decretos y estatutos. Era algo así como una sociedad establecida sobre el fundamento de la Palabra. ¿Y acaso no es esto el ideal de Dios?

Observemos las nuevas leyes de nuestras naciones. Hoy día, bajo la figura de respetar los derechos humanos, hay leyes cuyo único fin es acabar precisamente con las leyes establecidas por Dios. Observe las leyes respecto al nuevo concepto de la familia. Dios creo al hombre y a la mujer el sexto día, y al verlos a los dos como la corona de su creación, dice la Biblia: “Y vio Dios que todo era bueno en gran manera” (Génesis 1:31).

Pero ahora hay leyes aprobadas con el nuevo concepto de la familia y del matrimonio, tales como el casamiento de un hombre con un hombre, o una mujer con una mujer. Lo mismo está pasando con las leyes en relación con los niños y la promoción del cambio de sexo, sino se sienten hombres o mujeres. ¿Qué vamos a hacer frente a esto? Pues “protestar y jurar” que no nos apartaremos de la palabra de Dios.

ANDAR CORRECTAMENTE CUIDANDO A LA FAMILIA
No Dar Las Hijas O Hijos En Un Yudo Desigual (Vers. 30ª)
Este asunto era muy serio, porque Israel había quebrantado mucho tiempo atrás este mandamiento. En el último capítulo de este libro (Nehemías 13:23-31) están las reformas hechas por Nehemías relacionadas a ese pecado de los judíos al aparentar a sus hijas con los de otros pueblos, quebrantando totalmente el mandamiento del Señor dejado a ellos antes entrar a la tierra prometida (Deuteronomio 7:3).

¿Por qué Dios fue tan selectivo con esto? ¿Por qué esta prohibición de no casar a las hijas con los de los pueblos paganos? Porque al hacerlo, ellos adoptarían las costumbres y la adoración a los dioses de tales pueblos. Y este principio permanece igual. En el Nuevo Testamento el planteamiento no cambia, al decir “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:4), con una contundente razón: “Porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”.

La respuesta a esta pregunta es ninguna. Esta debería ser la resolución de todo padre responsable con sus hijos. Por supuesto que hay situaciones donde los hijos desobedecen a sus padres, pero esto sigue siendo el ideal divino. Esta es una decisión correcta.

Tener Un Hogar Donde Todos Sirvan Al Señor
Notemos el orden dado en estas “decisiones correctas” de parte del pueblo después de levantar el muro y el templo. Primero, hubo una decisión correcta al lugar que le dieron a la palabra de Dios, y luego hubo una decisión correcta respecto al lugar de la familia. ¿Por qué es importante este orden? Porque así es el diseño de Dios.

El creó todo con el poder de su Palabra, y luego fijó su atención en la familia. Déjeme ver esto de esta manera. Dios creó a la familia (hombre y mujer al principio) para tener con ellos un especial compañerismo, visto en las veces como él venía a visitarles en el Edén.

Y es que Dios quiso tener, además del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, una comunión especial con los seres humanos. Desde entonces, Dios espera que la familia sea un lugar para su adoración, donde se enseñe su Palabra y donde se le sirva. De esta manera, nuestro hogar debe ser como una “iglesia” dando testimonio de una vida transformada.

Dios anhela ver al padre y a la madre, junto a sus hijos, dando testimonio a sus vecinos inmediatos de la palabra de Dios. La resolución de los judíos debe ser la nuestra: Que nuestros hijos no se mezclen con inconversos, sino con creyentes para servir mejor a Dios.

ANDAR CORRECTAMENTE GUARDANDO EL DÍA DEL SEÑOR
Es El Día Santificado Para El Descanso (Vers. 31)
A Israel se le dio un día para ser apartado, guardado y para el descanso. Para ellos, este día no solo era santo, sino que era el recordatorio de haber sido instituido por Dios, porque él creó al mundo en seis días, más el séptimo reposó de toda la obra hecha (Génesis 2:1-3).

¿Tenía Dios la necesidad de descansar? ¡No! Pero lo hizo por causa de nosotros, para que también descansáramos. El ritmo de esta sociedad nos pone en una condición donde no tenemos tiempo para el descanso. Los compromisos del hogar llegan a ser muy fuertes, teniendo que trabajar hasta los mismos domingos, pero estas son excepciones, porque Dios ha dejado un día para reposar.

Como hombres nos cansamos y necesitamos descanso, y no hacerlo sería atentar contra nuestra salud. Es notorio el cansancio físico en algunos rostros. Hay hermanos que llegan a la iglesia con un cansancio acumulado, y aprovechan el sermón para reponerse del sueño perdido. A lo mejor estoy bromeando, pero el descanso es necesario, porque el cuerpo al final colapsa.

Tan serio ha sido el día de reposo para Israel que llegó a ser parte de los diez mandamientos. Ellos ahora están decidiendo no quebrantar más ese día.

