Mientras vivimos en pandemia
Tras ver cada vez menos letalidad, la humanidad despierta de la somnolencia de muerte y depresión que ha causado un virus. Nos toca reconstruir una noción de cotidianidad, más, en este escenario, queda preguntarnos que es normal y que no, ya que tocas nuestras concepciones y paradigmas han sido sacudidos hasta la fibra más íntima, y algunas han quedado desacreditadas y destruidas.
Todo empezó en noviembre o diciembre de 2019, y lentamente, este virus fue propagándose por todo el mundo. En nuestro país, los primeros casos surgen a fines de febrero del 2020, y cerca del 15 de marzo de 2020, fecha en que se celebra unas elecciones congresuales que dan apoyo masivo a la entonces oposición del PRM, se declara el primer toque de queda y el primer estado de emergencia.
Lentamente, los auspicios positivos de que esta situación iba a ser prontamente superada, fue sustituida por una realidad más cruel y contundente: no estabamos ni remotamente preparados para este golpe, y para evitar un número mayor de muertes de las que se sucedieron, se ordenó el confinamiento.
Por un periodo de aproximadamente 6 meses, y en algunos sectores productivos más tiempo, la actividad económica estuvo plenamente paralizada, con todo el mundo recluido en sus casas, comiéndose sus ahorros (quienes los tuvieran), o endeudándose hasta más no poder para cubrir sus necesidades y las de su familia.
A diferencia de otros países, donde hubo condonaciones de deuda, rebajas de interés o prolongaciones automáticas de las fechas de vencimiento, aparte de ayuda gubernamental, en nuestro país, salvo casos puntuales, los bancos se hicieron de la vista gorda y siguieron cobrando y el estado también, mientras que fue aumentando la cantidad de personas en mora y la cantidad de desempleados se dispara a niveles históricos.
En agosto del 2020, el gobierno del Presidente Abinader, recibió un país virtualmente colapsado, en medio de una pandemia y sin una clara luz a la vista en medio de ese túnel de empobrecimiento, locura y muerte.
Pero lentamente fueron surgieron pequeños atisbos de esperanza: los anuncios de vacuna, el hecho que fuese bajando la letalidad de las cepas subsiguientes y que las personas, al menos por un tiempo, fuera por conciencia o miedo, cumplieron con las medidas sanitarias de la distancia, higienización y uso de mascarillas.
Lentamente, ha habido una estabilización,pero tendremos que aprender a convivir con este virus y vacunarnos con cierta periodicidad. Costará bastante reponerse a estos casi dos años de pánico: los costos económicos, psicológicos, sociales, la pérdida invaluable de seres queridos, todo esto ha afectado a la humanidad.
Pero, esto nos obliga a preguntarnos: ¿la humanidad cambió? ¿La humanidad dejó ese egoísmo natural y se ha vuelto más noble y compasiva?, y la respuesta es triste. No. El ser humano es tan egoísta, miserable y ruin que antes de la pandemia, habiendo casos de personas que han hecho muchos negocios en el marco de esta pandemia, y en muchos casos, somos peores, por la amargura, los trastornos sufridos y se está manifestando un brote de violencia preocupante.
No todo es malo. Esta pandemia nos trajo o aceleró la adopción de algunas prácticas ajenas o minoritarias como la educación modalidad virtual, reuniones de zoom para todo, el teletrabajo, y todo eso ha sido un reto social que ha sido un avance. También, el pedir comidas por internet, compras por el super, las transacciones bancarias, todo esto aumentó sobremanera, facilitando la vida de mucha gente y reduciendo el cúmulo de personas en bancos, supermercados y restaurantes.
Asistimos, por ende, a la forja de un nuevo mundo sobre las cenizas del nuevo, y la humanidad ha sabido resurgir de las cenizas, y cada uno de nosotros ha tenido que reinventarse también, haciendo cosas que nunca esperaron ni soñaron hacer. Espero, de corazón, que reflexionemos de todo lo vivido y tratemos de ser más empáticos y nobles. Caras vemos, pero dolores no sabemos. Y todos sufrimos pérdidas, por ende, nuestra sanación debe ser en colectivo, tratando de dar un pasito más hacia la hermandad, es decir tratar, entre todos, de ayudarnos.
Algo positivo es que muchos, en estos tiempos de aflicción, han vuelto al redil de la fe, independientemente de que parcela, y muchos han rezado, muchos han pedido perdón y muchos han tratado de ser mejores personas, y eso da algo de esperanza sobre el futuro de la humanidad y su capacidad de aprender sobre las crisis.