
La alabanza y la adoración en sí mismas son un don maravilloso de Dios. Pero cuando se desconectan de su propósito original glorificarlo y llevarnos a una comunión más íntima con Él corren el riesgo de convertirse en algo vacío, superficial o incluso en una forma de idolatría.
Como declara la Escritura en Colosenses 3-16-
La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándonos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y cánticos espirituales.
Cuando cantamos o escuchamos música, debemos recordar que no se trata solo de melodías, ritmos o talentos humanos, sino de una expresión del alma que exalta a nuestro Creador. Si nuestra adoración se centra en el espectáculo, en la emoción del momento o en el músico en lugar de en Dios, estamos desviándose de su verdadero propósito.
Hoy es una invitación a examinar nuestros corazones:
¿Estamos adorando al Dios vivo o estamos idolatrando aquello que debería dirigirnos hacia Él?
Que terminemos este año alabando, adorando y levantando juntos nuestra voz, proclamando a Jesucristo como Rey de Reyes y Señor de Señores.
Su nombre es Santo, Santo, Santo. A Él sea toda la gloria.
El Espíritu Santo está llamando a Su pueblo a volver al altar
Este es el tiempo en que Dios está restaurando la verdadera adoración.
Una adoración que no busca aplausos humanos, sino atraer la gloria del Cielo. Una adoración que rompe cadenas, abre puertas, despierta a los que duermen y hace retroceder las tinieblas.
El Espíritu Santo está llamando a Su pueblo a volver al altar, a rendir todo talento, todo don y toda plataforma a los pies de Cristo. Porque solo cuando Jesús ocupa el centro, la adoración recupera su fuego, su pureza y su poder.
Dios está levantando adoradores que no negocian su fidelidad:
Adoradores que no cantan por emoción, sino por convicción.
Adoradores que no buscan escena, sino presencia.
Adoradores que no hacen ruido, sino guerra espiritual.
A ti que lees estas palabras, el Señor te dice:
Vuelve al altar. Vuelve al primer amor. Vuelve a la adoración que transforma el alma y sacude la atmósfera.
Que Cristo sea entonado en cada casa, en cada familia, en cada iglesia.
Y que la tierra escuche nuevamente el clamor de un pueblo que proclama.
Jesucristo vive, reina y vuelve pronto. En el nombre de Jesús.