La situación mundial parece que se deteriora rápidamente. Guerras y rumores de guerras aparecen a diario en los titulares de la prensa escrita, radial y televisada. El resquebrajamiento de los valores y principios morales y éticos ya parecen ser la norma. Las influencias postmodernistas están llenando las mentes de nuestros niños y jóvenes en las escuelas primarias, secundarias y en las universidades. Todo lo que nos rodea, cada vez más, nos da la impresión de que estamos viviendo en un profundo caos.
Los políticos ya no se limitan a mentir y fingir, ahora muchos se han dedicado a atacar a los cristianos, llegando hasta negarles los valores otorgados por nuestra Constitución. Y esta actitud, poco a poco, parece que se comienza a institucionalizar. El mejor ejemplo es la propuesta (AB) 2943 del Estado de California, que de ser aprobada, va a prohibir el uso de partes de la Biblia, su aplicación y explicación en lo relacionado con lo que ahora se ha dado en llamar la «orientación sexual» en ese Estado, incluyendo las escuelas, los centros de atención médica y psicológica y prácticamente en todas partes. Y como casi siempre ocurre, si esa propuesta es aprobada, luego vendrán otros estados que tratarán de hacer lo mismo.
Para añadir más confusión, incluso en nuestras iglesias y organizaciones se presentan situaciones y problemas inimaginables que están muy lejos de los principios que decimos tener y enseñar, y son usados por los enemigos de la fe para atacarnos despiadadamente.
¿Qué está pasando en nuestro país? No estoy mirando a Europa o el Medio Oriente. Pienso que de una forma u otra, todos tenemos un poco de culpa, pues nos hemos descuidado y confiamos demasiado en lo que nos enseñaron nuestros abuelos y no fuimos capaces de percatarnos que el mundo estaba cambiando para mal, y que esos cambios, de una manera u otra iban a afectarnos también a nosotros.
Tal vez estamos experimentando una versión moderna del viejo problema del pecado en el mundo. Los primeros cristianos enfrentaban hasta la muerte por mantenerse firmes en su fe. ¿Y qué podemos hacer nosotros hoy, si es que se puede hacer algo? El problema no es nuevo, y lo que debemos hacer tampoco es algo nuevo:
Debemos orar más
Debemos estudiar y vivir la Palabra de Dios
Debemos testificar de nuestra fe a otros
Debemos de actuar en todas partes conforme a nuestra fe
Debemos reflejar a Jesús en nuestros pensamientos, palabras y acciones
Esto no es algo nuevo, y pudiéramos desarrollar cada punto, pero prefiero dejarlo así, como un simple bosquejo que nos ayude a meditar en cada uno de estos aspectos, reflexionando en las aplicaciones que tiene en este momento para tu vida, no para la vida de otros.
Es imprescindible que nos pongamos en las manos de Dios, y que seamos obedientes a la voz de Su Espíritu, sin importar lo que tengamos que abandonar. El mundo espera que seamos diferentes, pero ¿somos suficientemente diferentes?