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Razones Bíblicas para no vivir una vida aislada

La soledad y el aislamiento social se están convirtiendo en un problema cada vez mayor en el mundo actual. A pesar de que vivimos en una sociedad hiperconectada, aún mucha gente se siente sola. Tal vez, más sola que nunca.

Cada vez más estudios advierten que las personas pasan más tiempo solas que acompañadas, tienen menos amistades íntimas y se sienten menos conectadas con sus comunidades inmediatas que hace dos décadas. No podemos culpar solo a Internet por este problema, aunque muchos estudios indican que la tecnología y las redes sociales permiten el marco en el cual la soledad y el aislamiento se agravan.

Las facilidades y comodidades que nos brinda la tecnología se han vuelto en nuestra contra, al punto de que nos provocan serios problemas de salud. En adultos y mayores, el aislamiento social está relacionado con serios problemas físicos, como el deterioro mental y la insuficiencia cardíaca; en jóvenes y adolescentes, con la ansiedad y la depresión.

No fuimos creados para el aislamiento, sino para la comunidad, porque fuimos creados por el Dios trino

Los cristianos no somos inmunes a esta problemática actual. Pero lo más triste es que no solo afecta nuestra salud, sino también a nuestro propósito y razón de ser. Cristianos aislados se traduce en iglesias aisladas, que no cumplen su misión ni reflejan a Dios en el mundo.

Tal vez tú eres un creyente que tiende a aislarse y evitar relaciones personales profundas. O tal vez conoces a un hermano en la fe que lo hace. Aunque es bueno tener tiempo a solas para la introspección, quiero animarte a que no permitas que la soledad y el aislamiento dominen tu vida. Por eso quiero compartir contigo cuatro verdades bíblicas que nos dan razones suficientes para seguir apostando por las interacciones sociales presenciales.

1. El gran Dios: fuiste creado por un Dios en tres personas.

La primera razón para no vivir aislado es que fuiste creado para vivir en comunidad.

Recuerda el relato de la creación de Adán y Eva: «Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1:27). Los seres humanos somos portadores de la imagen de Dios, lo cual tiene muchas implicaciones para nuestra identidad y propósito.

Debemos administrar el mundo de una manera que refleje el gobierno de Dios (v. 26). Debemos ser fecundos y llenar la tierra (v. 28). Debemos tratar a todo ser humano con respeto y dignidad (Stg 3:9).

Es evidente que ser portadores de la imagen de Dios requiere que tengamos vínculos interpersonales e interacciones con el mundo. No fuimos creados para el aislamiento, sino para la comunidad, porque fuimos creados por el Dios trino, quien existe en una comunidad de tres personas desde la eternidad y por la eternidad.

El problema es que el pecado corrompió nuestra imagen y semejanza de Dios. Desde la caída, las relaciones humanas son dolorosas y conflictivas (Gn 3:16-19). Lo puedes ver, por ejemplo, en nuestra mala administración del mundo, en el profundo egoísmo humano y en la violencia social. ¡Con razón la soledad a veces parece una mejor opción!

Pero no te rindas con las relaciones sociales. La buena noticia es que Jesús vino a restaurar nuestra imagen. Al morir para pagar por los pecados de Su pueblo, Jesús nos dio una nueva vida en Dios en la que vamos renovando nuestro ser interior a Su semejanza, en santidad, justicia y verdad (Ef 4:22-24).

Gracias a la obra de Jesús podemos —y debemos— reflejar la imagen de Dios. Esto nos ayuda a vivir las relaciones de manera más acorde al plan divino. Si te cuesta tratar con las personas, recuerda que Cristo vino a restaurar nuestra imagen de Dios, de modo que podamos entablar relaciones sanas con los demás.

2. El gran mandamiento: debes amar a tu prójimo.
La segunda razón para no vivir aislado tiene que ver con tu obediencia a Dios.

Para reflejar Su imagen de manera fiel, Dios nos dejó Su ley que nos guía para vivir de una manera santa y amorosa. De hecho, toda la ley puede resumirse en este mandamiento de dos caras: amar a Dios y amar al prójimo (Dt 6:5; Mt 22:37-40). Esto es lo que Dios requiere de Su pueblo.

Es evidente que para amar a nuestro prójimo es necesario que mantengamos vínculos personales. ¿Dónde más pondríamos en práctica nuestra obediencia a Dios? Es tan obvio que hasta suena absurdo tener que decirlo, pero se ha vuelto necesario en esta época en la que amar se confunde con ser tolerante. Simplemente se tolera la existencia de los demás, pero no hay un compromiso con cultivar relaciones personales profundas.

No te aísles ni te recluyas en la soledad, asume compromiso con una iglesia local y vive el plan de Dios para tu crecimiento

Este problema se debe a la corrupción del pecado que impide a las personas cumplir la ley de Dios de la manera que Él exige: con un corazón puro y para Su gloria. El ser humano natural no ama a Dios y, como consecuencia, tampoco ama a su prójimo. Lo puedes ver en las noticias: las guerras, la opresión a los vulnerables, la ambición desmedida y tantas otras desgracias nacen de corazones que no aman a Dios ni al prójimo. Y si eres sincero, también puedes verlo en tu propio corazón: ¿de dónde crees que vienen tus conflictos interpersonales (Stg 4:1)?