Es El Día Santificado Para Adorar A Dios (Marcos 2:27-28).
Nosotros como iglesia del Señor no celebramos el sábado, tan estrictamente guardado por Israel, sino que guardamos y celebramos el primer día de la semana, porque es el día cuando Cristo se levantó de la tumba para vivir para siempre, llegando a ser para ahora del nuevo “reposo” del Señor, y por lo tanto debe ser también, nuestra fiesta solemne, así como un día santo y dedicado al Señor.

La iglesia del primer siglo celebró para su adoración a Dios el primer día de la semana. Era un día de gozo y de triunfo para recordar la resurrección de Cristo el primer día de la semana (Marcos 16:9), y la llegada del Espíritu Santo, también el primer día de la semana.

Y así como Israel decidió no hacer otra cosa durante ese día, sino escogerlo para la adoración, nosotros le estaremos dando importancia que el día de reposo, porque, así como al principio Dios creó al mundo por medio de la palabra, y descansó el séptimo día, ahora también ha creado a la iglesia como consecuencia de la resurrección de Cristo, por lo tanto, el domingo se constituye en nuestra más grande celebración.

ANDAR CORRECTAMENTE CUIDANDO LA CASA DE DIOS
“No Descuidaremos La Casa De Nuestro Dios” (Vers. 39)
En esta gran obra de reconstruir a la ciudad de Jerusalén estuvo previamente la Casa de Dios, y el pueblo que regresó del exilio reconoce el descuido de tantos años al no sostener ese lugar, símbolo de la manifestación de la gloria del Señor y depositario de la ley de Moisés, su guía como pueblo de Dios.

Frente a ese descuido ellos se proponen renovar sus votos en el sostenimiento de esa gran obra. ¿Cómo lo hicieron? Por un lado, con sus votos de volver a las disposiciones de la ley para las ofrendas, sacrificios, contribuciones y primicias. En los votos, ellos usaron una palabra que revela un gran compromiso frente a su gran descuido.

Esta fue su declaración: “nos impusimos además por la ley…” vers. 32. Otra versión dice: “Además, nos impusimos la obligación de contribuir…”. Esto revela una decisión personal. Nadie les estaba obligando, ni presionando.

Y así es como todos damos para la casa del Señor. Pablo lo expresa de esta manera: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Nuestra decisión de sostener la casa de Dios es una propuesta de corazón, y eso lo hacemos con gozo.

Las Primicias, Primogénitos Y Lo Frutos Para El Señor (Verss. 35-37)
Además de los compromisos anteriores, este pueblo decidió hacer, porque trajo lo mejor de sus primicias de sus granos, y de sus frutos para sostener la casa del Señor. También se comprometieron a traer lo mejor de sus primogénitos de sus animales, así como lo había hecho Abel cuando dedicó su ofrenda para el Señor.

Ellos renovaron estos votos descuidados por más de 70 años cuando vivieron en el exilio babilónico. Ya la casa de Dios estaba levantada, pero ahora necesitaba de su sostenimiento. Aquí hay algo para decir. Dios no tiene a más nadie para equipar a su casa con las cosas que ella necesita, sino a su propia gente.

En el contexto de la iglesia del Señor, Dios cuenta con nosotros para cuidarla y también sostenerla. Ciertamente no traemos los frutos o los primogénitos del rebaño, pero si traemos de lo que Dios nos ha dado a través de nuestros trabajos, para sostener su Casa.

Cuando uno analiza el descuido de Israel en este asunto del sostenimiento económico se da cuenta como este también toca a la iglesia del Señor, porque ciertamente sus miembros a lo mejor no han entendido que el dar, más que una obligación o imposición tributaria para el templo, dar es una bienaventuranza del Señor. ¿Y cómo hacerlo? “Según haya sido prosperado” (1 Corintios 16:2).

Este es el gran pasaje de la “renovación de los votos” después de haber finalizado el muro. No podía ser de otra manera. Después de haber levantado el templo, los muros y las puertas, ahora se plantea un serio compromiso serio de parte del pueblo en ese momento. Ellos, pues, hicieron 4 votos que de igual manera nosotros debemos hacerlos para bendición de nuestra propia vida personal, pero también como iglesia del Señor.

Prometieron ser fieles a la palabra de Dios, a la familia, el día del Señor y el sostenimiento de la casa de Dios. Sus promesas no fueron frívolas ni apresuradas. Fueron tan significativos sus votos, que incluyeron maldiciones y bendiciones como condiciones de ellos.

Por cuanto la experiencia en el exilio con sus antepasados fue tan grande que ahora hacen serios votos en favor de sus hijos y de las futuras generaciones por venir. Nosotros somos una continuidad de aquellas solemnes promesas de fidelidad del pueblo de Dios. El llamado es el mismo. Dios espera que hagamos nuestras decisiones correctas.

A lo mejor hemos pecado descuidando su Palabra, descuidando a la familia, no dándole importancia al día del Señor, para guardarlo y adorar su nombre, pero también nuestro descuido en sostener la casa de Dios. Es hora de regresar a Dios, porque a él es a quien le hemos fallado.

Fuente:
Pastor Julio Ruiz

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