“12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. 14 Haced todo sin murmuraciones y contiendas,” Filipenses 2:12-14
Una de las cosas más tristes en la vida de muchos cristianos es que han perdido en deseo de querer, y otros han perdido el deseo de hacer. Y en la vida, si tú no quieres y no haces, nada pasa. Si no tomas ninguna acción, ninguna decisión, nada podrás lograr. La fórmula correcta es quiero y hago.
Desear, conocer y creer es solo potencial. Cuando tú deseas algo, cuando conoces algo, cuando crees algo, solo es potencial. Acción es manifestación. En la universidad, hay mucha gente llena de conocimiento. En la iglesia, uno de los problemas es que la gente tiene más conocimiento que lo que hacen; gente que sabe más teología que la fe que viven. Esos son los que se sientan a criticar a los que sí hacen. Pero conocimiento es potencial; si no se hace nada, nada sucede. Sin acción, no hay resultados, no te mueves al nivel que Dios te quiere llevar.
Estos versos en Filipenses nos hablan específicamente de la salvación. Pablo está haciendo diferencia entre deber y querer. Está explicando que la salvación no puede ser dirigida por un deber, sino por un querer, y es Dios quien pone el querer y el hacer dentro de tu salvación. La religión se toma como un deber. Hay quien va a la iglesia por deber, pero hay quien va porque quiere. Deber y querer no es lo mismo. Deber reverencia a Dios es una cosa; querer reverenciarlo es otra. La religión te lleva al deber, a lo que debes hacer; otra cosa es querer hacerlo. Son dos niveles diferentes.
Obediencia tardía es desobediencia. Porque la tardanza indica que lo hacen con el corazón rebelde. No es lo mismo que tu hijo recoja el cuarto por deber, que porque quiera. La religión nos obliga a deber hacer ciertas cosas. Tú no debes estar obligado a ir a la iglesia, a diezmar, a amar a nadie, a reverenciar a Dios. Dios no está pasando lista. Llega un punto en que debe salir de ti el querer. Tiene que llegar el momento en que algo dentro de ti se levante, algo que te provoque deseo de ir a la casa de Dios a escuchar palabra. Y no tan solo Dios pone en ti ese querer, sino que también te da la capacidad para hacerlo. Hay un momento en tu vida que tienes que comenzar a vivir por el querer y el hacer de Dios.
¿Qué ha provocado que tú dejes de querer? Y ¿qué puede provocar que tú quieras algo más grande en tu vida, que te atrevas a hacer cosas que antes no te habías atrevido a hacer? Tiene que haber un momento en que se despierte en tu vida la pasión, la ambición, el deseo de querer, de lograr, de activar grandes cosas y permitir que sea Dios quien ponga ese deseo dentro de ti.
Estas palabras, el apóstol Pablo las habla, específicamente, acerca de la salvación. Pero este principio lo podemos aplicar en cualquier otra área de nuestra vida. De nada te sirve aceptar a Cristo como tu salvador, si el querer no lo puso él, y si el hacer no lo puso él. De la misma manera en todas las áreas de tu vida. En ti debe levantarse el querer y el hacer. No puedes permitir que las situaciones a tu alrededor te quiten el deseo de alcanzar, de lograr cosas grandes. No importa lo que haya ocurrido en tu vida, tienen que despertarse en ti el querer y el hacer, para llegar a ser todo lo que Dios quiere que tú seas.
En Juan 5, se nos habla de un hombre que estaba sentado frente a un estanque.
“Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?” Juan 5:1-6
Jesús se dio cuenta que aquel hombre llevaba tiempo allí. De la misma manera, tú puedes llevar ya mucho tiempo en el mismo problema. Estás en el mismo lugar, y la pregunta que te hacemos es ¿quieres? Si comparamos, la mujer de flujo de flujo de sangre llevaba menos tiempo que este hombre; llevaba doce años tratando de ser sana. Había gastado todo lo que tenía, pero llevaba doce años tratando, luchando, y le iba peor. Había intentado todo, pero nada de lo que le pasaba le quitaba el querer; y como ella quería, se atrevía a hacer lo que nadie se atrevía hacer. Perdía dinero con un médico, y volvía a invertir más con otro. Perdía su tiempo por un lado, y volvía a invertir por otro; porque cuando alguien quiere, busca la manera de hacerlo, sin importar lo que pase. Y esta mujer, un día, dijo: Si yo toco el borde del manto del Maestro, quedaré sana. Ella no dijo: Si él me toca. Para ella, no se trataba de lo que él hiciera por ella, sino de lo que ella hiciera. Se suponía que él no la tocara, así que se trataba de que ella se atreviera a tocar su manto. Y hoy en tu vida se trata de que tú estés dispuesto a hacer algo más por lo que quieres. Aquella mujer se arrastró entre la multitud que la empujaba, pero cuando alguien quiere algo en su vida, no importa que lo haya perdido todo, que la hayan abandonado, que le vaya peor; cuando tú quieres algo, encuentras la manera de hacerlo, hasta que alcances lo que Dios te prometió.
Se te tienen que acabar las excusas. Que si las cosas están malas en tu país, que si nadie te ha dado la mano… la pregunta es ¿lo quieres? Que si se te pasó el tiempo; ¿lo quieres o no lo quieres?