Hemos llegado al último día del año. No habrá manera de retroceder el reloj del tiempo en los 364 días transcurridos hasta hoy. En todo caso hay preguntas obligadas para hacer en estas últimas horas del año. ¿Cómo ha sido para mí el 2023? Si tuviera que ponerlo en una escala del 1 al 10. ¿Dónde me ubicaría?
Tal vez usted piense: “creo que estoy entre 8 y 9”; o sea, no fue un año tan malo en medio de todo. ¿Y por qué fue un buen año? Bueno porque me fue bien en el trabajo, en el negocio, en mis estudios, en el amor y por mantener unas buenas amistades.
Nuevas Emociones
Esa calificación significa que fue un año lleno de nuevas emociones, nuevos desafíos, tareas completadas, unas buenas vacaciones… en fin, fue un buen año sobre todo si lo comparo con el año anterior que no fue tan bueno. Pero si en lugar de un 8 o 9, lo califica con un 5, aduciendo que simplemente fue otro año como siempre.
No pasó nada emocionante; sino más bien aburrido y con la misma rutina de levantarme, ir a trabajar, volver a casa, acostarme, y después hacer lo mismo otra vez. Pero a lo mejor en esa escala, en lugar en lugar de 5, merezco solo un 2, porque fue un año realmente terrible, un año muy malo. A lo mejor fue un año trágico, con enfermedades, pérdidas de amigos, problemas matrimoniales, incluso hasta la muerte de algún familiar.
¿Fue esta su experiencia? ¿Cómo califica este año que se va? En la vida espiritual ¿cómo se califica? ¿Se arrepiente de algo que estuvo haciendo mal durante todo el año? ¿Creció espiritualmente? ¿Se va pareciendo más a Cristo? En relación con su iglesia ¿qué clase de miembro fui?
¿Fui un fiel con mi tiempo en la asistencia, en el uso de los dones y talentos, en la evangelización y en haberle entregado al Señor lo que a Él le corresponde? ¿Cuál sería aquí mi calificación? La parábola de la higuera estéril nos ayuda a evaluar el tiempo transcurrido, especialmente para este último día del año. ¿Qué nos dice?
QUE TENEMOS UNA POSESIÓN EXCLUSIVA
El texto comienza diciéndonos: “Un hombre tenía una higuera”. Jesús comienza esta parábola traída en el contexto cuando habló de los que se consideraban más “justos” que otros, diciendo: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (13:5).
Para nuestra información, la higuera, junto al olivo y a la vid, es la planta más nombrada en la Biblia. Se habla de ella en más de cincuenta textos, y su primera aparición fue en el huerto del Edén, para tapar la desnudez de Adán y Eva (Génesis 3:7). Jesús usó mucho a la higuera en sus enseñanzas, esta es una de ellas; otra fue cuando maldijo a la higuera (Marcos 11:12-14); o al comparar a los tiempos del fin cuando la flor de la higuera está brotando (Mateo 24:32-51).
Escoger, pues, la planta de la higuera para decirle a Israel, y a nosotros, que somos suyos, su pertenencia, es simplemente extraordinario. Cortar la higuera fue una acción drástica, estando esto dentro del derecho del propietario. Era su viñedo. Era su árbol.
Podía hacer con él lo que quisiera. Y con esto vemos al dueño de la viña reconociendo a la higuera como suya, de su pertenencia. Originalmente esta parábola estaba dirigida a Israel como pertenencia del Señor, pero también a nosotros. La higuera tenía un dueño, como Israel tenía también su dueño, y como nosotros también tenemos el mismo dueño. Somos posesión de Dios.
QUE ESTAMOS EN UNA POSICIÓN PRIVILEGIADA
El versículo 6 habla de una higuera “plantada en su viña”. Aquí vemos algunas cosas. Esta higuera gozaba de otras ventajas que no poseían todas las higueras, sobre todo porque muchas de ellas crecían a lo largo de los caminos. Eran, en esencia, higueras silvestres, sin que nadie las fertilizara o se preocupaban por ellas. Las higueras fuera de una viña sobreviven en suelos rocosos y con muy escasos nutrientes.
¿Cuál era la diferencia con esta higuera? Que fue plantada expresamente en un viñedo, por lo tanto, ella debió disfrutar de lo mejor del suelo para dar frutos. Ella tuvo un cuidador que la fertilizaba y hasta la regaría en los meses más calurosos del año. Esta planta tenía una posición privilegiada para dar frutos. Vamos a aplicar esto de la siguiente manera.