Vivimos en medio de relaciones caídas, contrarias a la ley de Dios. Por eso muchas veces preferimos evitarlas. Pero el mundo conoció el verdadero amor cuando Cristo vino para dar Su vida (Jn 3:16). ¡Los cristianos hemos conocido el verdadero amor en la muerte de Jesús por nuestros pecados! Gracias a eso podemos practicar el mismo amor con los demás y, en especial, con nuestros hermanos en la fe (1 Jn 3:16).

Tal vez no somos perfectos en nuestro amor por los demás, pero gracias a Cristo estamos en un camino de obediencia. Aunque las relaciones sociales pueden ser dolorosas y difíciles, recuerda el amor eterno de Jesús que transformó tu corazón para amar a otros de manera sacrificial. Sé obediente a la ley de Dios y cultiva relaciones interpersonales donde puedas practicar el amor (Ro 13:8-10).
3. La gran familia: la iglesia te ayuda a crecer.

La tercera razón para no vivir aislado tiene que ver con tu crecimiento espiritual.

Es cierto que los cristianos hemos recibido un nuevo corazón, capaz de amar a Dios y al prójimo, pero necesitamos ejercitar y madurar este amor a la semejanza de Cristo. Y así como dependemos de Dios para nacer de nuevo, dependemos de Él para nuestro crecimiento (cp. Gá 5:25).

Uno de los «canales» por los cuales Dios derrama Su gracia para nuestra madurez y edificación es a través de la comunión fraternal con otros creyentes. En el contexto de una iglesia local, la familia espiritual, puedes cultivar relaciones donde se vive, se practica y se habla la verdad y el amor de Dios (Ef 4:15). Como necesitas estas relaciones para crecer, es evidente que necesitas asistir presencialmente a la iglesia y exponerte a la predicación de las Escrituras. Necesitas cantar y orar con tus hermanos, llorar y reír con tus hermanos. Necesitas a tu familia de la fe.

No estoy idealizando a la iglesia, como si allí no hubiera conflictos y desacuerdos. Pero incluso esas experiencias son oportunidades para nuestro crecimiento si las enfrentamos con humildad, mansedumbre, paciencia y perdón, con el esfuerzo por mantener la unidad de nuestra iglesia (Ef 4:1-3).

Cuando vivimos de acuerdo al plan sabio de Dios no solo crecemos, sino que también tenemos el privilegio de ser instrumentos del Señor para el crecimiento de otros creyentes. Por eso, no te aísles ni te recluyas en la soledad. Asume compromiso con una iglesia local y vive el plan de Dios para tu crecimiento.
4. La gran comisión: Jesús te llama a hacer discípulos.

La última razón que quiero compartir contigo por la cual no deberías aislarte está relacionada con tu misión.

Después de haber muerto y resucitado para asegurar la salvación de Su pueblo, Jesús encomendó y empoderó a Sus discípulos para que hicieran más discípulos Suyos en todas las naciones, hasta el fin del mundo (Mt 28:18-20). Esta misión sigue vigente hasta nuestros días y te incluye, como parte del pueblo de Dios.

Si te aíslas y no cumples tu misión, pierdes gran parte de tu propósito en la tierra y te expones a una vida hueca y sin sentido

El mandamiento específico en la gran comisión es hacer discípulos, lo que demanda que vayas donde las personas están, que prediques el evangelio con tu vida y tus palabras, que te pongas a la par de aquellos que responden al mensaje para enseñarles a vivir la vida de acuerdo a la Palabra de Dios. En resumidas cuentas, cumplir la gran comisión demanda que cultives relaciones interpersonales. Si te aíslas y no cumples tu misión, pierdes gran parte de tu propósito en la tierra y te expones a una vida hueca y sin sentido.

Esta misión no es fácil. Debemos salir de nuestra comodidad e ir al encuentro de personas que, a priori, rechazan nuestro mensaje. Es posible que suframos burlas o persecución; tal vez hasta seamos dignos del martirio, quién sabe. Como ves, las relaciones humanas son difíciles y hasta peligrosas en lo que respecta a la gran comisión. Pero no te recluyas, porque no tienes que hacer esto solo.

Cumplimos la gran comisión como iglesia, en y a través de relaciones con otros creyentes. Pero sobre todo recuerda que cuentas con la mayor y mejor relación personal imaginable: la presencia consoladora de Cristo y Su profundo amor demostrado en la cruz.

No te quedes aislado y sin propósito. Únete a una iglesia local para crecer y para cumplir con tu misión. Podrás experimentar la plenitud que viene de obedecer la voluntad de Jesús y disfrutar Su presencia todos los días.
Tenemos razones suficientes

En el mundo, la soledad y el aislamiento social están causando estragos en las personas. Al vivir aislados de los demás, los seres humanos pierden sentido y propósito, lo que deteriora sus almas y sus cuerpos. Pero el peor aislamiento del ser humano es vivir separado de Dios por el pecado, lo que finalmente destruirá su espíritu.

¿Cómo podríamos los cristianos vivir ajenos a esa realidad tan terrible? Fuimos creados y salvados para vivir en comunidad; por lo tanto, vivamos en la compañía de una iglesia local para alcanzar aquellos que aún están separados de Dios.

La soledad y el aislamiento es un problema en el mundo; que no se convierta en un problema en la iglesia también. Tienes razones más que suficientes para cultivar vínculos interpersonales que te permitan vivir en la plenitud del plan de Dios para ti.

Fuente:
Matías Peletay

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