Muchos quieren disfrutar de grandes recompensas de libertad económica, pero no todos están dispuestos a tomar las decisiones necesarias para poderla alcanzar. Pretendemos que sea de un día para otro, pero la libertad económica es una travesía de decisiones, de cambio de consciencia, de creerle a Dios, de hacer ajustes; y al final del camino puedes ver cómo tu camino ha prosperado y progresado.
Lamentablemente, no todos entienden la responsabilidad que tenemos de multiplicar aquellas cosas que Dios nos dio. Todos tenemos la misma cantidad de tiempo, tenemos ciertos recursos similares; unos quizás han nacido con más oportunidades, pero todos tenemos problemas. Si somos capaces de ver los talentos que Dios nos ha dado con responsabilidad y multiplicarlos, podemos entrar en nuevas dimensiones económicas y de bendición en nuestra vida.
En Mateo 25, vemos la parábola de los talentos. Un señor entrega a tres siervos cantidades diferentes de dinero, y se va. Dos de ellos lo multiplican, el otro lo esconde. Esta parábola demanda mucha responsabilidad del creyente, demanda que tomemos acción sobre nuestras vidas. Hay dos principios que tú tienes que tener claros para poder entrar en la libertad económica que Dios tiene para ti. En esta parábola vemos dos siervos con resultados similares, y otro que termina perdiendo todo lo que tiene. Este último no perdió el talento, sino que lo escondió; lo pierde porque no lo multiplica. No es acusado de haber intentado y haberlo perdido. El dueño de aquellos talentos hubiera preferido que el siervo intentara hacer algo. De intentar y no lograrlo, probablemente lo hubiera aplaudido, le hubiera corregido acerca de cómo hacerlo la próxima vez. En las decisiones financieras, no podemos tenerle miedo a las pérdidas. Lo más difícil de las decisiones financieras no es perder dinero, sino el tener la mente perdida con relación a las finanzas. El dueño de los talentos se dio cuenta que no podía cambiar la mentalidad de pobreza que llevó a aquel siervo a esconder el talento. Una cosa es perderlo, otra esconderlo; el que lo esconde, lo pierde, pero aquel que se atreve a arriesgar, a tomar acción, puede que algún día falle, pero algún día va a multiplicar y alcanzar algo más grande. Y aun cuando fallamos y perdemos algo de dinero, ganamos la enseñanza de cómo no hacer las cosas.
Nadie puede cambiar tu mentalidad, solo tú puedes transformarla. Nadie puede cambiar la mentalidad que tienes con las oportunidades que se te han dado. Todos, cada uno en su contexto, tenemos oportunidades; algunos las aprovechan, otros las menosprecian, no por falta de oportunidades sino por su consciencia. Hasta que no cambies tu mente respecto a esto, no vas a poder tomar las acciones necesarias para vivir en la libertad económica que Dios te ha prometido.
Si tú cambias tu manera de pensar en estos aspectos, entonces podrás tomar las decisiones correctas. En esta parábola, algo que vemos que tú tienes que entender es quién es el dueño. Cuando tú entiendes quién es el dueño, sabes la posición en la que tú estás. Tú eres el administrador de Aquel que es el dueño de los bienes. El segundo principio que tenemos que tener claro es que tenemos que rendir cuentas. Todo el que quiere prosperar, progresar, tiene que tener estos 2 principios claros. Tienes que saber quién es el dueño para saber qué es lo que Él espera de ti, tanto en el ámbito espiritual como natural, y tienes que saber que como eres administrador, tienes que rendir cuentas. La persona que piensa que no tiene que rendir cuentas, vive como que nada le importa. Pero, eventualmente, vas a rendir cuentas. No importa el nivel en que estés, tienes que rendir cuentas. Si eres empresario, en el mundo espiritual, rindes cuentas a Dios de tus acciones; pero también rindes cuentas a tus empleados, al gobierno. Pero lo que tienes que entender es lo importante de la atmósfera espiritual, emocional y mental que tiene que haber en tus pensamientos para que puedas tomar las decisiones correctas, basado en esto, con los recursos que Dios pone en tu mano.
En tu trabajo, en tu negocio, en todo lo que haces, tú administras tu posición; estás allí para hacer lo que aquel que está por encima de ti desea, y lo que quieren que se haga es que haya multiplicación, aumento. Cuando te crees dueño de las cosas y tomas control total, no miras tu vida desde la perspectiva correcta.
Si tú quieres prosperar económicamente, tienes que rendir cuentas. Es parte del proceso administrativo. Hay que rendir cuentas al gobierno. Todo esto toma tiempo, desgasta, pero esa consciencia de rendir cuentas es la que te permite mantenerte inspirado en progresar, en seguir hacia adelante, y no en tener temor. El siervo tenía miedo porque tenía que rendir cuentas. Tomó decisiones por temor, pero lo que su señor quería era multiplicación. Cuando tú rindes cuentas, no puedes hacerlo por miedo, sino por fe. Tienes que atreverte a hacer cosas, a tomar decisiones; tienes que rendir cuentas, pero lo que se espera de ti es que haya aumento, progreso. El tener que rendir cuentas no te puede poner en una posición de temor que te paralice; tienes que ser responsable con lo que el dueño desea para aquello que ha puesto en tus manos.
Si se cometen errores, se enmiendan, se consultan, se corrigen, pero al fin y al cabo el rendimiento de cuentas que tienes que dar es que este año estamos mejor que el año pasado, hubo progreso, aumento. Así que el rendir cuentas no puede ser una excusa para tener un miedo paralizante que no te permita tomar las acciones necesarias para multiplicar.