Si la higuera representa a cada creyente, significa que fuimos sacados de la tierra silvestre (el reino de las tinieblas), y fuimos trasladados a la viña del Señor (el reino del amado Hijo), siendo plantados en el lugar indicado para dar frutos. Dios nos ha salvado y colocado en su viña, su pueblo, la iglesia. Ahora gozamos de la mayor bendición cuando nos comparamos con otros. Estamos sembrados en la viña del Señor, y si no damos frutos, no será por la tierra o el cuidador. Esto significa que si no estamos dando frutos somos una contradicción de creyentes.
QUE EL DUEÑO ESPERA SUS FRUTOS
El v. 6 dice: “…vino buscando fruto…”. Veamos la condición de la higuera. Seguramente esa higuera tenía sus hojas, porque es imposible sobrevivir sin hojas. Sin embargo, después de tres años no dio frutos. Si se aplica esta parábola primero a Israel, ellos eran una nación muy religiosa con muchas “hojas”.
Ninguna nación pudo ser más religiosa que Israel durante los tiempos de Cristo. Los habitantes de la nación podían hasta morir y matar por defender su religión; Pablo fue un buen ejemplo de esto. El texto nos dice que el dueño vino a buscar el fruto de ellos, pero “no lo halló”. Esto pasó con Israel en la primera venida de Cristo, al no dar frutos como el de arrepentimiento. Pero ¿nos diferenciamos nosotros de ellos? ¿Sabemos la diferencia entre hojas y frutos?
Al llegar a este último día del año, honestamente, cuáles frutos estaríamos presentando. Los frutos son la evidencia más clara de que somos hijos de Dios. De acuerdo con el contexto del pasaje, el primer fruto de una vida cristiana es el arrepentimiento. Si no estoy dando frutos de arrepentimiento, entonces debo revisar mi condición espiritual. Pero ¿qué de lo demás? El fruto del Espíritu, los frutos de mi oración, la evangelización, mi mayordomía. ¿Puedo estar satisfecho con los frutos dados? Del 1 al 10 ¿qué puntaje obtendría al final del año?
QUE HAY UNA ESPERANZA FRUSTRADA
El versículo 7 dice: “He aquí, desde hace tres años vengo buscando fruto en esta higuera, y no lo encuentro”. En la vida cristiana somos muy dados a hablar de nuestros privilegios, pero con frecuencia nos olvidamos de nuestras responsabilidades.
Como era de esperarse, el dueño de su higuera vino por los frutos, para eso fue plantada. Sin embargo, después de tres años, su higuera no daba frutos. Cuando se hace un estudio de la higuera descubrimos que es una de las plantas que da dos cosechas al año; esto significa que, el dueño de la higuera había perdido seis cosechas durante todo este tiempo. Venir por tres años buscando los frutos de la higuera y no encontrarlo debió ser la más grande decepción del dueño de la viña.
Uno pronto ve en estas palabras la larga paciencia del propietario. Él le ha dado todas las oportunidades razonables a esta planta para la producción de frutos. Su intención no es destruir el árbol. En esto surge una pregunta para nosotros. Si Dios nos examinara en esta última parte del año ¿qué encontraría?
¿Habrá contentamiento o decepción? Esta parábola nos enseña la importancia que tiene para Dios dar frutos. No se trata de cuántas veces asisto a la iglesia, sino cuántos frutos estoy dando. Dios nos ha plantado junto a “corrientes de aguas” para dar frutos. ¿Cuántos años más esperará por nosotros?
QUE HAY UNA PACIENCIA AGOTADA
En el mismo v.7 el dueño de la viña, frustrado ante la evidencia, dice: “Córtala. ¿para qué inutiliza también la tierra?”. Para el cuidador de la viña, aquellas palabras debieron ser muy duras. Él hizo todo lo posible para que la higuera diera frutos, y hasta vería sus bellas hojas, pero este es el resultado.
¡Qué pensamiento tan aterrador imaginar a Dios diciendo eso a uno de nosotros! “¡Córtala! Ni siquiera vale el espacio que ocupa en el suelo.” Es muy fácil para nosotros, viviendo en la era de la gracia, dejarnos llevar por una falsa sensación de seguridad pensando que esto nunca nos pasará. Llama la atención que el dueño de la viña habla de esta higuera infructuosa quejándose también de la ocupación de la tierra, en lugar de sembrar otra planta que pueda dar frutos.
