
El apóstol Pablo, en 1 Corintios 15:1-11, nos recuerda el corazón del evangelio: la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, fundamentos inquebrantables de nuestra fe. Este mensaje no solo es una historia pasada, sino una realidad viva que transforma y renueva. 1 Corintios 15-1-11
Pablo, quien se consideraba “el más pequeño de los apóstoles”, nos muestra cómo la gracia de Dios lo alcanzó y le dio un propósito. Así también, esa gracia nos cubre hoy, como un nuevo manto de paz, envolviendo nuestras cargas, culpas y temores. La resurrección de Cristo no solo es la garantía de vida eterna, sino también la confirmación de que la paz de Dios es para nosotros, aquí y ahora.
Cada vez que abrazamos esta verdad, somos revestidos por ese manto de paz que calma las tormentas internas y nos afirma en la esperanza. Así como Pablo fue transformado y llamado a proclamar este mensaje, nosotros también somos llamados a vivir y anunciar la gracia que nos ha sido dada.
Que hoy podamos recordar que, aunque indignos, Su gracia nos basta. Y en medio de cualquier prueba, Su paz nos envuelve como un manto nuevo, testimonio de que somos hijos de la resurrección.