El filosofo hindú Mahatma Gandhi dijo que los malos crecen en el mundo porque los buenos no hacen nada para impedirlo.
Hace aproximadamente una década que escuché por primera vez que en República Dominicana, había más de un millón de personas que habían aceptado a Cristo como su Señor y Salvador.
Por simple lógica hemos de suponer que hoy en día somos muchos más los que componemos el cuerpo de Cristo y profesamos la doctrina cristiana, pero, yo me pregunto cada día: ”¿Quiénes somos?, ¿dónde están todos esos cristianos?”.
Si ese millón ha aceptado a Cristo, y si hubieran ganado una persona para el Señor, tendríamos 10 millones de creyentes, es decir, casi la totalidad de los habitantes de nuestro país, pero lamentablemente, eso no ha sido así.
Formulo esas preguntas en mi mente, al contemplar como las calles dominicanas han sido invadidas y conquistadas por el miedo y el terror que siembran los atracadores dispuestos a quitar la vida a sus semejantes con tal de quitarles un teléfono celular.
Todo mi ser se estremece cuando escucho las horribles noticias de niños recién nacidos, vivos y muertos, que han sido abandonados en basureros y hasta en plena vía pública sin la más mínima muestra de compasión; los suicidios, la violencia intrafamiliar, la indolencia de líderes políticos que se conforman en ser espectadores de dichos males y no hacen nada y solo salen de repente, como de la nada, cuando se acercan los tiempos electorales, por lo que yo mismo me cuestiono.
Si somos como se dice, tantos los cristianos evangélicos en suelo dominicano, ¿cómo es posible que todo esto esté sucediendo y no estemos haciendo nada?. Doce hombres, los discípulos de Cristo, fueron los instrumentos utilizados por Dios para llevar al mundo del mensaje de salvación y de vida eterna, lo que es increíble.
¿Qué estamos haciendo ahora los cristianos de este país? Simplemente sentados en nuestras respectivas congregaciones, con los brazos cruzados, oyendo la palabra, cantando himnos, orando y afuera la gente perdiéndose porque no queremos dejar nuestro sitio de confort, y llevarle la palabra.
Para el verdadero cristiano, nacido de nuevo, urge salir a las calles, predicar en parques y avenidas, organizando campañas evangelísticas en las que el pueblo que no conoce a Dios, escuche el mensaje de salvación.
Ahora me pregunto: ¿qué nos impide tomar las plazas y predicar las buenas nuevas a toda criatura, tal y como nos ordenó nuestro Salvador en la Gran Comisión?, ¿Cuál es el motivo por el cual no estamos adorando a Jehová en espíritu y en verdad en todas las esquinas de nuestra patria querida?
Los cristianos del siglo XXI tenemos que salir de la rutina, porque nos estamos conformando con la congragación en nuestras iglesias, luego nos vamos a los hogares a ver televisión o al club, Etcétera y entonces nos jactamos de ser verdaderos cristianos. ¡Bendecidos y en victoria! Y nos atrevemos a proclamar a viva voz doquiera que vamos: ¡Soy hijo del Dios Altísimo!, pero no lo demostramos, predicándole a los impíos, que no han creído, en una salvación tan grande como la que Cristo nos ha regalado.
Parecemos cristianos sí, pero no estamos dando testimonio, porque solo hablamos de la boca para afuera. No predicamos con el ejemplo.
¿En qué Dios creemos? ¿Somos acaso como aquellos 450 falsos profetas de Baal a quienes Elías degolló en el arroyo de Quisón, luego de ellos haber pasado todo un día en el monte Carmelo invocando a un falso ídolo que nunca escucharía sus plegarias porque sencillamente no existe ni ha existido jamás? (1ª Reyes 18:20-40).
Nos volvemos a preguntar: ¿De qué nos sirve tener ahora tantas iglesias cristianas grandes y lujosas, si en las calles nadie se entera de que la fe cristiana está viva en República Dominicana?
Mantengo la firme convicción que los actos de alabanza para nuestro Creador deberían llenar todos los medios noticiosos todos los días de la semana, la palabra de Dios debería penetrar por los oídos de todos los dominicanos cada día y en todos los lugares, el amor de Cristo es el bálsamo que tenemos por gracia y debemos regalarlo al pueblo dominicano por gracia, para que termine tanta incredulidad.
Y así demostremos al mundo que somos una nación santa, escogida por Dios para humillar a los grandes y enseñar a través de los cristianos en suelo dominicano que los milagros de Dios están hoy en día tan vigentes, como lo estuvieron el día que María pidió a Jesús que transformara el agua en vino; igual que cuando el Señor alimentó a miles de personas con tres panes y dos pescados; cuando Lázaro fue resucitado; cuando nuestro Señor resucitó de la muerte, luego de haber sido crucificado.
Sí hermanos míos, los milagros de Dios todavía no han terminado. Lo que hace falta es que volvamos a tomar las calles, tal y como hacían los cristianos dominicanos cuando sólo habían pequeñas y humildes iglesias donde se congregaban los hermanos a adorar a Dios, cuando el único poder con que contaba el pueblo de Dios era el amor de Cristo, cuando los locales de las iglesias dominicanas no eran amplios y cómodos salones con aires acondicionados y encontrábamos hermanos predicando las buenas nuevas cualquier día y en cualquier esquina.
Toma un minuto de tu tiempo y reflexiona sobre lo que te digo, ¿crees estar cumpliendo tus deberes cristianos? Si es así, responde estas preguntas: Si somos tantos y tantos evangélicos cristianos dominicanos ¿por qué no nos escuchamos?, ¿cómo puede el mensaje de las buenas nuevas quedar ahogado entre el ruido mundanal, mientras los cristianos nos lamentamos de que la inseguridad y el odio hayan llenado los corazones de tantos compatriotas nuestros que no conocen a Dios?
La responsabilidad es tuya, es mía, es de todo aquel que dice amar a Cristo y no lo predica, que dice conocer a Dios y no lo presenta públicamente, que dice ser cristiano y nadie lo ve con una Biblia en la mano.
No son solamente las calles, también es la radio, los periódicos, la televisión, las redes sociales en la internet, tenemos que llenar todos los espacios existentes con el mensaje de Cristo, que sea el nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre, la palabra más escuchada en toda República Dominicana. Entonces sí podremos estar orgullosos de ser cristianos.
El Señor nos dice que nosotros somos la sal de la tierra, pero si perdemos el sabor a sal ¿con qué será salada la tierra? Y nos advierte que sin nuestra intervención, sin nuestra sal, la tierra no vale para nada sino para ser echada afuera y ser pisoteada por los hombres. (Mateo 5:13).
Eso es lo que está sucediendo hoy en día, la sal de la tierra está perdiendo su sabor, los cristianos estamos permitiendo que otros tipos de condimentos sazonen el alimento que están consumiendo los hombres.
Recuerda que llegará el día en que estarás frente a tu Creador y será él quien te preguntará:
¿Qué hiciste con el talento que te di? Dime hermano cristiano, responde hermana cristiana…
¿tienes una respuesta para el Señor cuando llegue la hora que él ya tiene señalada.
Gracia y Paz!