¿Se refiere este texto a la pérdida de la salvación por no dar frutos? No creo, pero una señal clara de la salvación son las buenas obras, los frutos visibles de una vida entregada a Dios.
Si alguno de nosotros hemos vivido una vida infructuosa desde que fuimos bautizados, y seguimos empeorado esa condición, debemos saber que lo que estamos experimentando es la paciencia de Dios, más no su indiferencia. La paciencia de Dios es para arrepentimiento según 2 Pedro 3:9.
QUE HAY UNA OPORTUNIDAD RENOVADA
Los v. 8 dicen: ” Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone”. Este es un texto impresionante de esta parábola. Es exactamente la prefiguración del ministerio intercesor de Jesús por su pueblo judío. Viéndolo de esta manera, este pudo ser el último intento de Dios para lograr que Israel produjera el tipo de fruto que Él tenía en mente cuando ellos fueron llamados por primera vez para ser su pueblo escogido.
¿Qué pasó? ¿Aprovecharon la oportunidad manifiesta en este texto? No, al contrario, ellos fueron muy hostiles cuando Cristo se manifestó entre ellos. Es Juan quien va a decir “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:12). Y cuando Jesús estaba por finalizar su ministerio, estas fueron sus palabras lacónicas (Mateo 23:37-39).
En esta parábola el cuidador de la higuera representa a Cristo, y él es nuestro gran intercesor; el gran sumo sacerdote. Ahora vea esto, por no encontrar frutos en nosotros, Dios el Padre le dice al Hijo” córtala”, pero frente a esta inminente posibilidad, el Hijo dice: “déjala todavía este año”. He aquí la otra oportunidad, con una añadidura “hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone”. Esto se llama extensión de la gracia. ¿No había cuidado el “viñador” suficiente a la higuera?
QUE HAY UNA SENTENCIA JUSTIFICADA
El v. 9 dice: “Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”. Las palabras más reflexivas de esta oración son “si no”, dando con esto luz verde al dueño de la viña a proceder a cortarla. ¿Qué pasó con Israel? Pues no utilizó la extensión de tiempo que Dios le dio para producir el fruto del arrepentimiento, y al desechar el tiempo de la gracia, fue destruida.
El año 70 d. C, Jerusalén fue totalmente destruida con su gente y su templo. La profecía dicha por Jesús que no quedaría piedra sobre piedra para ser derribada (Mateo 24:2) fue cumplida.
Un comentarista lo expresa de esta manera: “La perdición final de los tales que se hallen sin fruto, después de los límites de una paciencia razonable, será preeminente y confesadamente justa” (Roberto Jamieson, A. R. Fausset, y David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia – tomo 2: El Nuevo Testamento (El Paso , TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 154. En todo esto hay una palabra final.
Tenemos a muchos viviendo durante años en la mejor parte de la viña del Señor, pero no dan frutos. Han escuchado el Evangelio predicado con fidelidad durante tanto tiempo y, sin embargo, no lo han abrazado, y por lo tanto no están siguiendo a Cristo. Entonces no se sorprenda si al final del camino el mismo Señor te dice “y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”.
Hoy es el último día del año. La presente parábola es muy significativa para hacer una evaluación y resumen de todo lo que ha pasado durante este tiempo pasado. Este será un buen día para hacer un balance de nuestras vidas. En un sentido, todos nosotros vamos a entrar al período de prueba de un “cuarto año”. Cristo, el guardián de la viña, y nuestro gran sumo sacerdote, ha intercedido por nosotros.
Él no hace esto para seguir dándonos más tiempo para no hacer nada. El dueño de la viña se acerca en este fin de año para ver nuestros frutos. No dejemos que Él quede decepcionado al no encontrar ningún fruto en nuestras vidas, y escuchemos su sentencia: “Córtala, ¿para qué inutiliza la tierra?”. Pero escuchemos también a Jesús decir: “Déjala todavía este año”. Escuchémosle decir: “Voy a excavar a su alrededor, remover la tierra, agregar un poco de fertilizante, le mostraré un poco más de cariño y le dará otra oportunidad” ¿No es eso simplemente típico del Espíritu de Dios?
Puede que el suelo esté rocoso y duro, pero va a hacer llover. Va a haber un cambio. ¡El jardinero está decidido y se encargará de ello! Que no seamos como esta higuera estéril. Si el Señor todavía nos deja para el “cuatro año” no lo decepcionaremos más.